jueves, 29 de marzo de 2012

LO QUE DESNUDÓ LA TRAGEDIA DE ONCE

LO QUE DESNUDÓ LA TRAGEDIA DE ONCE
Cuando la realidad supera a la ficción

“No hay nada en el horizonte directivo”. Así se expresó el General Perón para describir lo que sucedía en el país algunos años previos a su decisión de retornar a la Argentina luego de su largo e injusto exilio fuera de nuestra patria. De esta manera definía la ineptitud y mezquindad de la clase política dominante por esos años de decadencia nacional en manos de un grupo de militares golpistas, empresarios corruptos y partidos políticos inservibles.

Hoy, más allá de la retórica cotidiana sobre la Argentina “linda y maravillosa” que vivimos como generación los argentinos, (si usted no la ve es porque está mirando otro país) la realidad, una vez más supera a la ficción mucho mejor de lo que quisiera y pudiera argumentar cualquier opositor al gobierno de Cristina. Basta ver como dos de los más encumbrados dirigentes políticos de nuestro país (Cristina que ya nos gobierna y Macri firme aspirante) se tiran por la cabeza con un montón de chatarra vieja e inservible que en Argentina le llamamos “transporte”, para darse cuenta que la situación, no solamente no cambia, sino que tiende a empeorar;  y así, mientras todo esto sucede en las capas dirigenciales, cientos de miles de argentinos de a pie siguen sufriendo la maldición de trasladarse cotidianamente rumbo a sus trabajos u otros destinos como si fueran ganado rumbo al matadero (esto es literal). Esta situación, verdaderamente por lo menos, me resulta irresponsable.

Todavía permanece en la retina (y quedará por mucho tiempo más) de todos los argentinos las imágenes de cientos de personas que permanecieron atrapadas durante horas sin poder escapar del infierno ferroviario.
La muestra de irresponsabilidad, sentido común y la falta de solidaridad expresada por la dirigencia frente a un episodio de esta magnitud que nos enluta a todos, demuestra a las claras que  importa más la explotación política del desamparo argentino que la seguridad de la gente y sus bienes.
Lo que hubiéramos esperado en esos días de tragedia, es que los funcionarios de ambos gobiernos (nacional o porteño junto al coro irresponsable de todos los dirigentes de partidos políticos opositores que especularon y quisieron sacar rédito político de la tragedia de Once) se juntaran en un esfuerzo común para encontrar soluciones definitivas a la añeja problemática del sistema de transporte en Argentina de la cual todos sabemos, han colapsado hace rato frente al devenir del  crecimiento poblacional y el paso del tiempo, testigo implacable de la desidia nacional; así, como vemos actuar a nuestros dirigentes frente a los grandes desafíos que aun tiene nuestra sociedad nos muestra una vez más lo patético de la desventura argentina en materia dirigencial. 

Pero un interrogante todavía más peligroso surca los cielos de la patria y se instaló como pregunta en la opinión pública a partir de este trágico episodio que costó la vida a 51 personas (usuarios) y cerca de 700 heridos: ¿cuál fue entonces la finalidad de los subsidios?.
El común de los argentinos ya casi estábamos convencidos que fue para ayudar a la gente de menores recursos distribuyendo las cargas entre todos mediante los subsidios aportados por los fondos del tesoro nacional para que así de esta forma los empresarios del transporte público no aumentaran el costo del boleto al valor “real” cubriendo así  el “déficit” que estos tenían al tener un boleto más barato; pero si esto fue así, se supone que las empresas no perdían plata ya que con el subsidio (que en definitiva  pagamos todos por ser plata del Estado) cubrían “sus pérdidas” y en consecuencia deberían de haber invertido esos fondos para mejorar los servicios y no llegar al límite de poner en riesgo la vida de los usuarios; entonces ¿Qué pasó? ¿Qué hicieron con la plata de los argentinos?.
Si la plata de los subsidios sirvió para que los concesionarios realicen tomas de ganancia empresarial u otros artilugios financieros poco claros en vez de invertir para mejorar los servicios, deberíamos revisar con urgencia que dice la ley al respecto, porque la duda de todos se dirige hacia la sospecha de estar frente a un monumental fraude, un delito penal y criminal por desvío de fondos de subsidios del Estado con otros destinos que indudablemente no fueron los pactados por el Estado Argentino. No quiero ni pensar que pasaría si se investigara el resto de los subsidios adjudicados a concesiones de luz, gas, agua, teléfono y otros tantos servicios públicos subvencionados por el gobierno en todos estos años.

Pero bien, todo es posible en la dimensión desconocida del manejo de estos fondos (subsidios) en la cual ya ni siquiera sabemos si la propia Presidenta está al tanto del destino de estos y otros manejos que comienzan a ver la luz amenazando con erosionar aceleradamente el fabuloso apoyo que tuvo el gobierno en las elecciones presidenciales pasadas.  
Esta controversia recién empieza y los grandes argumentadores de un lado y de otro comienzan a esbozar su relato de la realidad; ¿se impondrá el relato de lo real (quiero decir el relato del gobierno) aquel que dice en su acepción más antigua: perteneciente al rey y por tanto es la verdad absoluta? ¿o se impondrá el relato de quienes quieren diezmar el poder del gobierno de Cristina? (aquellos que todavía no le ofrecieron ninguna alternativa al pueblo) entretanto, solo se dedican a auparse en los numerosos errores del gobierno y así camuflar su visible inoperancia.
Mientras todo esto sucede, “el pueblo está solo y espera”; esperanza esta de creer en  que tiempos mejores deberán venir para avanzar con coraje y decisión hacia un futuro mejor, antes de que el futuro venga por nosotros para convertirnos una vez más en pasado.    
                                                    
Vicente Scordamaglia