POLARIZACIÓN, INTERNAS Y
ENEMIGOS COMUNES
La polarización en Argentina frente a las próximas elecciones de
octubre se está construyendo con un argumento que puede llevarnos a escenarios
políticos equivocados y de mucho conflicto. Por interpretación o por intereses
creados adrede y fogoneado por grupos de poder, se promueve una confrontación
entre neoliberalismo o populismo en la cual la inmensa mayoría del pueblo ni
siquiera participa.
Presentar la problemática de los argentinos dominada por un combate
entre estas dos opciones populismo o democracia, es falaz, o al menos engañosa
ya que el conjunto de los argentinos y sus actores políticos (salvo unos pocos
trasnochados) transitan el camino de la consolidación democrática argentina
como sistema político innegociable. Es evidente entonces que crear esta
disyuntiva favorece electoralmente al oficialismo que pretende dividir al
electorado entre estas dos categorías para polarizar la elección nacional con
el argumento de no volver al pasado de los últimos tres gobiernos Kirchneristas
pero además, esta jugada le permite dejar afuera de esta disputa a la tercera
fuerza política que lidera Sergio Massa que ofrece una tercera opción a la
espera del desgaste del gobierno para confrontar directamente con éste en la
elección presidencial de 2019; sin embargo, esta operación de Massa parece
inconsistente a la hora en que el electorado tenga que elegir a su opción como
valedera, ya que si el gobierno sigue inflando al Kirchnerismo (aunque más no
sea por sus descalabros), en la próxima elección Massa quedará afuera de la
pelea tal cual ocurrió en la elección de 2015.
En este sentido tanto Macri como Massa tienen un adversario común a
derrotar y en ese desafío que tienen ambos el gobierno está en mejores
condiciones para realizar esa operación lo que le valdría alzarse con un
triunfo en las elecciones de medio término proyectándose así con las mejores
chances de renovar su mandato por otro período más allá del 2019.
En realidad, al Frente Renovador
le quedan pocas opciones para romper la polarización en la que se
encuentra atrapado, con pocos candidatos de trascendencia en los principales
distritos electorales, los renovadores de Massa se debaten en utilizar una
opción de riesgo que los sacaría de la encerrona en la cual se encuentran y los
pondría directamente de cara a disputar la representación de las grandes
mayorías en la elección presidencial, me refiero a participar de una gran
interna del Justicialismo y de paso fortalecer así a la democracia partidaria
del país. Ganar una interna del Justicialismo no solo equivale a conducirlo,
además es erigirse como el nuevo jefe político de ese espacio mayoritario y transformándose de una sola
jugada en el líder de la oposición, dejando una vez más sin posibilidades al
Kirchnerismo aislándolo del PJ y obteniendo una fuerza electoral más
contundente de la que tiene en la actualidad, sin resabios del pasado inmediato
del cual, como sabemos, todavía existen muchos componentes del gobierno
anterior operando fuertemente en favor de dicha polarización, alimentando con
ello la posibilidad de conducir al PJ nacional o al menos negociar con éste y
desde allí plantearse un operativo retorno de Cristina Fernández.
En realidad, esta es una confrontación de relatos más que de propuestas
o gestión; el frente Cambiemos se otorga el derecho de haber sido la fuerza
política que derrotó al Frente para la Victoria, en realidad esto es una media
verdad, existen algunos episodios anteriores que deben ser evaluados para este
análisis: uno es que quien le provocó la derrota electoral más importante al
Kirchnerismo fue el propio Massa cuando le impidió el intento de reelección a
Cristina Fernández y el otro es que en la elección presidencial, el frente
Cambiemos que sale segundo en primera vuelta
recién gana en el balotaje (apenas por tres puntos de ventaja sobre la
opción Kirchnerista) con votos provenientes del Frente Renovador junto a un
conglomerado de sectores que no votaron a Macri en primera vuelta; esto quiere
decir que el objetivo electoral central de la mitad de los argentinos fue el de
desplazar a Cristina Fernández del poder frente a la otra mitad que esperaba
seguir apoyándola a través de sus candidatos Scioli-Zannini.
Así planteado, el oficialismo,
que no la tiene nada fácil, deberá poner en juego todo su arsenal de argumentos
en estos meses de gobierno que faltan hasta las próximas elecciones para ver el
nivel de apoyo electoral con el que cuenta para las reformas que se propone
realizar, sin dejar de evaluar un hecho que está significativamente presente en
el frente electoral que gobierna y es una máxima política que dice: los aliados
políticos pueden estar de acuerdo en el plano de contenido pero no en el de
relación y solo se mantienen juntos mientras una amenaza externa común los inquieta
e intimida al límite de perder su estatus, pero que en ausencia de ella se
separan por incompatibilidad ideológica. Esto quiere decir que ante una mala elección del
oficialismo y alejada la amenaza del Kirchnerismo la alianza Cambiemos quedaría
con pocas chances para el siguiente período presidencial (2019) encumbrando al
nuevo líder de la oposición e inaugurando así alguna forma de alternancia
política (saludable al fin) en la democracia argentina.
Quizás agregaría algo más para terminar con este escueto análisis: en
política todo es posible, por lo tanto no se debe subestimar la inconmensurable
capacidad que tienen los pueblos para desarmar cualquier maniobra de
manipulación (que polarice sus opciones) con el intento de torcer la voluntad
soberana de elegir la mejor opción que le permita seguir construyendo una
sociedad mejor para todos.
VICENTE SCORDAMAGLIA