UN ESTADO DEMOCRÁTICO
Michael Walzer: El argumento de la
sociedad civil
“Solo el estado democrático puede
crear una sociedad civil democrática; solo una sociedad civil democrática puede
sostener un estado democrático”.
Años de lucha interna
y desencuentros en estos doscientos años de la independencia de nuestra nación,
impidieron que nuestra patria construyera un sólido estado democrático. Solo en
ocasiones en que los patriotas del bicentenario tuvieron que luchar contra
fuerzas imperiales se logró algún acuerdo posible y la cohesión necesaria en
defensa de la naciente nación, pero este
hecho tan significativo junto a esa unidad temporal no se supo aprovechar para
saldar las disputas de intereses contrapuestos que subyacían ya en los inicios
mismos de nuestra independencia. Una vez acabadas las luchas por la
emancipación nacional, concluyeron con ello también los acuerdos logrados que
permitieron la unidad nacional necesaria que hizo que nuestra patria saliera
victoriosa en la compleja construcción de nuestra independencia.
Así, determinados por
este estigma, la joven nación, se erigió ante el mundo como libre y soberana
permitiéndole un importante crecimiento propio entre los países más
desarrollados de su época; sin embargo, en lo más profundo de aquella
argentinidad, pudieron mucho más los intereses sectoriales (vinculados con los
imperios que luchaban entre sí por usurpar nuevos territorios en el mundo) que
las ansias de libertad sumergiendo a la nación toda en interminables guerras internas
que desgarraron definitivamente el corazón mismo de los hombres y mujeres que
tenían la trascendente responsabilidad de construir una sólida democracia para consolidar
estratégicamente a la emergente nación. Privilegiaron el complot sistemático
(promovido y financiado desde el exterior) contra el otro bando en pugna en vez
de crear un sistema institucional democrático para que dentro del mismo
pudieran dirimir sus diferencias; esta fue la herramienta utilizada por ambas
facciones que disputaban así sus dos interpretaciones de nación: una que quería
colgarse de cualquier manera con el mundo de la “modernidad” de aquel entonces,
aunque mas no sea como nación dependiente de esos poderes internacionales y la
otra quería hacerlo desde una nación libre y soberana; estos desencuentros,
cargados de odio y resentimiento recorrieron toda la historia de nuestra patria
impidiendo que se construya y consolide un estado democrático y estratégico de
nación.
Omití exprofeso
personalizar los episodios señalando a los personajes que encabezaban o
lideraban cada facción del conflicto y opté por describir parte del contexto y
el problema en cuestión dejando de lado las disputas personales entre los
hombres despersonalizando así la historia (con perdón de los historiadores) con
el único fin de comprender qué dificultades impidieron que nuestra nación
carezca aún hoy en día (todavía hablamos de gobernabilidad) de una democracia
republicana y representativa. Por consiguiente, conviene recordar que por aquel
entonces como hoy, había naciones que se disputaban la hegemonía del mundo
“civilizado” tanto desde lo económico, como en lo político, hasta la
geopolítica militar de esos imperios emergentes que luchaban por un mayor poder
territorial (porque significaban recursos) junto a sus intereses económicos constituyéndose
así en centros de poder mundial.
En este contexto, Argentina,
a diferencia de otros procesos de
liberación y posterior constitución de su independencia, en donde las
diferencias internas también se saldaron con crueles enfrentamientos armados
(guerras civiles o de secesión) tuvieron en la mayoría de esos episodios claros
vencedores que concluyeron la disputa imponiendo los términos y condiciones de
su proyecto de nación aprovechando e incorporando las mejores ideas de sus
adversarios internos; nuestra historia en cambio, como en otros procesos,
también hubo ganadores y perdedores pero en la mayoría de los casos predominó
un espíritu mal entendido de unidad nacional y una cuota (digámoslo así) de
generosidad también mal interpretada para integrar a los perdedores que la
historia lo sintetizó en una consigna que determinó el rumbo de casi toda la
historia nacional, esta fue: “ni
vencedores ni vencidos”.
De esta manera, los
ganadores nunca se sintieron como tal por tanto no asumieron la responsabilidad
de sentar las bases estratégicas de un estado democrático y los perdedores en
ese contexto, tampoco se sintieron perdedores constituyéndose en el mejor de
los casos, en fuerzas opositoras constantes proyectando en el tiempo y hasta
nuestros días las mismas diferencias del pasado.
En este escueto
relato, intento mostrar como nuestra nación siguió un camino inverso al que
recorrieron otras naciones con similares construcciones históricas, diferenciándose
así de la nuestra en donde todavía seguimos discutiendo
cuestiones elementales de convivencia vacías de valores republicanos que son
las que nos hubieran permitido construir un estado democrático estable para
toda la posteridad.
VICENTE SCORDAMAGLIA