lunes, 1 de diciembre de 2008

Procesos Políticos y Liderazgos Verdaderos

Procesos Políticos y
Liderazgos Verdaderos
Proceso es la acción de seguir una serie de cosas en el transcurso del tiempo que no tiene fin. Es un fenómeno natural inherente a la vida misma; aunque existan algunas diferencias entre la acción de la naturaleza, obra de Dios y la que ejerce el hombre sobre los procesos humanos en este caso procesos políticos, ambas tienen en común un aspecto peculiar, están consagrados a cumplir la regla por la cual fueron creados.

Un proceso, nace, se desarrolla y solo muere cuando es capaz de dar lugar a otro en un sinfín de acciones destinadas a alcanzar objetivos previamente diseñados.
Un proceso humano tiene por regla general a la inversa que la naturaleza, sujetos que comandan, conducen o lideran un proceso político al destino de sus objetivos, esto es, un líder o varios de ellos (según la empresa) que interpretan la voluntad de las mayorías contra aquellas minorías que imposibilitan su desarrollo hacia formas más justas de existencia social.

Cuando los líderes de un proceso no son capaces de advertir el desgaste de su gestión y admitir sus limitaciones, su accionar se convierte en una lucha imprecisa entre la continuidad y el cambio en términos nocivos, afectando a la totalidad de sus integrantes en una lucha por mantener el status quo dirigencial de un proceso que llega a su fin. Es así, como destinan ingentes recursos para impedir el surgimiento de lo nuevo transformando la lucha de ideas en asuntos personales o de sector.
Como vemos, una vez más el hombre llega mucho más lejos para evitar lo que teme que para alcanzar lo que desea.

Un verdadero proceso es revolucionario, cuando contempla la posibilidad de reemplazo de su clase dirigencial, porque caso contrario, se produce lo que se denomina, “atrofia del proceso virtuoso”; transformando a este en un “proceso vicioso”.
¡Esto es ciencia pura!; el proceso que en su momento contó con los atributos necesarios para resolver la problemática de los ciudadanos y los conflictos políticos existentes, se transforma ahora en un escollo mas para la gente que le dio su apoyo inicial, esta se ve obligada a combatirlo y buscar diferentes mecanismos junto a líderes que comandan las acciones para su desplazamiento ya que, no solo no resuelven los problemas actuales sino que por el contrario los fomentan, transformándose así en funcionales a las mismas fuerzas que profesan combatir. Así, el pueblo comienza con la construcción de un nuevo proceso virtuoso, dando lugar al surgimiento de líderes que conducen la acción hacia los objetivos supremos, quienes aceptando e incorporando las actuales demandas de la sociedad, posibilitan el nacimiento de un nuevo proceso político.

Los procesos políticos se construyen siempre con lo mejor de lo viejo y lo mejor de lo nuevo, en una perfecta simbiosis entre la necesidad de cambio y la salvaguarda de las conquistas adquiridas por toda la sociedad; por estos motivos, las sociedades que mejor han evolucionado en el tiempo, son aquellas que han sabido preservar sus valores culturales (identidad) junto a las necesidades surgidas por el devenir histórico en la búsqueda constante de mejores respuestas a los interrogantes que se le plantea al hombre en el acontecer de su historia personal, social, cultural y política.
Es por ello que, ejercer un buen liderazgo requiere no solo de conocimientos determinados sino fundamentalmente saber aplicar las experiencias de vida y manejar adecuadamente el sentido común para guiar a las personas en las tareas a cumplir. Entender sus motivaciones, estimular su labor cotidiana y ofrecer un sentido de proyecto donde el objetivo final sea producir efectivamente un cambio en la calidad de vida de aquellos a los que se intenta servir.
El líder no se reviste de una imagen superior, es líder porque es representativo del consenso, busca la cooperación de todos por igual, respeta todas las posiciones aunque no sean las propias y da un ejemplo de humanidad.
Ejercer humanidad en el liderazgo implicaría hacerlo no como algo sentimental, sino como algo vivido e incorporado como parte de la existencia. Todos necesitamos saber que lo que hacemos es valioso y experimentar el sentimiento de realización que surge del esfuerzo y del convencimiento del corazón.
El líder debe saber identificar a sus colaboradores para cada etapa del proceso en curso. Equivocarse en la elección, sea por amiguismo o por negligencia, implicaría fracasar en su propia gestión, poniendo en riesgo la totalidad de un proyecto en ciernes. Por ello es necesario verificar la calidad humana de quienes lo secundarán como así también su nivel técnico y profesional.
Es lógico y aceptable que cada integrante tenga aspiraciones personales, para ello los romanos utilizaban un sistema que todavía hoy la “modernidad” no ha podido superar: lo llamaban la “carrera de los honores”. El sistema consistía en los méritos que cada integrante acumulaba en las luchas que, “La Roma Imperial” libraba por el mundo; de allí por su lealtad y heroísmo se podía ascender, desde ser un campesino, hasta llegar a ser un “noble “.

Ahora bien, recién ahora, teniendo estas nociones elementales de los procesos políticos y de los liderazgos, podemos asegurar: que la realidad es un producto colectivo y de entidad superior al voluntarismo de una sola persona o las fantasías de una facción.
Por ende, la democracia electoral en una sociedad es un punto de partida para alcanzar los beneficios de una democracia institucional capaz de reconstituir el estado de derecho y de echar las bases de una democracia de ciudadanos con mejores niveles de equidad, justicia y solidaridad.

Nuestro país no ha sido capaz aún, de dar este salto cualitativo (nuestros dirigentes tampoco) que permita a la Nación toda incorporarse definitivamente a la verdadera democracia que es aquella “donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el del pueblo”.


Vicente Scordamaglia