miércoles, 25 de abril de 2018

ARGENTINA: UNA REALIDAD FUERA DE CONTROL

Artículo de Opinión
ARGENTINA: UNA REALIDAD FUERA DE CONTROL
Por: Vicente Scordamaglia

El planeta marcha hoy en día a la velocidad digital y las redes son su motor de competición. Argentina no escapa a esa realidad insoslayable, y mucho menos al flujo de las nuevas tendencias que provienen de esa especie de mundo que estamos construyendo, que en todo caso y por las atrocidades que se cometen a diario, se parece cada vez más a un inframundo propio de un relato de ultratumba de tiempos en que la vida estaba llena de creencias fantasmagóricas que como hoy, nos impide construir un futuro mejor para todos.

Todo cambio (y esto es cierto) que se desarrolle en una nación, implica grandes sacrificios para su gente, en especial para los que menos tienen: restructuración de la economía, de los sistemas de producción, reformas políticas, laborales, impositivas y judiciales e institucionales son algunos, entre otros que se me antoja, los pilares de un nuevo modelo de país que se intenta instalar; pero si no se es capaz de poner una red social que contenga los reclamos de las clases desplazadas de la sociedad que el mismo modelo propone, ningún cambio será factible de realizarse sino cuenta con la legitimación necesaria por parte de toda la sociedad.   

Mientras en todo el planeta se siente el impacto de la disputa de fondo que están librando los poderosos ( carrera armamentista y guerra comercial) para ver quién se queda con la hegemonía económica, política y militar del nuevo orden internacional, en nuestro país reñimos por cuestiones mucho más elementales como la de instalar por parte de la oposición una emergencia tarifaria que retrotraiga las tarifas de los servicios básicos (luz, gas, agua y otros) a valores más accesibles para que la gente pueda pagarlos, y no lo que estamos viendo hoy en día facturas con valores exorbitantes que están diezmando la economía de los asalariados en general y sus familias, sembrando una acelerada fatiga de todos los sectores en general, que a partir de un gobierno que se muestra inclemente y voraz por recortar todas las conquistas laborales, atropella obcecadamente con las esperanzas de los trabajadores argentinos y empobrece sin piedad a una clase media  vergonzante que comienza a despertar  tras un letargo temporal que hizo que este gobierno avanzara sin control sobre los derechos de las grandes mayorías.  

A decir verdad, son pocos los que aún confían en los moralizadores de la política, mucho menos en aquellos que se arrogan una autoridad moral que no se sabe bien quien se la ha otorgado, pero si la moral que profesan algunos personajes vinculados con el oficialismo están haciendo la vista obesa por no delatar los focos de corrupción del gobierno actual, y oídos sordos con las prácticas que utilizan para administrar los dineros públicos, es poca la diferencia que se observa entre el gobierno Kirchnerista y el gobierno de los gerentes del Ingeniero Macri; ambos ejecutaron su plan de gobierno a discreción con prácticas autoritarias imponiendo todo aquello que decían, había que democratizar

El gobierno nacional comienza a rascar el fondo de la olla, la falta de inversiones significativas que permita la realización de emprendimientos importantes que generen puestos de trabajo de calidad (así decían en la campaña) y con ello retomar el camino de un crecimiento sostenido, comienza a ser en la realidad una quimera inalcanzable. La imagen patética del presidente Mauricio Macri con un montaje en Vaca Muerta pidiendo a los argentinos ahorrar en el consumo de energía, se asemeja al tristemente conocido ministro de la dictadura (ingeniero Álvaro Alsogaray) cuando en ese entonces se inmortalizó con una frase célebre: ¡hay que pasar el invierno!   


La realidad argentina comienza a peregrinar por un sendero peligroso que en la medida de perder la iniciativa puede ponerse fuera de control, las paritarias no alcanzan a cubrir la pérdida adquisitiva de las grandes masas laborales, ya que gran parte de sus magros salarios son utilizados para el pago de servicios, que hoy el gobierno nacional pretende que las provincias corran con el costo político y económico de una medida que se parece más a un manotazo de ahogado que a una medida virtuosa y planificada. Desplazar en las provincias la baja de algunos impuestos para paliar el salvaje ajuste tarifario puede significar un movimiento peligroso como la decisión de un suicida a punto de ejecutar su obra macabra final.   

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