Artículo de opinión
DOS CAMINOS DIVERGENTES
Por: Vicente Scordamaglia
Dos caminos divergentes
cruzan peligrosamente el horizonte democrático argentino: la consolidación de
la democracia como sistema de convivencia y el aumento sostenido (escandaloso) de
la pobreza (con hambre). Ambos caminos deberían converger en un mismo fin y transitar
con un mismo propósito el camino de la igualdad y la disminución de la
alarmante pobreza que padece nuestro país, sin embargo, la democracia por si
sola, no alcanza para revertir el flagelo con el que está siendo sometida un
número significativo de la población que según los organismos de medición (UCA
y el mismo gobierno a través del INDEC) sostienen que quince millones de
personas son pobres en un país que obtiene la categoría para alimentar a
cuatrocientos millones de personas: esta aberrante calificación es la argentina
mal llamada “granero del mundo”.
¿Es la
democracia o es la política?. La Democracia es la cancha (el sistema) donde se
juega el partido y la política es la que llevan adelante los hombres dentro del
sistema creado para desarrollar proyectos y políticas públicas destinadas a
resolver la problemática común de los argentinos. La afinidad entre sistema,
proyecto y ejecución debe contemplar el cuidado del bien común y sobre todo el
cuidado de los sectores más vulnerables que en periodos de grandes cambios
estructurales del estado nacional, son los que más sufren las consecuencias de
la inestabilidad política, económica y social.
El rotundo
fracaso económico del gobierno de Macri y sus políticas de ajuste permanente,
han aniquilado la cadena de contención que significaba para millones de
argentinos la de obtener un trabajo digno, con la pérdida de su vital sustento,
el trabajo, principal organizador social de la vida de los pueblos, el gobierno
de Macri dejó a la intemperie sin cobertura social y sanitaria a gran parte de
las familias argentinas con el serio riesgo ya no solo de la emergencia
alimentaria sino también el peligroso emergente de un gran estallido social que
contamine (habida cuenta del tiempo que resta) el normal tránsito hacia las
próximas elecciones presidenciales que en un eventual cambio de gobierno, genere
nuevas expectativas y oxigene las necesidades más urgentes de la población
cambiando las prioridades.
La pérdida
de confianza sumada a la falta de perspectiva que tiene el gobierno de Macri de
resolver lo que no pudo (o no quiso) en tres años y medio, se ve representada
en la imagen de un presidente abatido por la gigantesca tarea que significa
revertir un revés cantado que a medida que pasan los días de incertidumbre nacional, se
encamina a perder en primera vuelta economizando así la democracia, el tiempo de
asunción de un nuevo gobierno y disminuya todo riesgo posible que se insinúa en
la medida que no llegue algún paliativo con rapidez que alivie las necesidades
más urgentes.
Los caminos se
bifurcan y en su devenir, están creando un escenario peligroso que la dirigencia
toda debe asumir con los riesgos que esto implica o un desorden social puede
arrastrarnos a un abismo anunciado. Muchos se dedican a criticar a la
dirigencia social por salir a la calle con la gente y reclamar soluciones
urgentes, por el contrario, yo creo que son los únicos que están a la altura de
los acontecimientos ya que sin esa contención el caos nos hubiera alcanzado a
todos.
Tomo las
recomendaciones de los ecologistas cuando dan la definición de riesgo: “algo
está en riesgo cuando las amenazas son mayores que los recursos que se tienen
disponibles para la defensa de esa amenaza”. Si esto
es así, la realidad nos dice que existe un riesgo potencial de estallido social
y las herramientas disponibles para
evitarlo, nos demuestran que los recursos comienzan a ser escasos.