Artículo de Opinión
ARGENTINA: UNA REALIDAD FUERA DE CONTROL
Por: Vicente Scordamaglia
El planeta marcha hoy en día a la velocidad digital y las
redes son su motor de competición. Argentina no escapa a esa realidad
insoslayable, y mucho menos al flujo de las nuevas tendencias que provienen de
esa especie de mundo que estamos construyendo, que en todo caso y por las
atrocidades que se cometen a diario, se parece cada vez más a un inframundo
propio de un relato de ultratumba de tiempos en que la vida estaba llena de
creencias fantasmagóricas que como hoy, nos impide construir un futuro mejor
para todos.
Todo cambio (y esto es cierto) que se desarrolle en una
nación, implica grandes sacrificios para su gente, en especial para los que
menos tienen: restructuración de la economía, de los sistemas de producción,
reformas políticas, laborales, impositivas y judiciales e institucionales son
algunos, entre otros que se me antoja, los pilares de un nuevo modelo de país
que se intenta instalar; pero si no se es capaz de poner una red social que
contenga los reclamos de las clases desplazadas de la sociedad que el mismo
modelo propone, ningún cambio será factible de realizarse sino cuenta con la
legitimación necesaria por parte de toda la sociedad.
Mientras en todo el planeta se siente el impacto de la
disputa de fondo que están librando los poderosos ( carrera armamentista y
guerra comercial) para ver quién se queda con la hegemonía económica, política
y militar del nuevo orden internacional, en nuestro país reñimos por cuestiones
mucho más elementales como la de instalar por parte de la oposición una
emergencia tarifaria que retrotraiga las tarifas de los servicios básicos (luz,
gas, agua y otros) a valores más accesibles para que la gente pueda pagarlos, y
no lo que estamos viendo hoy en día facturas con valores exorbitantes que están
diezmando la economía de los asalariados en general y sus familias, sembrando
una acelerada fatiga de todos los sectores en general, que a partir de un gobierno
que se muestra inclemente y voraz por recortar todas las conquistas laborales,
atropella obcecadamente con las esperanzas de los trabajadores argentinos y
empobrece sin piedad a una clase media
vergonzante que comienza a despertar
tras un letargo temporal que hizo que este gobierno avanzara sin control
sobre los derechos de las grandes mayorías.
A decir verdad, son pocos los que aún confían en los
moralizadores de la política, mucho menos en aquellos que se arrogan una
autoridad moral que no se sabe bien quien se la ha otorgado, pero si la moral
que profesan algunos personajes vinculados con el oficialismo están haciendo la
vista obesa por no delatar los focos de corrupción del gobierno actual, y oídos
sordos con las prácticas que utilizan para administrar los dineros públicos, es
poca la diferencia que se observa entre el gobierno Kirchnerista y el gobierno
de los gerentes del Ingeniero Macri; ambos ejecutaron su plan de gobierno a
discreción con prácticas autoritarias imponiendo todo aquello que decían, había
que democratizar.
El gobierno nacional
comienza a rascar el fondo de la olla, la falta de inversiones significativas
que permita la realización de emprendimientos importantes que generen puestos
de trabajo de calidad (así decían en la campaña) y con ello retomar el camino
de un crecimiento sostenido, comienza a ser en la realidad una quimera
inalcanzable. La imagen patética del presidente Mauricio Macri con un montaje
en Vaca Muerta pidiendo a los argentinos ahorrar en el consumo de energía, se
asemeja al tristemente conocido ministro de la dictadura (ingeniero Álvaro
Alsogaray) cuando en ese entonces se inmortalizó con una frase célebre: ¡hay que pasar el invierno!
La realidad argentina
comienza a peregrinar por un sendero peligroso que en la medida de perder la
iniciativa puede ponerse fuera de control, las paritarias no alcanzan a cubrir
la pérdida adquisitiva de las grandes masas laborales, ya que gran parte de sus
magros salarios son utilizados para el pago de servicios, que hoy el gobierno
nacional pretende que las provincias corran con el costo político y económico
de una medida que se parece más a un manotazo de ahogado que a una medida
virtuosa y planificada. Desplazar en las provincias la baja de algunos
impuestos para paliar el salvaje ajuste tarifario puede significar un
movimiento peligroso como la decisión de un suicida a punto de ejecutar su obra
macabra final.