Artículo de opinión
MOVIMIENTOS SOCIALES
Por: Vicente Scordamaglia
A lo largo de toda la historia de la
humanidad, los movimientos sociales han sido la palanca de cambio en las
naciones que buscan mejorar su calidad de vida mediante la transformación de su
sistema político. La construcción de un código de convivencia que es el
que permite a los pueblos llevar
adelante sus expectativas de vida, hoy, parece desgastado y fuera de época. En
todo el mundo globalizado, las tensiones están remplazando a las buenas
intenciones producto de profundos y permanentes cambios que obligan a
interpretarlo todo de nuevo. La sociedad mundial, atravesada por relaciones de
poder y antagonismos, se ve sacudida por el creciente protagonismo de la gente
que pone en el centro de la discusión a todo el sistema institucional y
democrático.
Los
movimientos sociales surgen de crisis políticas en donde el sistema de
representaciones no da respuestas a sus múltiples demandas y como consecuencia
de ello, colapsa; son organizaciones libres del pueblo que emergen con una
profunda desconfianza de fondo en las instituciones partidarias, sobre todo, en
su clase dirigencial que ya no los representa. Esto hace que la crisis de
legitimidad motive a la gente a tomar los conflictos en sus propias manos,
participando en acciones colectivas para defender primero sus derechos y en
última instancia, cambiar a sus gobernantes si así fuera necesario.
No solo
emergen como consecuencia de una profunda crisis y la falta de respuestas a sus
reclamos, sino y por sobre todas las cosas, porque la gente ha perdido la
confianza en ellos y ya no los considera sus referentes.
Los grandes
proyectos políticos que transformaron la realidad de la gente (nueva categoría
sociológica que reemplaza a la de pueblo) se produjeron por la combinación de
varios factores que indistintamente fueron el disparador de una transformación
que dio vida a nuevas formas de organización política y social, es en ese
contexto donde surgen los nuevos líderes (conductores) que se ponen al frente
de la crisis y se ven impulsados a la búsqueda del poder para dar respuesta a
las demandas populares e institucionalizar los nuevos mecanismos de las
múltiples demandas que la gente reclama.
En nuestro
país, tomando el último período político de 1983 a 2018, el sistema
democrático que intentaba hacer pie después de la larga noche de las dictaduras
militares que se sucedieron así mismas, se vio agitado por episodios de extrema conflictividad social,
política y económica que erosionaron la legitimidad de la columna vertebral de
la incipiente democracia: los partidos políticos. La hiperinflación de
Alfonsín, la convertibilidad que afectó la credibilidad de dos gobiernos, esto
fue el final del período Menem Cavalo y el estrepitoso fracaso de la alianza de
De La Rua y Cavalo
que desembocó en las trágicas jornadas del 2001, demolieron la credibilidad de
la gente. De allí en adelante la
Argentina toda, no pudo resolver su conflictividad que no
solo llega hasta nuestros días sino que por la disgregación de sus fuerzas
políticas, los conflictos sectoriales van en aumento.
Los
“movimientos sociales” no son solo una curiosidad local, son un fenómeno
mundial que en muchos otros países han logrado instalar en la agenda nacional
las demandas sociales que en el pasado habían sido silenciadas por gobernantes
inescrupulosos en connivencia con una élite financiera que atiende solo los
intereses de su sector en detrimento de las mayorías populares de trabajadores
que ven como se ensancha, día tras día, la brecha entre ricos y pobres. Por
poner algunos ejemplos, observamos como los movimientos sociales dieron vida a
lo que se denominó “la primavera árabe” que
logró desmontar años de injusticias en la región produciendo cambios
significativos en el controvertido mundo Árabe.
Los okupas en España son otro caso que dio origen a cientos de miles de
personas agrupadas en otro movimiento de indignados el llamado M15 obligando a
sus gobernantes a instalar en la agenda nacional la problemática de los sin
techo y la creciente masa de parados (desocupados) como ellos los llaman. Hoy
tenemos un caso muy fresco como el de los chalecos amarillos que frente a un
detonador como el desmesurado aumento de los combustibles reaccionaron con
marchas virulentas que obligaron al presidente Macrón a rever las medidas
tomadas que provocaron una suerte de insurrección civil. Así como estos
episodios, hay cientos de ellos que recorren el escenario mundial, pero así
como destacamos la singularidad de sus prácticas y su modus operandi a través de
las redes sociales, del mismo modo observamos su incapacidad (salvo algunas excepciones)
para construir poder político y consensos que articulen programas de gobierno y
estructuras partidarias que les permita llegar al poder.
La expansión
del capital financiero y su desmesurada especulación en los mercados mundiales
a expensas del capital productivo, explican el derrumbe de todo el sistema de
convivencia alcanzado por el contrato social que elevó y mejoró la condición de
vida de grandes sectores de la sociedad mundial.
En nuestro
país se da la particularidad de que aquel proceso iniciado en el 2001 por una
serie de movimientos sociales desplegados a lo largo y ancho del sistema
político nacional con el lema “que se vallan todos” todavía no pudo producir relevos significativos
en su clase dirigencial y crear formas innovadoras para construir poder.
Por ahora al
igual que en otras partes del mundo, en la mayoría de los casos los reúne y los
moviliza una serie de demandas comunes, solo en algunos casos como lo fue el
movimiento Podemos en España que logró colocar un buen número de legisladores
en los parlamentos regionales cumpliendo un rol destacado votando leyes que la
población reclamaba. Así mismo en otros países apenas
alcanzaron a instalar en la agenda política temas controversiales para la
sociedad pero no pasaron de ser masa sin cantero.
Lo cierto es
que los movimientos sociales están siendo el verdadero sujeto del cambio en el
mundo globalizado que se expande sin declinar su intensidad, habiéndose
transformado (como los chalecos amarillos que están jaqueando al gobierno de
Macron en Francia) en el único instrumento de contrapoder que tiene a mano la
gente para frenar las políticas económicas de ajuste que se están instalando en
gran parte de los países del mundo globalizado ante la declinación manifiesta de
los partidos políticos de las democracias
del mundo.
Las clases
medias empobrecidas están en rebelión y no se resignan a bajar su estatus
social: en Europa, porque se caen del estado de bienestar y en los países
subdesarrollados como el nuestro, porque se caen de años de pobreza
estructural. El resultado de estos verdaderos levantamientos sociales es que
han comenzado a adquirir su propia lógica, esto es, por fuera de la dirigencia
política y por fuera del sistema de partidos de la democracia sugiriendo quizás
con su constante movilización, que estemos asistiendo al nacimiento de nuevas
formas de organización políticas que cambiarán para siempre los procesos
democráticos en todo el mundo “civilizado”.