lunes, 11 de junio de 2012

QUEDAN POCOS CONEJOS EN LA VIEJA CHISTERA

QUEDAN POCOS CONEJOS EN LA VIEJA CHISTERA

La política es la crítica continua de la realidad.
La política es un mecanismo de cambio no de preservación o conservación.
 Si todos pensáramos igual en todos los casos ¿Quién vendrá a decirnos las verdades?

Si alguien me hubiera dicho entonces que el gobierno, quien obtuvo el rotundo triunfo en las elecciones presidenciales con el 54% de los votos, luego de ocho meses de gestión estuviera a punto de meterse en un callejón sin salida, le hubiera recomendado que deje la grapa en ayunas y modere con un tecito por el resto de sus días; sin embargo la realidad de los hechos cotidianos viene a demostrar que no solo se trataba de la elucubración de una mente afiebrada por la ingesta de alcohol mañanero, sino que estaba dentro de las posibilidades de que el “modelo” se agotara en si mismo generando un desgaste prematuro provocando alarma y zozobra  en todos los sectores de nuestra comunidad.   

Es que Argentina, es un país que vive un proceso precipitado de reformas culturales, transformación política y conflictos económicos y sociales.
Corrido por los tiempos que le marca al gobierno, la necesidad de acaparar una caja que disponga de fondos necesarios que demanda un “modelo” insaciable que devora lo que encuentra a su paso; dificultad ésta que surge como resultado de la praxis cotidiana y las certezas personales de quienes conducen dicho proceso.
Así, la vorágine que imprime el gobierno nacional sobre los acontecimientos, no está dada por problemas que surgen de una planificación en pleno desarrollo y expansión sino más bien son producto de necesidades y conflictos originados por sus propios actores.  

No hace falta hacer un análisis muy profundo para darse cuenta de esta verdad de Perogrullo, tan solo alcanza con seguir de cerca los acontecimientos producidos en el país desde que asumieron la primera magistratura de la Nación, primero Néstor y  Cristina Fernández de Kirchner después; así tenemos hoy una Argentina con un vigoroso oficialismo con la energía política suficiente como para ocupar todos los espacios de poder y gobernar a discreción (aún con sus errores) mientras que del otro lado apenas se ve una pobre oposición desquiciada, que solo se conforma con el triste papel de exhibir unas cuantas voces contestatarias e inarticuladas a las políticas ejercidas por el gobierno nacional.    

Y aunque no nos gusten las prácticas en la ejecución política implementada por el Kirchnerismo y sus relatos recortados de la historia común de los argentinos, bien vale reconocer que ambos gobiernos (el de Néstor y Cristina) consiguieron (con el apoyo de las mayorías) conmover y hasta poner en peligro el férreo blindaje que contiene agazapado al vetusto sistema de poder económico, político y social de los años 90; recordemos la crisis de los mercados emergentes, la desocupación crónica y la deuda externa que estallara entonces generando la gran crisis del 2001 que devastó a la Argentina, desacreditando a todas las instituciones del país con sus dirigentes a la cabeza (que se vayan todos).
Y, aunque el kirchnerismo en definitiva no consiga doblegar definitivamente a los factores de poder que tuvieron sumergido al país durante décadas, de aquí en adelante (arriesgo mi opinión) nada será igual.
Este logro del Kirchnerísmo de someter todos los factores de poder a la política (bienvenida la política) junto al ingreso entusiasta de los jóvenes (bienvenido los jóvenes) es si se quiere la mayor contribución al sistema democrático de Argentina que seguramente quedará como legado para ser profundizado y mejorado por nuevas generaciones de dirigentes que ingresen al escenario nacional.
La transformación política no solo se trata de instituir nuevas leyes y reglas de juego acorde con los tiempos que vivimos, sino también, la creación de nuevos espacios políticos que permitan participar a una base social cada vez mas amplia diversa y plural por encima del viejo sistema de partidos (Justicialismo-Radicalismo derrotado ampliamente en las últimas elecciones constitucionales) desde la creación del Movimiento Peronista que irrumpió a la vida política nacional con los mismos propósitos (Conservadores-Radicales)  

Desde que dejé de ser un joven activista y pelearme hasta con los monumentos que representaban a la “antipatria”, aprendí que en un sistema democrático los procesos políticos son como los años de las personas, se cumplen aunque uno no quiera, por ello lo mejor que se puede hacer es empujarlos siempre hacia delante; esto le permitirá a la gente un doble beneficio que es invalorable; si los gobiernos son buenos, pues que den de sí todo lo que puedan, pero si son malos servirá para que se vayan lo antes posible.
En este sentido el gobierno nacional comienza a dar síntomas de fatiga provocada por la prolongada permanencia en el poder, es como si ya hubiera dado todo lo que pudo en el término de los tres períodos constitucionales que le tocó gobernar (es que quedan pocos conejos en la vieja chistera) y a la falta de una dirigencia que encarne a la oposición como alternativa y recambio democrático, en el seno del gobierno comienza a generarse un fenómeno denominado por la física como una “implosión” (explosión-expansión; implosión-autodestrucción) es decir que al no haber expansión el desgaste comienza a fagocitar su propio interior desgranándose finalmente en su totalidad.

La metodología del Kirchnerismo desde su ascenso al poder fue la de profundizar hasta el límite las contradicciones subyacentes en los viejos aparatos del poder (partidos tradicionales, movimiento obrero, empresariado, iglesia, fuerzas armadas y la corporación mediática) dividiéndolos entre buenos y malos afirmando allí su lógica de construcción del poder arremetiendo quijotescamente contra todos los molinos de viento que encontró a su paso haciendo que soplaran a favor de su tan mentado “modelo”; pero este esquema solo duró (deberían saberlo) el tiempo en que las cajas se mantuvieron llenas, así, todos los sectores se encontraron haciendo fila para sentarse a la mesa y consumir de la mano del Estado hasta agotar stock; gobernadores, intendentes, empresarios, gremialistas y movimientos sociales rodearon al gobierno para ser beneficiados por el favor de un estado “benefactor”, que estableció con estos grupos, un toma y daca mientras construía un poder político propio que garantice continuidad sin soportar concesiones ni presiones de estos mismos grupos de poder (el fin justifica los medios)  

Pero el tiempo no siempre juega a favor de los más audaces. Los últimos acontecimientos (que se precipitan sin darle tregua al gobierno) con nombre propio oficialista, son los que tuvo que enfrentar el gobierno nacional (Schocklender, Boudou, subsidios al transporte que dejó al descubierto el accidente de Once, cepo cambiario, pesificación y un tal Reposo entre otros) dejaron al desnudo a un gobierno que pierde aceleradamente la confianza del mismo pueblo que lo votó el pasado octubre de 2011.
Si esto es así, (y atento a que falta tres años y medio para elegir gobierno) la democracia argentina requiere con premura  que se estructure una oposición seria y responsable que contenga las crecientes demandas y expectativas de los distintos sectores de la población que comienza a mostrar su irritación.
Generar una alternativa superadora al poder actual es el desafío de la democracia argentina, ya no solo de la clase dirigencial sino de todos los Argentinos; una alternativa superadora presupone hacerse cargo de todo lo bueno que ha hecho este gobierno y convocar a los argentinos a unirse en un frente común para enfrentar los grandes desafíos del futuro de la Nación y su pueblo.

VICENTE SCORDAMAGLIA