UN
NUEVO TIEMPO EN LA POLÍTICA ARGENTINA
Es curioso el fenómeno tan peculiar
que ocurre en nuestro país, que deja contento a todos los participantes sean
estos, ganadores o perdedores: cada vez que hay elecciones de cualquier tipo, terminan
festejando todos. (Será como dice la letra de una canción?: “La alegría no es
solo Brasilera”)
El inédito escenario de balotaje,
auspicia grandes concesos en el entramado nacional que requiere (y es lo que así
exige argentina) como punto de partida una gran unidad nacional de todos los
sectores y fuerzas políticas que lleve a nuestro país a un destino diferente
del que venía exhibiéndose en el segundo mandato de Cristina Fernández de
Kirchner.
En
este nuevo escenario, después de que nadie tuvo la superioridad establecida por
la ley electoral y quedando (ahora sí) solo dos candidatos para definir cuál de
ellos será el próximo presidente de los argentinos (Scioli y Macri) las fuerzas
políticas comienzan a re-alinearse en función de sus intereses de grupo o
facción, independientemente de lo que después decida la gente a la hora de
votar por uno o por otro candidato. Esta maniobra dirigencial en función de
futuros acuerdos que se realicen de cara a la definición de las elecciones, puede
no satisfacer al votante independiente cada vez más numeroso, lo cual como dato
de la realidad vemos como ese voto se desplaza de un lado a otro del arco
electoral a la hora de elegir candidato terminando con el histórico clientelismo
político dejando definitivamente atrás al voto cautivo.
Se
abre entonces para argentina, un nuevo balance de poder, en donde los nuevos
agrupamientos como lo son el Massismo y otros, (tercera fuerza en la reciente
disputa por el poder) pueden desarrollarse y cumplir un rol fundamental a la
hora de la toma de decisiones en la construcción de consensos que el poder
político del nuevo presidente requiere; apoyo fundamental para desmontar el
viejo poder que acaba de terminar su ciclo histórico si es que no se quiere que
este siga operando decididamente para obstruir o condicionar a lo nuevo que
comienza a emerger con fuerza de legitimidad popular y que culminará por
hacerse visible, el próximo 22 de noviembre fecha definitiva en que será
consagrado el nuevo presidente de los argentinos.
Terminada ya la primera vuelta en
donde el oficialismo más duro coloco a sus hombres en los diferentes lugares de
privilegio, cabe preguntarse con legitimidad, Cristina ¿quiere que gane Scioli?
La importancia que tiene el
congreso nacional es de vital importancia para el oficialismo ya que en ese
recinto se darán las futuras batallas y es el lugar donde el Kirchnerismo pretende
resistir y dar batalla a las leyes que consideren vaya en contra del “modelo”
actual de gobierno.
Los
acuerdos pos electorales serán sin duda lo más importante que deje el actual
proceso electoral. Esto es así ya que como todos los argentinos suponen (o en
el mejor de los casos esperan) con el próximo gobierno sea el candidato que
gane las elecciones presidenciales, terminará definitivamente con el
personalismo político que hegemonizó gran parte de la historia democrática de
nuestro país. Si esto es así, sin duda, será un avance definitivo hacia una
mejor calidad institucional que redundará en una herramienta fundamental para elegir
mejores y más probos dirigentes en nuestro país.
Como
se viene manifestando y con razón, la demanda de la gente sobre este final de
ciclo, no solo es el final de un gobierno para que lo suceda otro en su lugar, sino
y fundamentalmente, será el final de gobiernos con sesgos autoritarios que
impulsaron fuertes personalismos omnipresentes en gran parte de nuestra corta
vida democrática.
A
partir de aquí y por sus características personales, ninguno de los dos
candidatos podrá por si solo mantener por mucho tiempo una masa crítica propia que
le sea favorable a su gobierno si este (quien gobierne) no es capaz de lograr
grandes consensos con otras fuerzas políticas existentes. Los votos cautivos
que hasta ahora dominaron la escena política nacional (como decíamos
anteriormente) y que capitalizaron los dos partidos históricos como lo fue el
Radicalismo primero y el Peronismo después, serán reemplazados en la medida que
se afiance la democracia representativa en nuestro país, por importantes segmentos
de electores que orientarán su voto de acuerdo a los intereses que su
dirigencia deberá interpretar y representar.
Esta
nueva posibilidad que se avizora en el horizonte político nacional será la
herramienta indispensable para que argentina pase de la etapa gregaria con liderazgos
autoritarios y hegemónicos a liderazgos más democráticos en donde se privilegie
el consenso, la propuesta, los proyectos y la gestión gubernamental.
Siempre
se creyó ( y debe de haber sido así) que si no teníamos un liderazgo fuerte en
el poder no se podía gobernar a una argentina díscola y rebelde en un proceso democrático
creciente; los últimos cien (100) años de la historia, argentina alterno su
vida política entre gobiernos seudo democráticos condicionados por factores de
poder o golpes de estado alentados por los mismos grupos de poder que apoyados
por intereses internacionales realizaron su negocio sin importar costos,
recursos y daños estratégicos que le produjeron a los intereses de nuestro país
e impidieron el ingreso de nuevas generaciones de dirigentes a la vida
democrática de nuestro país frenando la construcción de un estado de bienestar que
mejore la calidad de vida de nuestra población.
Es
posible entonces, si el pueblo así lo decide, que los próximos periodos
presidenciales, argentina comience a transitar el camino de la construcción de
una democracia representativa más estable como tienen la mayoría de los países
desarrollados del mundo.
Por
supuesto que esto no es todo, la calidad institucional deberá ser acompañada
por una generación de dirigentes que crea fervientemente que esto es posible,
convirtiéndose así, en una nueva generación de dirigentes no solo con vocación
de servicio, sino también con valores morales y republicanos que trabajen por
una argentina mejor para todos.
VICENTE
SCORDAMAGLIA