LA ARGENTINA DEL TOMA Y
DACA
Los ingenieros políticos de los frentes electorales vienen
trabajando a destajo para hallar la fórmula que potencie aún más a los
candidatos presidenciales ya lanzados a la contienda electoral del 2015. En
esta nueva lógica que muestra a la política argentina en una cooptación
sistemática de candidatos sin importar color partidario e ideológico, se
asocian hoy, para enfrentar al gobierno nacional en la coyuntura electoral,
haciendo uso de un pragmatismo extremo, que junto al armado de frentes
electorales, y por fuera de los agotados partidos políticos, define a La Argentina
de estos tiempos como un campo experimental que desafía a las nuevas tendencias
democráticas que se consolidan en todos los países (con sus matices
propios) del continente con excepción de
Venezuela y Cuba.
La disputa por conservar el centro de la escena política
nacional se ha transformado en el objetivo táctico más importante que va, desde
todo el arco opositor, como así también dentro mismo del oficialismo. Como es
sabido, quien toma la iniciativa
política es el que establece la agenda a seguir y el resto se convierte en contestatario
a esa agenda ya instalada por el otro en donde todas las fuerzas políticas, corren de atrás; esto es lo que sucede entre
el oficialismo y la oposición.
Después de la última derrota electoral de 2013 que sufrió el
gobierno, en la cual quedó arrinconado por la oposición por un breve tiempo,
sumado a cirugía cerebral a la que fue sometida Cristina, lo que generó una
escasa actividad presidencial, asumió en ese contexto como jefe de gabinete el Coqui
Capitanich, con la difícil tarea de suplir a la presidenta en el duro oficio de
tener que argumentar con sentido épico las marchas y contramarchas a las que se
ve sometido el gobierno nacional y sus funcionarios; si hasta se pensó que
comenzaba una nueva etapa en donde el jefe de gabinete controlaría la acción de
gobierno y la presidenta administraría el poder, algo parecido a un sistema
parlamentario; pero poco duró el experimento al perder el gobierno la
iniciativa política y la señora tuvo que ocupar el rol que más le gusta,
arengar a la tropa para un lado y para el otro desde la tribuna principal que
le da la condición presidencial y jefa política del Frente para La
Victoria.
Es que Argentina todavía es un país en donde el poder es
omnipresente y por fuera de ello la política es insuficiente, es decir, se
genera un vacío de poder por donde (es preciso decirlo) se imponen los
especuladores que siempre se favorecen a costillas de los pueblos sin
conducción política que ejerza el poder. En este escenario, la presidenta de
los argentinos y el Frente para la
Victoria se mueven como pez en el agua, ya que, la
manipulación de la realidad a través del relato (siempre estructurado sobre
semiverdades) es lo que le dio el plus de ventaja frente a sus opositores que
por ahora no consiguen sacarse ventajas entre sí para impulsar un liderazgo
desde la oposición.
La banalización de la política se enseñorea por sobre las
propuestas y el gran elector que es el pueblo, asiste a ella como si se tratara
de un espectáculo teatralizado en donde abundan cuestiones personales y chismes
de los candidatos propios de un viejo conventillo de otros tiempos de la Argentina;
en este sentido los medios de comunicación son quienes mediatizan el mensaje
entre la gente y los candidatos promoviendo aun más el descrédito del sistema
de partidos y sus referentes tan necesarios para la democracia.
Los medios de comunicación no son neutrales en esta
contienda, juegan a fondo sus intereses para promover a uno u otro candidato
que les garantice su patrimonio o intereses. El nuevo formato de programas
políticos con seis o más panelistas de distintas especialidades somete a los
candidatos políticos a una avalancha de gritos y reclamos en donde es imposible
estructurar algún recurso discursivo para expresar alguna idea más o menos
coherente o al menos mostrar alguna empatía sobre el futuro de todos los
argentinos y sus reclamos más urgentes.
Argentina se muestra cada día más como una sociedad inmadura;
sus representantes son un reflejo de ello salvo unas pocas excepciones, la proximidad de las elecciones ha hecho que los
argentinos estemos solamente
pendientes de quién va a ser el
próximo presidente, en vez de organizar un proyecto común para los próximos
cincuenta años y luego ver quien está en mejores condiciones de llevarlo
adelante en los próximos cuatro; la razón de este impedimento además del
incierto camino que debemos recorrer para lograrlo, radica en el poco apego que
tenemos para encarar el trabajo que implica la construcción de un proyecto de
país que tenga como virtud establecer normas de convivencia que permita al
conjunto desarrollar sus expectativas personales.
Argentina entró en una extraordinaria lucha por el poder en
donde la dispersión de fuerzas políticas anuncia profundos desacuerdos entre la
clase política misma y los ciudadanos, esto es lo contrario de lo que se busca
en el armado de grandes frentes electorales que requiere ingentes esfuerzos
para lograr consensos; el dique de contención que establecían los dos partidos
tradicionales (Peronismo y Radicalismo) ya no existe, allí los candidatos
dirimían sus diferencias entre sus afiliados y salía un único candidato
fortalecido por el conjunto de su partido, hoy, casi nada queda de aquella
metodología y como consecuencia de ello proliferan múltiples candidatos que se
ven con el derecho de ser elegidos no solo por sus afiliados sino por todos los argentinos,
nacionalizando así sus diferencias y proyectando sus crisis partidarias a las
internas abiertas, así el gran partido nacional es la patria y su interna son
las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO).
Todos los sectores se muestran con un buen número de jóvenes
exponiendo que están a favor de lo nuevo
que está por venir ofreciéndoles grandes oportunidades de participación; caras
nuevas en la política equivale a que nuevos actores comienzan a hacerse cargo
de enfrentar la realidad presente (esto es nuevos liderazgos para nuevas
realidades); sin embargo, esto recuerda a lo que otrora fue el cupo femenino en
las listas partidarias y listas para cargos electivos, las caras femeninas que
emergieron terminaron siendo esposas y amantes con lo cual se llenaron los
cupos femeninos respaldados por viejos dirigentes y sus poderosos aparatos (no
vaya a ser cosa que se les licue el poder) así fue que como resultado de ello
tuvimos nuevos actores pero con viejas prácticas políticas. Como consecuencia
de ello y haciendo una ligera mirada crítica del nuevo escenario político, me
temo que algo parecido está sucediendo
con muchos jóvenes que ingresaron a la política con buenas intenciones (aunque
también los hay precoces ambiciosos)
La paridad de fuerzas políticas en La Argentina de hoy nos
muestra que se está configurando un escenario complejo e incierto a la hora de
gobernar un país que todavía se muestra anárquico y poco afecto al respeto de
las leyes que la constituyen. La proliferación de nuevos factores de poder
disputan los espacios de decisión (y económicos) de La Nación como si ésta
fuera un botín de guerra; la peligrosa asociación entre política, delito
(narcos) y fuerzas del orden pueden hacer fracasar cualquier intento de
construir una gran Nación. Mientras los políticos, los economistas, los
industriales, los gremialistas, los religiosos, los hombres de la justicia, los
de seguridad no encuentren puntos de convergencia en común, nuestro país
seguirá errático sin encontrar el camino de otras naciones que construyen
mejores condiciones de vida para el conjunto de su pueblo.
¿Qué quedará de todo este desaguisado en donde el toma y daca
es la regla?, nadie lo sabe, lo cierto es que una Argentina invertebrada emerge
sin que nadie reaccione acerca de sus sombrías consecuencias.
Cuando un pueblo no reacciona ante el peligro que conspira contra
el avance de la construcción social de La Nación, es porque ha perdido la
voluntad de ser libre.
VICENTE SCORDAMAGLIA