Artículo de opinión
Por: Vicente Scordamaglia
¡Cuando los pueblos
agotan su paciencia suelen hacer tronar el escarmiento!. Juan Domingo Perón
Argentina no avanza: se precipita hacia el futuro urgido por
dar respuestas a los múltiples problemas que preexisten, involucrando en ello a
la totalidad de los poderes de la Nación (poder ejecutivo, legislativo y
judicial) como así también a los medios de comunicación para que estos ejerzan
su influencia sobre la opinión pública que espera ansiosa, como si fuera una
turba callejera, la sentencia mediática para colgar anticipadamente a los reos
acusados de delitos económicos, políticos o sociales.
La andanada de procesos en los cuales están imputados funcionarios
del gobierno anterior con múltiples categorías jurídicas, exige el mayor
ejercicio de mesura para que estos puedan ser juzgados con la mayor seriedad en
el tratamiento de las acusaciones que recaen sobre ellos, ejerciendo su
legítima defensa de manera que no se corra el riesgo de ensuciar las causas a
riesgo incierto de cometer por ello injusticias Jurídicas, injurias políticas o
cualquier otro desacierto. Sumado a estos apuros por parte de los jueces que
estuvieron callados durante gran parte del gobierno anterior, el oficialismo
atropella a los argentinos con una serie de leyes que están en línea con un
plan perfectamente diseñado para sentar las bases de un proyecto político y
económico que incluye solamente a aquellos sectores que están vinculados con
las empresas amigas del poder de turno, dejando afuera a los sectores medios,
los trabajadores y los más vulnerables de la sociedad.
En este devenir vertiginoso en el que el gobierno intenta
imponer sus condiciones reflejadas en leyes antipopulares sobrevuela su propia
debilidad; cuando un gobierno democrático tiene que apelar a la fuerza del
poder que le otorga su mandato militarizando su accionar para evitar que el
pueblo se manifieste en defensa de sus intereses, es porque ha dejado de lado
el diálogo y la razón para tomar el camino de la imposición, convirtiendo a su
mandato en una especie de demo-dictadura al servicio de los intereses de las
empresas y en desmedro de los trabajadores y sus familias.
El cambio prometido con sus emblemáticos contenidos como
fueron pobreza cero, lluvia de capitales o trabajos de calidad, pasaron a ser
solamente consignas de un voluntarismo extremo sintetizado en el “sí se puede”
que se ahoga en su propia espuma a la hora de dejar alguna solución para los
argentinos. Las prácticas políticas utilizadas por el oficialismo nos hacen
acordar a las aplicadas por el gobierno anterior, en donde el apriete y la
extorsión están a la orden del día, remplazando al diálogo y el consenso tan
necesarios para los tiempos tumultuosos que nos toca vivir.
Si los desafíos que tenemos por delante los
argentinos superan los recursos que se tienen disponibles para la defensa de
esa amenaza, la democracia corre el riesgo de caer nuevamente en un enunciado
vaciado de contenido real que nos hundirá definitivamente en la intolerancia,
la violencia y el atraso perpetuo.