Artículo de Opinión
MEDIOS DE COMUNICACIÓN: ENTRE
Por: Vicente Scordamaglia
Cuenta una antigua leyenda esquimal que un viejo pescador que se decía interiormente habitado por dos perros, uno blanco y el otro negro que se enzarzaban en continuos combates. Cuando sus oyentes le preguntaban quién solía ganar esas riñas, él contestaba “aquel al que alimento”
Se sostiene casi como una verdad
revelada que los argentinos vivimos sentados en una grieta histórica que nos
impide desplegar todo nuestro potencial como nación libre y soberana. ¿Es
realmente esto cierto o es un invento que
sostienen los medios de comunicación
para fomentar y alimentar este sentimiento social que pone en guardia y
predispone a toda la sociedad a librar a diario una batalla “épica” (y ficticia) que consume gran parte de
nuestras energías?
Entremos un poco en el tema para ver hasta dónde llega esta falacia y a quienes beneficia. Los medios de comunicación se nutren básicamente del dinero proveniente de la pauta oficial por un lado y de la publicidad privada por otro; ambos ingresos provienen de intereses bien definidos: la pauta oficial interviene en el “negocio” de las empresas mediáticas a través de publicaciones que dan cuenta de las acciones del gobierno de turno (sea este del signo político que sea) y la publicidad privada lo hace a través de publicitar los productos que vende; hasta aquí no hay nada que objetar, el problema empieza a enturbiarse en el momento en que ambos cotizantes imponen condiciones en defensa de sus intereses, sean estos políticos, comerciales o ideológicos, esto implica a priori abandonar la objetividad periodística, valor indelegable del periodismo independiente, por relatos que tergiversan la realidad que debe ser informada sin aditamentos para el consumo masivo de la gente, sin intervención subjetiva de quien la emite o en el peor de los casos con la clara intención de quien manipula la verdad tal cual es por operaciones falaces destinadas a favorecer a facciones políticas o grupos económicos de poder.
Es indudable
que los medios de comunicación se han convertido en un poder que opera a nivel
global con ramificaciones impensadas constituyéndose en la actualidad en un
fenómeno complejo de interpretar acabadamente. Los medios de comunicación son
en definitiva empresas de la información y los sujetos productores de esa
información son los periodistas que en realidad gozan de una alta credibilidad
en la sociedad a la hora de interpretar los episodios que devienen del
acontecer político, económico y social de la sociedad. Este fenómeno se fue
consolidando en la medida en que fueron perdiendo credibilidad los sectores que
históricamente debieron ser los encargados de levantar la problemática de la
sociedad esto es: la dirigencia política y la dirigencia gremial
fundamentalmente.
Este es un
aspecto a tener en cuenta ya que la crítica más virulenta ejercida desde los
medios de comunicación está destinada a desprestigiar sistemáticamente a ambos
sectores creando la confusión reinante.
Los
políticos se sienten perseguidos por estos aludiendo que sus investigaciones
son falaces en tanto que el periodista de investigación solo toma cuestiones
parciales de la realidad que no llegan a constituir la totalidad de la realidad
circundante; en este sentido, el periodista en cuestión tiene todas las
posibilidades de convertirse por su posición frente al público, en fiscal de
las “verdades” relativas que consumimos sin verificar (o sabiendas) acerca de
su veracidad y la honradez de quien las emite, esto quiere decir que es un
blanco posible (predilecto) de prestarse a operaciones de otros intereses que
no sean exclusivamente la búsqueda de la verdad.
No debería
buscarse con este análisis la polémica
desmesurada ni el escándalo desorbitado para lograr algún resultado marketinero
sino más bien, el estímulo del pensamiento crítico y la reflexión constructiva
en aras de mediar entre la realidad de la gente y la veracidad de los hechos
nacionales para construir medios de comunicación cada vez más libres e
independientes.
La
influencia de las redes sociales en la vida cotidiana de los ciudadanos ha
modificado para siempre la forma en la que la gente se informa acerca de lo que
sucede en el mundo y en su entorno circundante asumiendo que lo que recibe y
consume es la “verdad objetiva” de los hechos que sin duda influirá sobre su
conducta y las decisiones que debe asumir en la vida.
Las nuevas
formas de comunicación hacen que el sujeto esté informado en tiempo real,
imprimiendo al acontecer social, político y económico, una dinámica imposible
de decodificar eficazmente lo que en su defecto se elige por el atajo que en la
mayoría de los casos es imposible distinguir entre la verdad o la (ficción) o
en el peor de los casos, la mentira. La carrera cotidiana de las empresas
informativas por mantener el rating bien alto, es un ejercicio fatigoso y
agotador que obliga a las producciones periodísticas a largas horas sostenidas
de programación lo que implica amplificar cualquier hecho que capte la atención
de la gente; somos ¡sujetos de la información! y las empresas mediáticas lo
saben mejor que nadie, por ello, se nutren de periodistas que decidieron vender
su alma al diablo tomando partido sin eufemismos, en una lucha de intereses
económicos que les está dando suculentos
dividendos a periodistas socios a esta altura de las empresas mediáticas
que no dudaron en transformarse en mercenarios. Todo el prestigio ganado en los
últimos años lo vendieron por moneditas utilizando como contraprestación de
servicio por el lawfare alejado de toda
objetividad periodística, valor fundamental de proximidad a la verdad.
En este
sentido ¿está