jueves, 13 de noviembre de 2008

Crisis Dirigencial


CRISIS DIRIGENCIAL


EN LA BUSQUEDA DE UN LUGAR
EN LA SOCIEDAD

Tratando de comprender la realidad que nos rodea y nos determina cotidianamente, estamos obligados casi como un ritual impostergable, a asumir la responsabilidad de analizar críticamente los acontecimientos políticos y sociales que acontecen en nuestro país y en el mundo.

Este mecanismo es una de las tantas formas que tenemos, las gentes de todas las latitudes en la “búsqueda de un lugar en la sociedad” y de apropiarnos de la realidad para que a su vez ésta, en su acontecer de cambio recíproco entre el sujeto y el medio nos beneficie de alguna forma con nuestra inclusión.
Decía críticamente porque los gobiernos a través de sus dirigentes tienen la obligación de facilitar, cambiar o transformar aquellas causas que impidan que se cumpla con las demandas sociales y el cometido para que un mayor número de personas mejore su calidad de vida, satisfagan sus necesidades, alcancen sus expectativas y proyecten sus sueños en la construcción de una sociedad cada día mas justa y equitativa.

Ahora bien, como ideal alcanzan unos cuantos párrafos para poder explicarlo, pero la realidad es un poco distinta a lo idealizado en cuanto a cómo quisiéramos que fuera y en consecuencia, sabemos que la realidad a través del medio social se nos expone, pero a su vez también se nos opone a nuestros deseos, por ello es que debemos confrontar al medio todo el tiempo, operar sobre él, con el fin de promover los cambios necesarios en interacción recíproca con otros, creando adaptaciones activas necesarias para vivir y desarrollarnos en la sociedad compleja y convulsionada de nuestro tiempo.


CRISIS DIRIGENCIAL

Esta introducción viene a cuento de la tan mentada crisis dirigencial en la cual la gente ha descargado la furia de todos los males sufridos en todos los tiempos. Digo de todos los tiempos porque creo que el estado natural de cualquier dirigencia, su espacio de trabajo legítimo, es la crisis. Su naturaleza no puede ser otra que operar en situaciones de crisis permanente, es más, hasta diría yo que toda dirigencia verdadera opera en situaciones de caos, decía Michel Onfray al respecto que: “Todo caos es un nuevo orden por descifrar”. Y añade “el mundo es diverso y solo se aprehende en el caos, el desorden y la efervescencia”.

La sociedad presiona y pone en crisis el orden instituido, lo cual la primera manifestación de ese acontecer es el caos. Esta situación configura entre la dirigencia y la gente una crisis de representatividad que a su vez obliga a que la dirigencia se movilice generando los cambios necesarios.
Una frase significativa al respecto, encabezaba un documento de Juan Domingo Perón que circuló allá por el año 1968 preparando su regreso a la Argentina, decía así: No hay nada en el horizonte directivo; “o avanzamos con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes”.

En toda actividad Política (como así en la vida) confrontan dos factores sistemáticamente, continuidad o cambio. En estos dos grandes espacios se agrupa casi la mayoría de la población; están los que promueven una acción resistencial siendo funcionales a la continuidad y otros que se organizan en función de promover el cambio. Estos verdaderos factores de poder, confrontan por llegar al poder generando una tensión en toda la sociedad generando crisis y a veces caos generalizado.

La dirigencia entonces en este contexto, se transforma en el sujeto de presión por excelencia, es el blanco preferido de toda la sociedad que reclama por sus “derechos” y lo hace mediante sus representantes ya que no podría ser de otra manera, así de esta forma, se preservan las instituciones de las permanentes embestidas de la sociedad por reivindicar sus demandas.


Si esto es así, deberíamos preocuparnos ya no de la crisis dirigencial sino de aquella dirigencia que definitivamente ha claudicado a dar solución a los males que aquejan a nuestra sociedad. Esta dirigencia es la que debemos cambiar porque es una dirigencia que está en crisis con relación a su concepción de ser sujeto del cambio social, político y cultural de nuestra sociedad.
En definitiva cuando se califica peyorativamente a la clase dirigencial por su condición existente de “crisis”, debemos agregar que esto es saludable para la sociedad, en tanto la dirigencia a la que se alude asuma el compromiso del cambio que la sociedad reclama.

Para finalizar debo aclarar que esta no es una defensa de la clase política en particular, sino sólo comenzar a diferenciar a los dirigentes con verdadera vocación de servicio, de aquellos que ven en el espacio político la posibilidad de sacar provecho a su ambición personal.



VICENTE SCORDAMAGLIA