lunes, 10 de marzo de 2014

LA SOCIEDAD DE LA DESCONFIANZA

LA SOCIEDAD DE LA DESCONFIANZA
ARGENTINA ENTRE LA VIRTUD O EL ENGAÑO

Para el abordaje de este artículo tomé prestado el título de un capítulo del libro La contrademocracia de Pierre Rosanvallon “La Sociedad de la Desconfianza”; ya que éste, con mayor capacidad que la mía, se refiere a la problemática actual de las democracias representativas en el mundo. 
Mientras leía este excelente análisis,  necesariamente buscaba los puntos de coincidencia del proceso político argentino en el que este autor pareciera haberse inspirado (nuestro devaluado sistema de partidos de nuestra democracia); sin embargo realiza una descripción mucho más amplia que abarca a todas las democracias del universo politico, delineando el complejo desafío que tienen los pueblos del mundo para ejercer un control mucho más eficaz y auténtico sobre sus gobernantes.  

Dos definiciones son indispensables para tener en cuenta de lo que importa señalar en este artículo: Para Platón, la dialéctica y el amor son los caminos hacia las ideas. Pero por sí mismos no bastan: es necesaria la virtud, que también es el camino hacia el Bien y la Justicia. Además, el hombre aislado no puede ser bueno ni sabio: necesita de la comunidad política (el Estado). Así, la virtud y el Estado permiten el acceso a las Ideas. Pero éstas, a su vez, son su fundamento último.

Para Maquiavelo, el príncipe o el gobernante, tienen como misión la felicidad de sus súbditos, y ésta sólo se puede conseguir con un Estado fuerte. Para conseguirlo tendrá que recurrir a la astucia, al engaño y si es necesario, a la crueldad. La virtud fundamental es la prudencia para la conveniencia del Estado. Si el interés de la patria exige traición o perjurio, se comete. "La grandeza de los crímenes borrará la vergüenza de haberlos cometido". Los medios no importan, el fin los justifica, no es necesaria la moral, sino un realismo práctico, no lo que debe ser, sino lo que es en realidad. Política y moral son dos ámbitos distintos e incluso contradictorios.

Después de releer varias veces estas dos máximas de la filosofía política con el interés de encontrar respuestas en el contexto actual, finalmente, aunque estoy un poco grande ya, comienzo a rendirme frente a la evidencia de que estas dos posturas filosóficas desde el punto de vista teórico fueron, son y serán por todos los tiempos profundamente antagónicos, pero en la práctica se mimetizaron y eternizaron una con la otra a través de los tiempos en que la humanidad, necesariamente, persiste en su afán de construir sociedades políticas cada vez más justas y éticamente más solidarias.  

A lo largo de toda la historia de la construcción social, la humanidad entera, se ha visto obligada a convivir con la contradicción que existe entre la verdad y la mentira; en este sentido sin perjuicio de que existan otras interpretaciones, para mí, la verdad hace a la virtud y la mentira hace al engaño; de allí que las ciencias políticas, instrumento fundamental de los pueblos para alcanzar sus aspiraciones en democracia, se ven así divididas entre dos corrientes de pensamiento destinado a influir sobre la clase política de todos los tiempos que mediante su conducta han actuado en nombre de los pueblos que dicen representar.

Desde la época pos-alejandrina de la historia Helénica y su expansión, se hizo corriente una palabra Oikoumene  (del griego οἰκουμένη, oikouménē) que representaba  tierra habitada, se refería al conjunto del mundo conocido por una cultura. Generalmente se distinguía como aquella porción de la tierra permanentemente habitada, esto en contraposición al anecúmene o áreas deshabitadas o temporalmente ocupadas; esto es lo que señala  Arnold Toynbee en su libro  “La gran aventura de la humanidad”.
Ya desde entonces, en que el mundo habitado comenzó a adquirir conciencia de ello, no se detuvo en la conquista de otras tierras (y sus recursos) para ser habitadas; así, la Oikoumene (tierra habitada) comenzó su “progreso” vertiginoso e ininterrumpido mediante guerras de conquistas y colonización, en donde no ahorró sangre humana ni recursos materiales, que con el correr de los tiempos se sintetizó en una constante entre la lucha de los pueblos en contra de los imperialismos que intentaron sojuzgarlos.

Así, todas las guerras que se hicieron en nombre de la libertad y la democracia terminaron en grandes masacres; al respecto reflexionaba Todorov (“Los enemigos íntimos de la democracia”): la violencia de los medios anula la nobleza de los fines. No hay bombas humanitarias ni guerras misericordiosas; Las poblaciones que las sufren cuentan los cadáveres y nada saben de los sublimes objetivos que proclaman las superpotencias en nombre de la moral, dignidad, libertad, derechos humanos y civilización.

Hoy el mundo y sus sociedades atraviesan un punto de inflexión con respecto a su incesante avance y sus fines. La relación entre la verdad y la mentira cobra hoy una dimensión fundamental ya que ninguna cultura (que haya sido trascendente para la humanidad) se ha podido construir sobre la mentira y el engaño. 
Toda la historia de la humanidad confirma la existencia de una dirección que se orienta hacia la emancipación de los hombres y las sociedades que ellos construyen, por ello lo nuevo deberá edificarse sobre la verdad, desterrando definitivamente a la mentira y el engaño como forma de relación entre los pueblos y sus habitantes. Con relación a esta virtud, digamos que esta conducta, devuelve las cosas al seno de las normas y principios prácticos al dejar de creer como suele suceder en ciertos ambientes, que ser sincero y veraz es lo mismo ser ingenuo o estúpido.
El permanente proceso de desintegración que se operó sobre los pueblos y los valores fundamentales que inspiraron a toda la humanidad en su incesante construcción social, ineludiblemente será contenido y superado por un proceso opuesto e integrador que contará con el respaldo y apoyo de todos los pueblos libres del mundo. Este fenómeno de carácter internacional se está dando a partir de que las nuevas generaciones comienzan a comprender que muy poco se podrá cambiar si su generación no asume los riesgos (frente a la falta de confianza en su clase dirigencial)  de ocupar los espacios de decisión política, para remplazar si es necesario a una dirigencia desgastada y corrupta que no se detiene ante nada por intereses personales, de sector o facción. Así, la gran crisis que se expresa de distintas formas en diversos lugares del planeta sacudirá aun a los más apáticos, y cada uno comprenderá que la forma antigua de encarar las cosas habrá caducado dando lugar a nuevas formas de participación política y social; esto es la participación de nuevos liderazgos para hacerle frente a las nuevas realidades.

Este fenómeno que se viene dando en el plano internacional y que replica decididamente en nuestro país con modalidades propias las conmociones y crisis que se dan en lo mundial, confirma al proceso argentino como aquel que mejor se identifica con el que vive toda la humanidad.
La distancia abismal que separa la realidad de los argentinos y lo que expresa la clase dirigencial que la gobierna, tiene que ver con la sarta de mentiras proveniente de las usinas del poder con el único objetivo de hacer creer a nuestra sociedad que el gobierno está produciendo una revolución (el modelo) que transformará a la Argentina y sus habitantes.
Esta quizás, sea la mentira más importante del oficialismo (el relato), ya que esta creencia que quisieron imponer como consecuencia de saturar con mentiras en todos los canales de información (por donde los ciudadanos se informan libremente) colapsaron finalmente frente al poder de los ciudadanos que buscaron otras fuentes de información más confiables por donde verificar lo que el pueblo ya sabía por experiencia propia.  

El gobierno nacional convencido a sí mismo de su relato, reaccionó tarde frente a la evidencia de un pueblo que en las últimas elecciones decidió en un solo acto cívico, dos cosas fundamentales para garantizar la fortaleza de la democracia: no votar por la continuidad del gobierno y sus candidatos, y en este mismo acto autorizar a otro grupo de dirigentes para que en el tiempo que resta hasta el recambio presidencial construya una propuesta política que sea alternativa al poder del oficialismo.

Argentina vive una etapa de su historia llena de contradicciones políticas, sociales y culturales  en la cual dos tendencias se entrecruzan una vez más en el camino de su construcción social; la virtud y el engaño: este último es persistir en la confrontación permanente pensando que quienes piensen distinto son el enemigo que se debe combatir, manipulando los datos de la realidad y de la historia (que es común a todos los argentinos) para argumentar el engaño permanente y organizado desde las usinas del poder político oficial, con el único fin de perpetuarse en el poder o salir indemnes de él; o en su defecto avanzar con los verdaderos valores morales de justicia, libertad, solidaridad y unión de los argentinos, sobre los cuales construir una verdadera  nación; en este camino debemos formar a nuestros jóvenes para que asuman la responsabilidad, desalentando con enfasis la tendencia peligrosa que adquirió el hombre de nuestro tiempo a la mentira, a la traición, a la deslealtad y a la ruptura fácil y sin sentido. 

VICENTE SCORDAMAGLIA