domingo, 17 de julio de 2016

LA FIESTA QUE EL PUEBLO NO DEBE PAGAR

LA FIESTA QUE EL PUEBLO NO DEBE PAGAR

La política nacional entró en un impasse. Una tensa pero desconcertante espera pareciera invadir el espíritu maltrecho de los argentinos; la espera tiene que ver con que se produzca alguna mejora en el bolsillo de los trabajadores a partir del cobro de una parte de los aumentos de salarios resueltos en paritarias, correspondientes al primer semestre del año en curso, que, junto al medio aguinaldo, significa un cierto “alivio” para los alicaídos salarios de los trabajadores que venían aguantando los tarifazos (producidos por el gobierno nacional) con la misma plata que vienen cobrando desde el año anterior. En este mismo orden, también significó un desahogo para el gobierno nacional que se encontraba arrinconado por las múltiples demandas sociales. Esta sensación de “bienestar”, se produce sin perjuicio de que las promesas (de alivio, baja de la inflación y crecimiento del trabajo de “mejor calidad”) del gobierno siguen centradas en el segundo semestre del año sin olvidar que todavía falta negociar con los gremios el tramo restante al segundo semestre de las paritarias a partir del mes de agosto próximo.  

Todo este escenario complejo por cierto, viene siendo mediatizado por la prensa nacional, es decir, son minimizados ante los escandalosos episodios de corrupción que ponen en segundo plano de la agenda nacional a las demandas laborales.
Pero los argentinos ya estamos acostumbrados a este estado engañoso de estabilidad y sabemos que los aumentos en los servicios básicos que la población necesita (luz, agua, gas, salud, expensas y alimentos básicos) siguen su curso ascendente y no se detienen ante nada (cautelares de por medio) creando mayor zozobra en las familias argentinas de cara al futuro.
Un primer cacerolazo contra el gobierno de Macri en repudio a los tarifazos de los servicios básicos que consume el pueblo, comenzó a preocupar a los gerentes del gobierno de turno y una pregunta comenzó a sobrevolar las inmediaciones de la casa de gobierno acerca de cuál es el límite de tolerancia de toda la población con respecto a los ajustes brutales (y desmedidos) de un gobierno que comenzó a perder la iniciativa política y solo avanza con puro voluntarismo, fe y esperanza.   

Es natural que un nuevo gobierno le achaque todo lo malo al gobierno anterior y mucho más cuando existen múltiples motivos para que así sea, pero cualquier ciudadano, por menos leído que sea, se pregunta: ¿por qué el gobierno actual no le reclama a los empresarios (aquellos que fueron convidados de lujo a la fiesta Kirchnerista) con la misma firmeza que utiliza para negociar con los trabajadores? Más allá de que todos sabemos que debemos aportar algo de nuestro esfuerzo, no se ve por ningún lado que lo hagan quienes cobraron voluminosas cifras de dinero en subsidios del Estado. En este sentido,  la gente no tiene las herramientas para exigirles que rindan cuentas por el destino de los subsidios transferidos por el Estado Nacional hacia las empresas de servicios, pero el gobierno si los tiene ya que cuenta con todos los instrumentos que las leyes vigentes le otorgan para que rindan cuentas y llevarlos ante La Justicia si  fuera necesario.

La primera pregunta que tienen que responder los aplaudidores de siempre, (ya que son los mismos que vuelven a recibir subsidios del  gobierno actual) es: ¿Qué hicieron con la plata que les otorgó el gobierno anterior? ¿Fue un subsidio para mejorar los servicios de luz, agua, gas, transporte, energía y otros tantos o fue para mejorar sus cuentas personales?. Los servicios subsidiados por el gobierno anterior fueron otorgados a los empresarios para que cubran la parte que no pagaban los usuarios, como consecuencia de ello, al no perder sus ganancias deberían haber mejorado los servicios para que funcionen correctamente y no esperar a que el Estado corra nuevamente en rescate de empresarios que deberían haber hecho las reformas necesarias para tener los servicios en óptimas condiciones de servicio. 
De esta manera se pensó también para que el pueblo tuviera algún alivio a sus retrasados salarios y no para que los empresarios sigan recibiendo dádivas del Estado Nacional (patrimonio de todos los argentinos) agrandando sus cuentas personales, muchos de ellos depositando ese dinero en cuentas que están en paraísos fiscales.
Todo este zafarrancho, creado por el gobierno anterior y mal manejado por el gobierno actual, ha profundizado la problemática por la ineficiencia de los funcionarios de turno, que con total desparpajo insisten en que este es el costo que hay que pagar para que estos señores realicen su aprendizaje para gobernar creando mayor irritación en la sociedad que está a punto de desencadenar junto a sus reclamos una espiral de violencia peligrosa e innecesaria.    

La descripción no es antojadiza ni mucho menos alarmista, solo hay que saber mirar un poco más allá de lo que muestran los medios de comunicación que todavía les conviene seguir metidos en una disputa personal con los restos que quedan del Kirchnerismo,  donde la contienda terminará, parece ser, cuando algún personaje emblemático del gobierno anterior sea fotografiado tras las rejas. 

Mientras todo esto sucede, el gobierno nacional no encuentra la fórmula para bajar la inflación ni mucho menos para encauzar una reactivación de la economía que oxigene el escenario social. La economía global hoy en crisis no favorece las inversiones que se esperaban, complicando aun más el supuesto programa “desarrollista” en el que Macri depositó todas las expectativas, esto es: el ingreso “masivo” de inversiones, que a decir verdad, no se ven por ningún lado y difícilmente arriben quien sabe cuando a nuestro país. 
Es que en realidad nadie se dedicó a estudiar la problemática internacional y la crisis de sus mercados financieros, pero lo que es peor tampoco elaboraron un plan de gobierno alternativo en el caso de no contar con el capital externo por venir.
Lo único cierto hoy en Argentina es que tenemos medios de comunicación muy activos, unos jueces que de golpe son muy justicieros y una política ausente, mientras los gerentes de turno no hacen otra cosa que hostigar al pueblo para que pague una fiesta que no debe pagar. 


VICENTE SCORDAMAGLIA