Artículo de opinión
VIOLENCIA SIN FIN
No es hazaña pequeña seguir
conservando la serenidad en medio de una ocupación sombría y llena de
responsabilidades. Y, sin embargo, ¿hay algo más necesario que la serenidad?
Friedrich Nietzsche
La existencia de los seres humanos,
sujetos a vivir en sociedad, se ha convertido dramáticamente en estos tiempos
en una misión de riesgos inconmensurables, creando de por sí una perpetua
inestabilidad en la sociedad global. Desde que en un pasado remoto de la
génesis humana en donde los primeros antepasados del hombre fueron parte de la
cadena alimentaria de otras especies salvajes que habitaban el planeta, hoy, y
a pesar de toda la ornamentación que ostenta la sociedad “moderna” y a pesar de
haber ganado la batalla fundante del desarrollo actual contra todo otro ser
vivo sobre la faz de la tierra, el ser humano, a través de los tiempos, sigue
sometido a peligros extraordinarios sin vista de solución en el corto plazo.
Y no precisamente por ser parte de la
cadena alimentaria de otras especies animales (que siempre es preocupante) sino
que en la actualidad, se encuentra sujeto a un peligro superior que lo abruma
frecuentemente al saberse presa de un depredador presente mucho más peligroso y
sanguinario que solo busca su destrucción; la diferencia radica en que esta
amenaza consiste en que la bestia actual
no solo busca su destrucción sino que además es capaz de “deglutirse” a sí mismo provocando un
holocausto terrenal: este animal viviente, peligroso e inteligente es el homo
sapiens (hombre inteligente) es decir: ¡el
hombre de nuestro tiempo!
Dicen que la violencia que se vive a
diario en todas partes del planeta es un clima de época, poco argumento para
tan escalofriante realidad. Los ataques perpetrados contra personas en
cualquier ciudad del planeta sin mediar cargo alguno o motivo que lo
justifique, las masacres perpetradas con armas de destrucción masiva sobre
ciudades llenas de civiles en nombre de la libertad, las hambrunas de millones
de seres humanos con necesidades básicas insatisfechas por los procesos
económicos que concentran capitales a niveles inimaginables creando múltiples
injusticias a lo largo y ancho de todo el planeta, nos muestra a las claras, la
envergadura de la crisis moral y existencial que vive el hombre en su paso por
la vida.
El exiguo valor que se le da a la
vida humana es equivalente a la que le dan los soldados en un campo de batalla
en donde matar o morir es la razón de ser y lo único que se persigue en ese
escenario es la propia existencia; aun así, en esta situación límite, se
podrían encontrar razones que justifiquen semejante aberración humana sabiendo
que el que mata primero tiene una segunda oportunidad de seguir viviendo hasta
que otro sujeto, en la misma situación, lo termine matando a él.
Ahora bien ¿cómo podemos justificar
racionalmente a aquellos que matan violentamente a civiles desarmados en
cualquier ciudad del mundo por los medios menos esperados, o a aquellos que
masacran con bombardeos sistemáticos sobre ciudades llenas de civiles y que
también se encuentran desarmados?
La respuesta no es fácil de
discernir, sobre todo cuando ésta tragedia humanitaria está plagada de
intereses religiosos, económicos, políticos y militares que obstruyen per se una solución clara y contundente.
Si nos atenemos a la historia misma de la evolución como sociedad, partiendo de
la única certeza que tenemos a mano, podemos afirmar que no hemos dejado de
hacerle la guerra a nuestros semejantes cada vez que nuestros intereses se
vieron afectados o estuvieron en peligro y en consecuencia, utilizamos la
violencia que tenemos a nuestro alcance para eliminar a otros o al supuesto
agresor como única forma de solución posible, la respuesta entonces nos puede
proyectar para situarnos en una categoría superior de la escala animal que
todavía no fue catalogada por la antropología, algo así como el supremo
depredador no solo de todo ser viviente sino también de su hábitat junto con
ello: su propia especie. Alguien dotado y equipado con todos los elementos
necesarios tanto para destruir y borrar de la faz de la tierra todo elemento
creado por (Dios) el hombre como así
también para construir un mundo casi ideal. Podríamos denominarlo “De
animales a dioses” según la calificación que le da Yuval Noah Harari en su libro: Breve
historia de la humanidad, su ensayo nos aproxima para poder situarnos en la
tarea de investigar la historia de la violencia como rasgo central del
desarrollo del hombre y su entorno ¡la
tierra!
Todos los estudios que se han hecho
con respecto al hombre y la violencia ejercida contra otras especies y su
entorno, tienen que ver fundamentalmente con la lucha por los recursos
necesarios para el desarrollo humano. Desde un sujeto, sometido desde que nace
a una feroz lucha por la vida, hasta las naciones en constante forcejeo
ejerciendo la violencia armada por los recursos necesarios para su desenfrenado
desarrollo, son pasibles de cometer atrocidades por alcanzar sus objetivos.
Freud descubrió que la violencia
humana es una pulsión inherente a la conformación del ser humano, lo que no
pudo ver en su tiempo es como evolucionaría ese rasgo que en la actualidad prevalece
sobre otros, sobre todo cuál es el límite de evolución que alcanzaría esa tendencia
agresiva (violenta) del hombre propenso a llegar a límites inimaginables de
destrucción masiva que, en caso de no poder mantener equilibradas (y a tiempo)
las pulsiones violentas que habitan en
los sujetos, sabrá Dios cuando estaría dispuesto a sobrepasarse en la relación (in)consciente
que debe tener el hombre entre la vida, la muerte y con ello, la de su propia
destrucción.