martes, 17 de abril de 2018

VIOLENCIA SIN FIN

Artículo de opinión
VIOLENCIA SIN FIN
Por: Vicente Scordamaglia

No es hazaña pequeña seguir conservando la serenidad en medio de una ocupación sombría y llena de responsabilidades. Y, sin embargo, ¿hay algo más necesario que la serenidad?
Friedrich Nietzsche

La existencia de los seres humanos, sujetos a vivir en sociedad, se ha convertido dramáticamente en estos tiempos en una misión de riesgos inconmensurables, creando de por sí una perpetua inestabilidad en la sociedad global. Desde que en un pasado remoto de la génesis humana en donde los primeros antepasados del hombre fueron parte de la cadena alimentaria de otras especies salvajes que habitaban el planeta, hoy, y a pesar de toda la ornamentación que ostenta la sociedad “moderna” y a pesar de haber ganado la batalla fundante del desarrollo actual contra todo otro ser vivo sobre la faz de la tierra, el ser humano, a través de los tiempos, sigue sometido a peligros extraordinarios sin vista de solución en el corto plazo.

Y no precisamente por ser parte de la cadena alimentaria de otras especies animales (que siempre es preocupante) sino que en la actualidad, se encuentra sujeto a un peligro superior que lo abruma frecuentemente al saberse presa de un depredador presente mucho más peligroso y sanguinario que solo busca su destrucción; la diferencia radica en que esta amenaza  consiste en que la bestia actual no solo busca su destrucción sino que además es capaz de  “deglutirse” a sí mismo provocando un holocausto terrenal: este animal viviente, peligroso e inteligente es el homo sapiens (hombre inteligente) es decir: ¡el hombre de nuestro tiempo!

Dicen que la violencia que se vive a diario en todas partes del planeta es un clima de época, poco argumento para tan escalofriante realidad. Los ataques perpetrados contra personas en cualquier ciudad del planeta sin mediar cargo alguno o motivo que lo justifique, las masacres perpetradas con armas de destrucción masiva sobre ciudades llenas de civiles en nombre de la libertad, las hambrunas de millones de seres humanos con necesidades básicas insatisfechas por los procesos económicos que concentran capitales a niveles inimaginables creando múltiples injusticias a lo largo y ancho de todo el planeta, nos muestra a las claras, la envergadura de la crisis moral y existencial que vive el hombre en su paso por la vida.

El exiguo valor que se le da a la vida humana es equivalente a la que le dan los soldados en un campo de batalla en donde matar o morir es la razón de ser y lo único que se persigue en ese escenario es la propia existencia; aun así, en esta situación límite, se podrían encontrar razones que justifiquen semejante aberración humana sabiendo que el que mata primero tiene una segunda oportunidad de seguir viviendo hasta que otro sujeto, en la misma situación, lo termine matando a él. 
Ahora bien ¿cómo podemos justificar racionalmente a aquellos que matan violentamente a civiles desarmados en cualquier ciudad del mundo por los medios menos esperados, o a aquellos que masacran con bombardeos sistemáticos sobre ciudades llenas de civiles y que también se encuentran desarmados? 
La respuesta no es fácil de discernir, sobre todo cuando ésta tragedia humanitaria está plagada de intereses religiosos, económicos, políticos y militares que obstruyen per se una solución clara y contundente. Si nos atenemos a la historia misma de la evolución como sociedad, partiendo de la única certeza que tenemos a mano, podemos afirmar que no hemos dejado de hacerle la guerra a nuestros semejantes cada vez que nuestros intereses se vieron afectados o estuvieron en peligro y en consecuencia, utilizamos la violencia que tenemos a nuestro alcance para eliminar a otros o al supuesto agresor como única forma de solución posible, la respuesta entonces nos puede proyectar para situarnos en una categoría superior de la escala animal que todavía no fue catalogada por la antropología, algo así como el supremo depredador no solo de todo ser viviente sino también de su hábitat junto con ello: su propia especie. Alguien dotado y equipado con todos los elementos necesarios tanto para destruir y borrar de la faz de la tierra todo elemento creado por (Dios) el hombre como así también para construir un mundo casi ideal. Podríamos denominarlo “De animales a dioses” según la calificación que le da Yuval Noah Harari en su libro: Breve historia de la humanidad, su ensayo nos aproxima para poder situarnos en la tarea de investigar la historia de la violencia como rasgo central del desarrollo del hombre y su entorno ¡la tierra!

Todos los estudios que se han hecho con respecto al hombre y la violencia ejercida contra otras especies y su entorno, tienen que ver fundamentalmente con la lucha por los recursos necesarios para el desarrollo humano. Desde un sujeto, sometido desde que nace a una feroz lucha por la vida, hasta las naciones en constante forcejeo ejerciendo la violencia armada por los recursos necesarios para su desenfrenado desarrollo, son pasibles de cometer atrocidades por alcanzar sus objetivos.   


Freud descubrió que la violencia humana es una pulsión inherente a la conformación del ser humano, lo que no pudo ver en su tiempo es como evolucionaría ese rasgo que en la actualidad prevalece sobre otros, sobre todo cuál es el límite de evolución que alcanzaría esa tendencia agresiva (violenta) del hombre propenso a llegar a límites inimaginables de destrucción masiva que, en caso de no poder mantener equilibradas (y a tiempo) las pulsiones  violentas que habitan en los sujetos, sabrá Dios cuando estaría dispuesto a sobrepasarse en la relación (in)consciente que debe tener el hombre entre la vida, la muerte y con ello, la de su propia destrucción.