martes, 25 de noviembre de 2014

LA ARGENTINA DEL TOMA Y DACA

LA ARGENTINA DEL TOMA Y DACA

Los ingenieros políticos de los frentes electorales vienen trabajando a destajo para hallar la fórmula que potencie aún más a los candidatos presidenciales ya lanzados a la contienda electoral del 2015. En esta nueva lógica que muestra a la política argentina en una cooptación sistemática de candidatos sin importar color partidario e ideológico, se asocian hoy, para enfrentar al gobierno nacional en la coyuntura electoral, haciendo uso de un pragmatismo extremo, que junto al armado de frentes electorales, y por fuera de los agotados partidos políticos, define a La Argentina de estos tiempos como un campo experimental que desafía a las nuevas tendencias democráticas que se consolidan en todos los países (con sus matices propios)  del continente con excepción de Venezuela y Cuba.  

La disputa por conservar el centro de la escena política nacional se ha transformado en el objetivo táctico más importante que va, desde todo el arco opositor, como así también dentro mismo del oficialismo. Como es sabido,  quien toma la iniciativa política es el que establece la agenda a seguir y el resto se convierte en contestatario a esa agenda ya instalada por el otro en donde todas las fuerzas políticas,  corren de atrás; esto es lo que sucede entre el oficialismo y la oposición.
Después de la última derrota electoral de 2013 que sufrió el gobierno, en la cual quedó arrinconado por la oposición por un breve tiempo, sumado a cirugía cerebral a la que fue sometida Cristina, lo que generó una escasa actividad presidencial, asumió en ese contexto como jefe de gabinete el Coqui Capitanich, con la difícil tarea de suplir a la presidenta en el duro oficio de tener que argumentar con sentido épico las marchas y contramarchas a las que se ve sometido el gobierno nacional y sus funcionarios; si hasta se pensó que comenzaba una nueva etapa en donde el jefe de gabinete controlaría la acción de gobierno y la presidenta administraría el poder, algo parecido a un sistema parlamentario; pero poco duró el experimento al perder el gobierno la iniciativa política y la señora tuvo que ocupar el rol que más le gusta, arengar a la tropa para un lado y para el otro desde la tribuna principal que le da la condición presidencial y jefa política del Frente para La Victoria. 

Es que Argentina todavía es un país en donde el poder es omnipresente y por fuera de ello la política es insuficiente, es decir, se genera un vacío de poder por donde (es preciso decirlo) se imponen los especuladores que siempre se favorecen a costillas de los pueblos sin conducción política que ejerza el poder. En este escenario, la presidenta de los argentinos y el Frente para la Victoria se mueven como pez en el agua, ya que, la manipulación de la realidad a través del relato (siempre estructurado sobre semiverdades) es lo que le dio el plus de ventaja frente a sus opositores que por ahora no consiguen sacarse ventajas entre sí para impulsar un liderazgo desde la oposición. 
La banalización de la política se enseñorea por sobre las propuestas y el gran elector que es el pueblo, asiste a ella como si se tratara de un espectáculo teatralizado en donde abundan cuestiones personales y chismes de los candidatos propios de un viejo conventillo de otros tiempos de la Argentina; en este sentido los medios de comunicación son quienes mediatizan el mensaje entre la gente y los candidatos promoviendo aun más el descrédito del sistema de partidos y sus referentes tan necesarios para la democracia.

Los medios de comunicación no son neutrales en esta contienda, juegan a fondo sus intereses para promover a uno u otro candidato que les garantice su patrimonio o intereses. El nuevo formato de programas políticos con seis o más panelistas de distintas especialidades somete a los candidatos políticos a una avalancha de gritos y reclamos en donde es imposible estructurar algún recurso discursivo para expresar alguna idea más o menos coherente o al menos mostrar alguna empatía sobre el futuro de todos los argentinos y sus reclamos más urgentes.  
Argentina se muestra cada día más como una sociedad inmadura; sus representantes son un reflejo de ello salvo unas pocas excepciones, la  proximidad de las elecciones ha hecho que los argentinos estemos solamente  pendientes  de quién va a ser el próximo presidente, en vez de organizar un proyecto común para los próximos cincuenta años y luego ver quien está en mejores condiciones de llevarlo adelante en los próximos cuatro; la razón de este impedimento además del incierto camino que debemos recorrer para lograrlo, radica en el poco apego que tenemos para encarar el trabajo que implica la construcción de un proyecto de país que tenga como virtud establecer normas de convivencia que permita al conjunto desarrollar sus  expectativas personales.   
Argentina entró en una extraordinaria lucha por el poder en donde la dispersión de fuerzas políticas anuncia profundos desacuerdos entre la clase política misma y los ciudadanos, esto es lo contrario de lo que se busca en el armado de grandes frentes electorales que requiere ingentes esfuerzos para lograr consensos; el dique de contención que establecían los dos partidos tradicionales (Peronismo y Radicalismo) ya no existe, allí los candidatos dirimían sus diferencias entre sus afiliados y salía un único candidato fortalecido por el conjunto de su partido, hoy, casi nada queda de aquella metodología y como consecuencia de ello proliferan múltiples candidatos que se ven con el derecho de ser elegidos no solo por sus  afiliados sino por todos los argentinos, nacionalizando así sus diferencias y proyectando sus crisis partidarias a las internas abiertas, así el gran partido nacional es la patria y su interna son las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO).  

Todos los sectores se muestran con un buen número de jóvenes exponiendo  que están a favor de lo nuevo que está por venir ofreciéndoles grandes oportunidades de participación; caras nuevas en la política equivale a que nuevos actores comienzan a hacerse cargo de enfrentar la realidad presente (esto es nuevos liderazgos para nuevas realidades); sin embargo, esto recuerda a lo que otrora fue el cupo femenino en las listas partidarias y listas para cargos electivos, las caras femeninas que emergieron terminaron siendo esposas y amantes con lo cual se llenaron los cupos femeninos respaldados por viejos dirigentes y sus poderosos aparatos (no vaya a ser cosa que se les licue el poder) así fue que como resultado de ello tuvimos nuevos actores pero con viejas prácticas políticas. Como consecuencia de ello y haciendo una ligera mirada crítica del nuevo escenario político, me temo que  algo parecido está sucediendo con muchos jóvenes que ingresaron a la política con buenas intenciones (aunque también los hay precoces ambiciosos)   
La paridad de fuerzas políticas en La Argentina de hoy nos muestra que se está configurando un escenario complejo e incierto a la hora de gobernar un país que todavía se muestra anárquico y poco afecto al respeto de las leyes que la constituyen. La proliferación de nuevos factores de poder disputan los espacios de decisión (y económicos) de La Nación como si ésta fuera un botín de guerra; la peligrosa asociación entre política, delito (narcos) y fuerzas del orden pueden hacer fracasar cualquier intento de construir una gran Nación. Mientras los políticos, los economistas, los industriales, los gremialistas, los religiosos, los hombres de la justicia, los de seguridad no encuentren puntos de convergencia en común, nuestro país seguirá errático sin encontrar el camino de otras naciones que construyen mejores condiciones de vida para el conjunto de su pueblo.   

¿Qué quedará de todo este desaguisado en donde el toma y daca es la regla?, nadie lo sabe, lo cierto es que una Argentina invertebrada emerge sin que nadie reaccione acerca de sus sombrías consecuencias.
Cuando un pueblo no reacciona ante el peligro que conspira contra el avance de la construcción social de La Nación, es porque ha perdido la voluntad de ser libre.   
VICENTE SCORDAMAGLIA