martes, 14 de octubre de 2008

La televisión y el medio social

LA TELEVISIÓN Y EL MEDIO SOCIAL


Autor: Vicente Scordamaglia


Comenzando por advertir que la televisión es uno de los fenómenos de nuestra civilización y que por tanto es preciso alentarla en sus tendencias más válidas, como así también estudiarla en sus manifestaciones, es que se propone el presente trabajo de investigación.

Todos sabemos la enorme influencia que tienen los medios masivos de comunicación en la vida cotidiana de las personas, pero en especial se distingue uno como hegemónico del resto, la televisión, por su importancia, su influencia y su llegada, casi podríamos decir que involucra a la totalidad de los seres humanos de todas las edades, desde un bebé hasta un anciano pasan cotidianamente horas frente al televisor, transformando a éste en un objeto incorporado a la subjetividad y al quehacer cotidiano del hombre.

Desde su creación en adelante, la televisión se encargó de mediar entre el mundo real y el sujeto casi todos los aspectos del mundo exterior. Esto terminó por darle a este medio en particular la autoridad de proporcionar los hechos reales y verdaderos, sin distinguir entre lo verídico y la fantasía. He aquí la gran responsabilidad entonces que deberían tener empresarios, productores y directores de televisión a la hora de difundir su programación.

Los acontecimientos reales que se entremezclan con la ficción de las series y la publicidad obturan la posibilidad de discriminar entre ambas situaciones conflictuando la sensibilidad del hombre y su capacidad analítica. Ya no se asombra, no se emociona y no se entristece por los episodios que suceden a su alrededor. La mediatización ejercida por la televisión aumenta los temores de que este medio provoque escapismo, pasividad y dependencia, como así también que inculque hábitos de violencia y delincuencia en algunos sectores de nuestra comunidad.

Nos dice un análisis de Leonardo Mindez en “Canal 7 medio siglo perdido”. La televisión no sólo ha conquistado el primer lugar como medio de comunicación masiva a escala planetaria, sino que se ha constituido en elemento central de las sociedades modernas.
La evolución tecnológica es apabullante. Desde el analizador de imágenes, hasta las pantallas instaladas en teléfonos celulares que reciben imágenes vía satélite, desde los aparatos blanco y negro, hasta la televisión digital de alta definición.
Pero para las ciencias sociales, resulta aún más sorprendente la manera en que la utilización de estos dispositivos tecnológicos modificó la vida en sociedad. Como había ocurrido antes con la radio, pero esta vez con la fuerza deslumbrante de la imagen, la televisión ingresó a la intimidad de los hogares para transformar la vida familiar. Pero no se quedó allí, pues se consolidó como una poderosa herramienta de socialización capaz de desplazar a la escuela como educadora, los espectáculos masivos como entretenimiento y el debate público de ideas como fundamento de la democracia.”

Si esto que dice Míndez es así, creemos pues que la TV no es la clase de medio que provee a la gente de un contexto, lo que provee constantemente son fragmentos. La TV se preocupa todo el tiempo por proyectar una imaginería dinámica atractiva.

La cantidad de información que este medio proporciona al hombre moderno, produce en la construcción de su subjetividad, complejos trastornos que todavía no podemos medir ya que su influencia es día a día mayor. Para verlo desde una concepción dialéctica y que sirva a modo de ejemplo la TV propone un sujeto pasivo, ya que cuanto mayor acción hay en el aparato de televisión menor acción hay en la vida de ese sujeto. Cambió el rol de protagonista, de hacedor de la historia, por el de espectador.

Este hecho altamente significativo, es una muestra del desorden psíquico que puede proporcionar en nuestras mentes si dejamos que la televisión ocupe el rol protagónico por nosotros.

Lazarsfeld y Merton se refieren en su libro La Comunicación de Masas a la “disfunción narcotizante” de los medios de masas y consideran la posibilidad de que la exposición a un bombardeo de información pueda servir antes para narcotizar que para estimular al lector o al auditor promedio, que llega a ignorar los problemas inmediatos y nada puede hacer entonces acerca de ellos. Es posible incluso que la función narcotizante de los medios de masas sea tan eficaz, que le impida al adicto el reconocimiento de su propio mal. Además, los medios de masas, particularmente aquellos en los que prevalece el elemento comercial, pueden promover una especie de conformismo social, una lealtad irreflexiva a nuestra estructura social. “El grado en que los medios de comunicación de masas tienen influencia en su audiencia, depende no solo de lo que se dice, sino, aún mas significativamente, de lo que no se dice. Porque estos medios no solo siguen afirmando el statu quo sino, en la misma medida, no estimulan interrogantes esenciales acerca de la estructura de la sociedad. Por lo tanto, como que conducen al conformismo y procuran escasa base para una apreciación crítica de la sociedad, los medios de masas apadrinados comercialmente restringen indirecta pero eficazmente el desarrollo convincente de una perspectiva genuinamente crítica”

Es entonces, que la TV se caracteriza por emitir mensajes que rozan la incoherencia y la impotencia al mismo tiempo. Cuando nos enteramos de una cantidad de cosas que escapan a nuestra posibilidad de influir sobre ellas nace el sentimiento de impotencia.


Los riesgos que corre el sujeto moderno al no tener una adaptación activa al medio (esto es plena interacción con el medio) son que otros tomen las decisiones por él.

Debemos prestar atención a cómo las formas de la comunicación humana afectan nuestros hábitos de conocimiento, nuestras relaciones sociales, nuestras ideologías políticas etc. En otras palabras, no lo que la gente ve en TV, sino el simple hecho de que mire TV es lo que importa.

En otro orden de cosas podemos decir que la televisión se constituyó en la herramienta preferida de los sistemas de producción; al advertir tempranamente el poder de penetración que ésta tiene, comenzaron a invertir en publicidad y grandes producciones siendo el principal sustento de la misma. De esta manera se fue conformando un nuevo factor de poder.

A partir de aquí no se detuvieron, la moral que la sociedad y las familias reservaban para los niños y jóvenes a la espera de su adultez, en la actualidad ya no lo es tal. Hoy los sistemas de producción, amplificado por la televisión unificaron la franja de consumo, se vende para todos por igual, desde un niño hasta una persona madura según estas nuevas pautas morales están en condiciones de consumir alcohol, tabaco, sexo, “droga y rock and roll”.

Como vemos en este caso estamos en presencia de “fines” y no de “medios”
de comunicación.
Pero, aunque esto tenga su historia y sus antecedentes, es un fenómeno que está creciendo fuertemente hoy. Nos referimos a la valorización del receptor en el proceso de la comunicación, a la reivindicación de sus posibilidades de creación, de selección, de reformulación o de negación sobre lo que recibe.

De alguna manera nuestra cultura revalorizó siempre al emisor: como si el que emitiera un mensaje estuviera llenando una vasija vacía o escribiendo una página en blanco, algo que sigue estando presente aún en nuestra vida cotidiana.

Ahora bien, ¿qué sucede con los niños y los jóvenes?
Para ellos toda la publicidad es subliminal.

Los mismos motivos que hicieron que se prohibieran las técnicas de propaganda subliminal, porque manipulan la conducta sin que las personas puedan defenderse conscientemente, son aplicables a cualquier tipo de publicidad expuesta a la mente abierta e inadvertida de los niños y jóvenes.



El común de los niños, saben más jingles que canciones infantiles por ejemplo.
Este hecho obliga a reflexionar sobre el tipo de educación que la publicidad y en general la programación de la TV está dándoles, pues los transforman en difusores inconscientes de mensajes comerciales (gaseosas, automóviles, golosinas, pañales, juguetes etc.

Los niños también son “usados” como vendedores de productos hablándoles en segunda persona como en los casos en los que se indica “ decile a tu papá que te compre...”.

Pero no podemos olvidar que un gran porcentaje de la población, no puede consumir la mayoría de los productos que se le ofrecen con los consecuentes sentimientos de frustración que esto genera. Y esto es porque en el medio de este mensaje, la TV omite algo muy importante, no dice y lo que es peor no muestra como se consiguen las cosas, da por supuesto que la forma de acceder a estas necesidades creadas por la TV son legítimos y no ilegítimos. Y nos preguntamos ¿Quién lo puede asegurar?.

La TV crea valores en los jóvenes. Pero difiere de otros sistemas creadores de valores porque ha profundizado exhaustivamente las reacciones de la mentalidad, sus técnicas y sus motivaciones. Sabe como cambiar una idea, transformar un gusto o despertar una necesidad.
Esta concepción satura permanentemente al sujeto. Como resultado, cada individuo toma casi todos los valores de la saturación publicitaria.

La complejidad de condiciones en que tienen que vivir y que tienen que enfrentar los hombres en una sociedad nueva en permanente y vertiginoso cambio los lleva a buscar en todo momento el marco de referencia de los valores, sin importarle si estos son auténticos o falsos, valores o pseudo-valores. Lo esencial es el marco de referencia que estos dan.

La TV a través de la venta del producto trae y crea un nuevo estilo de vida. Este estilo de vida se constituye sobre la idea de la vida fácil, liviana, juvenil, sin que exija mucho trabajo y mucho esfuerzo. Muestra permanentemente el límite entre el éxito y el fracaso dejando un vacío en el medio que pertenece a la cultura del trabajo, la formación y la construcción de instrumentos legítimos que dignifiquen al sujeto en el logro de sus objetivos.

No podemos olvidar que el estilo de vida tiene íntima relación con los valores.
La publicidad y la TV en general no solo crean su propio estilo de vida, sino los valores que lo sustentan y lo mantienen. Este estilo de vida está basado sobre los siguientes valores: placer, facilidad, juventud eterna, deseos, sueños, ilusiones, esperanzas, belleza, éxito, indiferencia.
Están ausentes estos valores: trabajo, esfuerzo, conflicto, adversidad, fracasos, fealdad, sentido de sacrificio, dolor, empatía, ideales.

¿Qué ofrece la TV a niños y jóvenes?.
¿Cómo debemos intervenir los adultos ante este desafío?.

¿Hacia dónde debe apuntar la educación?.

¿La TV es facilitadora de los procesos de aprendizaje?


La sociedad es una masa indistinta de reaccionadores inertes en espera de ser alterados de manera predeterminada por manipuladores todopoderosos de la publicidad y la persuasión oculta. Lo que ignora esta imagen es la capacidad tremenda del organismo humano para seleccionar, ampliar y manipular las señales que acometen sus sentidos.
Ignoran, entre otras cosas, la posibilidad que tiene el hombre de “poner la cara” “bajar la cortina” términos por algo acuñados por la cultura popular.

Con esto afirmamos la capacidad del hombre para bloquear, desviar, reelaborar o invertir lo que recibe, para crear propuestas a partir de sus necesidades políticas, económicas, culturales, humanas y sociales, para leer hechos y no palabras, para defender su identidad aún bajo las condiciones más precarias o adversas.

En este sentido la televisión, debería aportar a la educación, el trabajo y la salud mensajes unívocos promoviendo con sentido sociocultural instrumentos que le permita al receptor ver a la TV como a un auxiliar para su necesidades.
Es precisamente en este orden que la televisión del estado cumple su rol más importante ya que se distinguiría de las emisoras privadas cumpliendo con el fin social y cultural por la que justifica estar en manos del estado argentino.

Continuando con el análisis de Leonardo Mindez nos dice al respecto “ ante este instrumento poderoso, y desde el momento en que los diferentes organismos internacionales concordaron en que cada país ejercería la soberanía sobre el espectro radiofónico dentro de su territorio, le toca a los Estados establecer las condiciones que rigen su funcionamiento. Aquí entran en juego las dimensiones políticas, sociales, estratégicas, económicas y culturales que cada país le asigna a sus medios de comunicación. Todas las cuales quedan plasmadas en un determinado marco regulatorio.
Así, desde un comienzo, algunas naciones optaron por entregar en concesión las frecuencias a particulares para su usufructo comercial, otras prefirieron dejar la gestión de un área tan sensible en manos de corporaciones públicas sin fines de lucro con mayor o menor injerencia del Estado, y, por último, algunos países se inclinaron por distintas formas de sistemas mixtos.
En la Argentina, la mayoría de las estaciones pasaron alternativamente por la propiedad estatal o privada, pero el canal pionero de la televisión nacional fue el único que se mantuvo bajo administración estatal a lo largo de toda su historia. Este hecho constituye per se al Canal 7 en un objeto de estudio privilegiado para tratar de comprender qué tipo de política comunicacional siguió el Estado argentino para regular la radiodifusión en general y la pública en particular, sino verificar cómo actuaron en la práctica las diferentes autoridades que tuvieron a su cargo el Canal 7”.

Quizás en este punto deberíamos interrogarnos sobre si nuestro país alguna vez tuvo una política de comunicación. La respuesta es rotundamente “NO” como así no la hay en otras áreas consideradas estratégicas de nuestra Nación.
Una serie de leyes y decretos promovido por los gobiernos de turno no solo no conformaron un proyecto de comunicación estratégico para la nación, sino que hicieron de la comunicación social un coto de caza de las disputas por el poder.
Los marcos regulatorios de la andanada de leyes y decretos que se efectuaron sobre las comunicaciones y en particular las destinadas a la radio y la televisión, mostraron más o menos la fragmentación imperante en nuestro país, ya que cada interventor del área de comunicaciones expresaba la ideología del poder político de turno. Tomando palabras de Mindez, nunca se tuvo en cuenta las dimensiones políticas, sociales, estratégicas, económicas y culturales que nuestro país le asigna a la política comunicacional en general y en particular al canal oficial.

Valdría la pena detenerse a reflexionar con un poco más de esmero, sobre el fenómeno de los medios de comunicación en general, ya que como fenómeno social es relativamente nuevo, su decisivo protagonismo en la construcción de nuestra sociedad y su incidencia en la subjetividad del sujeto de la “modernidad” hace una tarea obligada para entender las relaciones de los seres humanos.

Es necesario comenzar aclarando en este caso que el hombre desde su misterioso comienzo de los tiempos no hace otra cosa que manifestar sus emociones, para ello utilizó primero la comunicación simbólica (gestos, ruidos, olores etc.) pero a partir de la incorporación del habla y la escritura no solo pudo comunicar sus emociones sino también sus necesidades.

Para reforzar nuestro análisis veamos que dice al respecto Néstor Sexe
Lic. en Ciencias de la Comunicación UBA Profesor Titular de Comunicación y Crítica FADU UBA.

Cuando hoy decimos la palabra comunicación casi inmediatamente la asociamos a Medios Masivos. Es más, se le da tanta importancia al desarrollo tecnológico de los Medios que pensamos que la Comunicación constituye una problemática antes inexistente. Esto es incorrecto. Las nuevas tecnologías solamente han expandido una característica humana, la de comunicarse.
La interesante formulación de Mc Luhan “el medio es el mensaje”, hace de la Comunicación una problemática dependiente de la tecnología. Debemos distinguir entonces entre el concepto de aparato, capaz de extender las facultades naturales del hombre e instrumento, que permite detectar datos que escapan a la capacidad natural del hombre. Un micrófono es un aparato y un microscopio un instrumento.
Las nuevas tecnologías son tanto aparatos como instrumentos, algunas veces amplían una facultad, otras, logran efectos que escapan a la capacidad natural.

Sabemos con claridad que el consumo de la televisión en particular, varía según la edad, la inteligencia, el sexo, la educación, la clase social, los hábitos y las relaciones sociales, por lo tanto el efecto de la televisión sobre las personas depende de estas variables. Debemos entonces analizar en esta investigación no solo que hace la televisión con las personas sino también que hacen las personas con la televisión lo cual nos amplia mucho más el marco de referencia.
Por ello entonces no se justifica en términos de investigación hablar de una televisión buena o mala, porque tenemos que tener en cuenta la relación que se da entre cierto tipo de publico y una situación, es decir que lo que es necesario saber con que tipo de necesidades se acercan las personas a la TV, que satisfacción deriva de sus formas particulares y recién entonces ver cuales son sus consecuencias.

En este orden, estudiamos y analizamos algunos aspectos relacionados con la televisión y el medio social, su incidencia en la educación, el trabajo y la salud pero fundamentalmente sabiendo que este fenómeno de la comunicación, o los llamados medios de comunicación de masas, tan peculiar por cierto, merece dejar abierto un permanente debate de todos los sectores involucrados en mejorar día a día nuestras relaciones de comunicación social.