UNA CERTEZA
Y DOS INTERROGANTES
Es
indudable que la disputa presidencial comienza a tomar aspectos definitorios de
final de campaña. En este sentido, la dirigencia argentina, está mostrando la
peor versión de sus propuestas disponibles; un rostro desencajado que muestra
mezquindades en vez de gestos democráticos, devela la poca comprensión que
expresa la política acerca de la demanda electoral de los argentinos a la hora
de decidir su voto definitivo. La utilización de la descalificación permanente
como método de campaña con los más
sucios argumentos para desautorizar al contrincante, (saturando los medios de
comunicación y las redes sociales con acusaciones personales) que en el mejor
de los casos son verdades a media o, en el peor de los casos, infundadas sin
pruebas ni fundamento que la justifiquen, son operaciones destinadas a
desacreditar a los candidatos de cualquier signo y someterlos a un esfuerzo
descomunal para tener que demostrarle al electorado nacional (hipersensible a
los temas de corrupción) que no solo cuentan con idoneidad personal para
gobernar sino también, una inquebrantable integridad moral frente al complejo
mundo del poder de la política y el dinero de las grandes corporaciones que la
sustentan.
Este método
de la más baja estatura política, busca igualar para abajo al conjunto de la
dirigencia nacional dejando al descubierto miserias y agachadas de nuestra
clase política nacional para dejarlos a todos, “en el
mismo lodo todos rebolcaos” (como dice Discépolo en Cambalache)
Es evidente
que con estas prácticas de hacer política, en donde solo se destacan los
defectos por sobre las virtudes de los candidatos, es bastante difícil suponer
que lo que dicen pueda ser creído por el electorado nacional, ya que
permanentemente se ven arrastrados por las operaciones de los pillos que operan
en las sombras, y que a río revuelto sacan su mejor dividendo del proceso
democrático y su clase política nacional; pero convengamos que si bien no es la
mejor calidad democrática, tampoco se la puede calificar de desastrosa;
obsérvese que por segunda vez en este tramo de la democracia argentina, un
presidente que llega al final de su mandato le entrega el mando a otro
presidente electo en elecciones libres y democráticas. (De Néstor a Cristina y
de Cristina a ………)
Los escasos
días que restan hasta el 25 de octubre, día del comicio, más que ser la fecha
de llegada, comienza a transformarse en la medida de su cercanía, el día de
largada; esto es, se termina el relato de campaña y comienza el nuevo ciclo
presidencial que con sus mas y sus menos será el gobierno que los argentinos
sabremos darnos para el próximo período presidencial.
Van
quedando así en este escenario político, pocas alternativas para elegir
candidato frente a la creciente escalada de embestidas verbales entre quienes
serán los protagonistas principales que, finalmente, deberán persuadir al
electorado que sus propuestas están destinadas a cambiar (más allá de las
cuestiones de fondo que nuestra sociedad demanda con insistencia)
definitivamente las reglas de juego que imperan hoy en la democracia argentina.
Pero debo decir en este punto con un dejo de desconfianza, que con este nivel
de violencia y acusaciones sistemáticas, parece ser difícil que así suceda ya
que en la mente dirigencial de nuestro país prima más el impacto de la denuncia
que la propuesta útil, franca y llana. Con la importancia que se le da a los
carpetazos anónimos, herramienta favorita de estos tiempos, entre políticos
mediocres estimulados por medios de comunicación que solo intentan hacer su
negocio, quieren disfrazar las pocas ideas que manejan a la hora de enfrentar
los problemas existentes (en el ámbito político, social y económico) que
nuestra sociedad espera se resuelvan en la próxima gestión gubernamental,
constituyéndose así un verdadero dilema que deberán resolver los argentinos a
la hora de emitir su voto para elegir con libertad de conciencia y sin aprietes
psicológicos a sus mejores representantes.
La
política, es la forma de interpretar los ciclos sociales, políticos y
económicos que se producen en un mundo cada vez más globalizado que solo distribuye
desde los centros de poder, los desperdicios de un modelo global cada vez más
injusto. Con el avance de la tecnología, sus métodos de dominio se han
sofisticado extraordinariamente de manera tal que, en vez de que podamos
usufructuar los beneficios que produce el mundo global, solo recibamos los
desechos de un sistema diseñado para pocos.
La
complejidad del mundo, y en especial de los países excluidos del modelo global,
requiere rediseñar proyectos alternativos que incluyan al conjunto de los
países del mundo globalizado, aplicando para ello conceptos morales elementales
de equidad como los expresados por el Papa Francisco, basados en una humanidad
cada vez más justa, libre y solidaria.
Estos
conceptos olvidados por el hombre de la “modernidad”, están íntimamente
relacionados con los procesos democráticos de los países que tienen que lidiar
con las peores lacras de nuestro tiempo como son: la corrupción, el
narcotráfico, el subdesarrollo y la pobreza extrema, que la humanidad entera ya
debería de haberla hecho desaparecer de la faz de la tierra.
Finalmente,
en este contexto mundial hostil (para países emergentes) nuestro país elige
presidente para el nuevo período gubernamental, consciente de que le espera por
delante realizar un supremo esfuerzo para revertir una tendencia propia de
nuestra idiosincrasia que nos pone
siempre al límite del conflicto innecesario, por encima del desarrollo de las
virtudes personales y colectivas de nuestra nación; la incertidumbre que
señalan las encuestas con respecto al resultado electoral, muestran la delicada
línea que existe entre el éxito o el fracaso de la próxima gestión
presidencial, esto es, que la lucha por el poder entre cualquiera de los
candidatos incluyendo al propio Scioli (candidato oficialista) con los restos
de un gobierno que no se resigna a aceptar que su ciclo histórico ha caducado,
arrastre nuevamente a nuestro país a una confrontación sin precedente
condenando al atraso y la ignominia a millones de compatriotas que aspiran dejar
atrás los viejos conflictos nacionales y construir un destino común que nos
contenga a todos por igual.
Finalmente
y sin el principal candidato del gobierno, se realizó el primer debate
presidencial; no quiero rebajar la importancia del hecho en sí, pero poco tuvo
de debate y no dejó (a mi modo de ver) más que un conjunto de propuestas que no
dejan de parecerse a los spot publicitarios.
Así, los
argentinos venimos siendo bombardeados (¿manipulados?) por el gigantesco
aparato de publicidad que posee el gobierno (y sobre todo desde que decidiera
que Scioli sea su candidato) sin perder de vista ningún resquicio posible para
instalar en la opinión pública una tendencia difícil de revertir y es que su
candidato ganaría en primera vuelta.
Los datos
de las últimas primarias (PASO) revelaron esa idea y hoy es una certeza, por
cuanto que Scioli tiene entonces tres chances concretas: la primera es ganar
por más del cincuenta (50%) por ciento, algo que parece improbable; la segunda
que supere al segundo por más de diez puntos teniendo en su haber el cuarenta
(40%) por ciento algo posible y la tercera que no llegue a ninguna de las dos y
dirima su suerte en segunda vuelta.
Para los
otros dos candidatos en cuestión, Macri y Massa, quedan todas las
incertidumbres posibles ya que deberán dirimir entre ellos para ver quien
acompaña al oficialismo a la segunda vuelta electoral que por lo que se ve,
promete ser un acontecimiento histórico que seguramente se resolverá casi al
filo del comicio, en donde una particularidad se destaca de los tres candidatos
en cuestión y es que a esta altura de la campaña los tres prometen lo mismo,
entonces ¿cómo resolver la paridad existente? Solo por un aspecto personal del
candidato, aquel que le brinde mayor confianza a la gente.
Pero no se
deprima, no son todas pálidas para los argentinos; nunca tuvimos como hoy tanta
cantidad de calificativos sobre la forma de votar: voto a Scioli, a Massa, a
Macri, voto en blanco, a cualquier candidato que no esté en el podio de tres,
voto cuota, voto útil, voto castigo, voto vergüenza, voto estrategico y no sé
cuantos más; lo cierto de todo esto es, que como nunca, el porcentaje de indecisos parece ser excesivamente alto, y
para el lado que se vuelque esa tendencia definirá la próxima elección; tamaña
responsabilidad recae sobre ellos ya que una minoría (valga la paradoja)
definirá los destinos de los argentinos por los próximos veinte años.
VICENTE SCORDAMAGLIA