martes, 7 de noviembre de 2017

LA REALIDAD: UNA ARGENTINA DECADENTE

Artículo de Opinión
LA REALIDAD: UNA ARGENTINA DECADENTE
Por: Vicente Scordamaglia

La realidad de las imágenes que a diario muestran los medios de comunicación deja al descubierto una Argentina desgarrada por años de saqueos de grupos mafiosos que arraigaron su poder (aunque todavía no se diga) en  connivencia con múltiples sectores de la sociedad de nuestro país,  así se fueron formando gigantescas asociaciones ilícitas (bandas) entongadas  entre sí y con funcionarios inescrupulosos al servicio del saqueo indiscriminado de las arcas del estado nacional y cuanto delito ilícito tuvieran por delante.
La patética figura de Juan Pablo “pata” Medina titular de la UOCRA seccional La Plata, el ex ministro de planificación Julio De Vido, el ex presidente Amado Boudou y funcionarios del actual gobierno sospechados y o procesados entre otros, pone en evidencia el accionar de grupos delictivos que actúan bajo el amparo de quienes tienen el rol de mantener el orden social e institucional de la Nación tales como son las distintas fuerzas armadas y todo el sistema judicial de la Nación.
Es evidente que nuestro país fue tierra de nadie durante gran parte de su historia, en especial las provincias alejadas del eje del poder central. Esta relación entre causa y efecto en donde la lejanía con el poder central de la Nación produjo sus propias leyes con características propias de verdaderos  poderes paralelos, en donde las bandas operan siendo la fuerza de choque y extorsión, la policía el disfraz de la legalidad para obtener zonas liberadas y la cúpula de ese poder mafioso son la política y la justicia local, terminaron por poner de rodillas a los poderes legalmente constituidos de una Nación que se muestra invertebrada (como decía Ortega y Gasset) en estas horas aciagas que vive nuestro país. Estas formas de asociación ilícita en que opera el delito organizado en nuestro país en el que los delincuentes son juez y parte, terminó por contaminar a todo el sistema institucional de la Nación dejando a los ciudadanos inermes frente a la voluntad de estos verdaderos ejércitos marginales.
Es muy poco argumento decir que la corrupción es un mal de la época, o que en todos los países del mundo persisten sistemas corruptos y que la democracia poco puede hacer para erradicarla definitivamente de la vida de los pueblos. Sin embargo, los países en que ha actuado la justicia sin presiones políticas de grupos y facciones de poder económico, han sido un poco más exitosos a la hora de corregir las desviaciones existentes del accionar de estos grupos mafiosos.
Los teóricos marxistas sostenían que “ningún régimen termina de caer por sus actos de corrupción en el poder sino por sus propias contradicciones”.
Hoy vemos como el grupo de poder que gobernó la Argentina durante los últimos doce años mientras se mantuvo unido en el poder pudo hasta haber ganado las elecciones presidenciales del 2015 si no hubiera comenzado su implosión a partir de la lucha por el poder en el seno mismo de su propia fuerza política; este, fue el detonante que hizo florecer las contradicciones de su dirigencia frente al impedimento constitucional que evitó un nuevo mandato de su jefa política Cristina Fernández de Kirchner.  
Ese agrupamiento hoy “resiste” ante la falta de apoyo de una sociedad que comienza de apoco a darle la espalda, hecho este que quedó reflejado en las últimas elecciones del 22 de octubre pasado.

En este sentido es importante comprender que en política, todo lo que queda afuera conspira contra el sistema establecido y como consecuencia de ello conviene separar de una buena vez la paja del trigo; una cosa es el Peronismo y otra es el movimiento que encarnó Néstor Kirchner; si bien importantes sectores del Peronismo conformaron la base medular del Kirchnerismo, este, no obtuvo nunca la representación de la totalidad del Peronismo; el Kirchnerismo fue una fuerza política transversal en la que convergieron distintas fuerzas políticas y sociales de nuestra sociedad de variado pensamiento ideológico que gobernó a la Argentina a látigo y terror (durante 12 años) sobre aquellos que pensaran diferente deslegitimando sus importantes logros por distintos episodios de corrupción. Aquí es donde se encuentra el punto de inflexión de esta Argentina desgarrada por sus conflictos recurrentes; es ilegítimo y oportunista (de los antiperonistas) cargarle al Peronismo todos los desaciertos de un régimen que está terminando su ciclo histórico envuelto en una maraña de contradicciones sobre la verdad acerca de los distintos hechos de corrupción que hoy se ventilan descarnadamente a través de los medios de comunicación, como también creo que es suicida desconocer la capacidad inconmensurable que tiene el Peronismo de reconstruirse sobre sí mismo y alzarse como una fuerza política capaz de representar legítimamente las expectativas de la mayoría de los argentinos ni bien surja una nueva autoridad política que la transforme en una fuerza republicana al servicio de la democracia y de todos los argentinos por igual. En el actual contexto, el peronismo le hace falta a la democracia y a un ausente sistema de partidos siempre y cuando la dirigencia que levante sus banderas sea más libre, más justo  y políticamente más soberano.