Artículo de Opinión
LA REALIDAD: UNA ARGENTINA DECADENTE
Por: Vicente Scordamaglia
La realidad de las
imágenes que a diario muestran los medios de comunicación deja al descubierto
una Argentina desgarrada por años de saqueos de grupos mafiosos que arraigaron
su poder (aunque todavía no se diga) en
connivencia con múltiples sectores de la sociedad de nuestro país, así se fueron formando gigantescas
asociaciones ilícitas (bandas) entongadas
entre sí y con funcionarios inescrupulosos al
servicio del saqueo indiscriminado de las arcas del estado nacional y cuanto
delito ilícito tuvieran por delante.
La patética figura de Juan Pablo “pata” Medina titular de la
UOCRA seccional La Plata, el ex ministro de planificación Julio De Vido, el ex
presidente Amado Boudou y funcionarios del actual gobierno sospechados y o
procesados entre otros, pone en evidencia el accionar de grupos delictivos que
actúan bajo el amparo de quienes tienen el rol de mantener el orden social e
institucional de la Nación tales como son las distintas fuerzas armadas y todo
el sistema judicial de la Nación.
Es evidente que nuestro país fue tierra de nadie durante gran
parte de su historia, en especial las provincias alejadas del eje del poder
central. Esta relación entre causa y efecto en donde la lejanía con el poder
central de la Nación produjo sus propias leyes con características propias de
verdaderos poderes paralelos, en donde
las bandas operan siendo la fuerza de choque y extorsión, la policía el disfraz
de la legalidad para obtener zonas liberadas y la cúpula de ese poder mafioso
son la política y la justicia local, terminaron por poner de rodillas a los
poderes legalmente constituidos de una Nación que se muestra invertebrada (como
decía Ortega y Gasset) en estas horas aciagas que vive nuestro país. Estas
formas de asociación ilícita en que opera el delito organizado en nuestro país
en el que los delincuentes son juez y parte, terminó por contaminar a todo el
sistema institucional de la Nación dejando a los ciudadanos inermes frente a la
voluntad de estos verdaderos ejércitos marginales.
Es muy poco argumento decir que la corrupción es un mal de la
época, o que en todos los países del mundo persisten sistemas corruptos y que
la democracia poco puede hacer para erradicarla definitivamente de la vida de
los pueblos. Sin embargo, los países en que ha actuado la justicia sin
presiones políticas de grupos y facciones de poder económico, han sido un poco
más exitosos a la hora de corregir las desviaciones existentes del accionar de
estos grupos mafiosos.
Los teóricos marxistas
sostenían que “ningún régimen termina de caer por sus actos de corrupción en el
poder sino por sus propias contradicciones”.
Hoy vemos como el
grupo de poder que gobernó la Argentina durante los últimos doce años mientras
se mantuvo unido en el poder pudo hasta haber ganado las elecciones
presidenciales del 2015 si no hubiera comenzado su implosión a partir de la
lucha por el poder en el seno mismo de su propia fuerza política; este, fue el
detonante que hizo florecer las contradicciones de su dirigencia frente al
impedimento constitucional que evitó un nuevo mandato de su jefa política
Cristina Fernández de Kirchner.
Ese agrupamiento hoy “resiste” ante la falta de apoyo de una
sociedad que comienza de apoco a darle la espalda, hecho este que quedó
reflejado en las últimas elecciones del 22 de octubre pasado.
En este sentido es importante comprender que en política,
todo lo que queda afuera conspira contra el sistema establecido y como
consecuencia de ello conviene separar de una buena vez la paja del trigo; una
cosa es el Peronismo y otra es el movimiento que encarnó Néstor Kirchner; si
bien importantes sectores del Peronismo conformaron la base medular del
Kirchnerismo, este, no obtuvo nunca la representación de la totalidad del
Peronismo; el Kirchnerismo fue una fuerza política transversal en la que
convergieron distintas fuerzas políticas y sociales de nuestra sociedad de
variado pensamiento ideológico que gobernó a la Argentina a látigo y terror
(durante 12 años) sobre aquellos que pensaran diferente deslegitimando sus
importantes logros por distintos episodios de corrupción. Aquí es donde se
encuentra el punto de inflexión de esta Argentina desgarrada por sus conflictos
recurrentes; es ilegítimo y oportunista (de los antiperonistas) cargarle al
Peronismo todos los desaciertos de un régimen que está terminando su ciclo
histórico envuelto en una maraña de contradicciones sobre la verdad acerca de
los distintos hechos de corrupción que hoy se ventilan descarnadamente a través
de los medios de comunicación, como también creo que es suicida desconocer la
capacidad inconmensurable que tiene el Peronismo de reconstruirse sobre sí
mismo y alzarse como una fuerza política capaz de representar legítimamente las
expectativas de la mayoría de los argentinos ni bien surja una nueva autoridad
política que la transforme en una fuerza republicana al servicio de la
democracia y de todos los argentinos por igual. En el actual contexto, el
peronismo le hace falta a la democracia y a un ausente sistema de partidos
siempre y cuando la dirigencia que levante sus banderas sea más libre, más
justo y políticamente más soberano.