UNA CERTEZA
Y MUCHOS INTERROGANTES
Es indudable que la
disputa presidencial (salteándose un escalón elecciones intermedias) comienza a
tomar aspectos definitorios en una alocada aceleración de la campaña política y
sus consecuencias. En este sentido, la dirigencia argentina, está mostrando la
peor versión de sus propuestas disponibles. Con rostros desencajados que
muestran mezquindades en vez de gestos democráticos, devela la poca comprensión
que expresa la política acerca de la demanda electoral de los argentinos a la
hora de decidir su voto definitivo. La utilización de la descalificación permanente
como método de campaña son los más
sucios argumentos para desautorizar al contrincante, (saturando los medios de
comunicación y las redes sociales con acusaciones personales) que en el mejor
de los casos son verdades a media o en el peor de los casos, infundadas sin
pruebas ni fundamento que la justifiquen; son operaciones destinadas a
desacreditar a los candidatos de cualquier signo y someterlos a un esfuerzo
descomunal para tener que demostrarle al electorado nacional (hipersensible a
los temas de corrupción) que no solo cuentan con idoneidad personal para
gobernar sino que también poseen una inquebrantable integridad moral frente al
complejo mundo del poder de la política y el dinero de las grandes
corporaciones que la sustentan.
Este método de la más baja
estatura política, busca igualar para abajo al conjunto de la dirigencia
nacional dejando al descubierto miserias y agachadas de nuestra clase política
nacional para dejarlos a todos, “en el mismo lodo todos rebolcaos” (como dice
Discépolo en Cambalache)
Es evidente que con estas
prácticas de hacer política, en donde solo se destacan los defectos por sobre
las virtudes de los candidatos, es bastante difícil suponer que lo que dicen
pueda ser creído por el electorado nacional, ya que permanentemente se ven
arrastrados por las operaciones de los pillos que operan en las sombras y que a
río revuelto sacan su mejor dividendo del proceso democrático y su clase
política nacional; pero convengamos que si bien no es la mejor calidad
democrática la que aspira nuestro pueblo tampoco se la puede calificar de
desastrosa (es lo que hay dirían los jóvenes) obsérvese que a pesar de todo ya
podemos ver cómo se van alternando en el poder distintas fuerzas políticas y
así la democracia argentina ve a un
presidente que llega al final de su mandato y le entrega el mando a otro
presidente electo en elecciones libres y democráticas.
Los escasos días que
restan hasta las próximas elecciones, más que ser la fecha de llegada, comienza
a transformarse en la medida de su cercanía, el día de largada; esto es, se
termina el relato de campaña y comienza el nuevo ciclo electoral que con sus más
y sus menos será el gobierno que los argentinos sabremos darnos, por ahora, con
una certeza (continuidad democrática) y muchos interrogantes.
Van quedando así en este
escenario político, pocas alternativas para elegir candidato frente a la
creciente escalada y embestidas verbales entre quienes serán los protagonistas
principales que, finalmente, deberán persuadir al electorado que sus propuestas
están destinadas a cambiar (más allá de las cuestiones de fondo que nuestra
sociedad demanda con insistencia) definitivamente las reglas de juego que
imperan hoy en la democracia argentina; pero debo decir en este punto con un
dejo de desconfianza, que con este nivel de violencia y acusaciones
sistemáticas, parece ser difícil que así suceda ya que en la mente dirigencial
de nuestro país prima más el impacto que
produce la denuncia que la propuesta útil, franca y llana.
Con la importancia que se
le da a los carpetazos anónimos, herramienta favorita de estos tiempos, entre
políticos mediocres estimulados por los medios de comunicación que solo buscan
hacer su negocio, quieren disfrazar las pocas ideas que manejan a la hora de
enfrentar los problemas existentes en el ámbito político, social y económico
que nuestra sociedad espera se resuelvan en la próxima gestión con nuevos
actores constituyéndose así en un
verdadero dilema que deberán resolver los argentinos a la hora de emitir su
voto para elegir con libertad de conciencia y sin aprietes psicológicos a sus
mejores representantes.
La política, es la forma
de interpretar los ciclos sociales, políticos y económicos que se producen en
un mundo cada vez más globalizado que solo distribuye desde los centros de
poder, los desperdicios de un modelo global cada vez más injusto. Con el avance
de la tecnología, sus métodos de dominio se han sofisticado extraordinariamente
de manera tal que, en vez de que podamos usufructuar los beneficios que produce
el mundo global, solo recibamos los desechos de un sistema diseñado para pocos.
La complejidad del mundo,
y en especial de los países excluidos del modelo global, requiere rediseñar
proyectos alternativos que incluyan al conjunto de los países del mundo
globalizado, aplicando para ello conceptos morales elementales de equidad como
los expresados en vida por el Papa Francisco, basados en una humanidad cada vez
más justa, libre y solidaria.
Estos conceptos olvidados
por el hombre de la “modernidad”, están íntimamente relacionados con los
procesos democráticos de los países que tienen que lidiar con las peores lacras
de nuestro tiempo como son (la corrupción, el narcotráfico, el subdesarrollo y
la pobreza extrema pero más aun, lo peor de todos los males, las guerras que la
humanidad entera ya debería de haberla hecho desaparecer de la faz de la
tierra.
Finalmente, en este
contexto mundial y hostil para países emergentes nuestro país elige autoridades
políticas para el nuevo período (intermedio) gubernamental, consciente de que
le espera por delante realizar un supremo esfuerzo para revertir una tendencia
propia de nuestra idiosincrasia que nos
pone siempre al límite del conflicto innecesario, por encima del desarrollo de
las virtudes personales y colectivas de nuestra nación; la incertidumbre que
señalan las encuestas con respecto al resultado electoral, muestran la delicada
línea que existe entre el éxito o el fracaso de la próximas autoridades, esto
es: que la lucha por el poder entre cualquiera de los candidatos incluyendo al
propio Milei será interpelado con los restos de un gobierno que no se resigna a
aceptar que su ciclo histórico es corto y caduca en el mismo instante en que no
resuelva los urgentes problemas que tienen los argentinos en su conjunto y arrastre
nuevamente a nuestro país a una confrontación sin precedente condenando al
atraso y la ignominia a millones de compatriotas que aspiran dejar atrás los
viejos conflictos nacionales y construir un destino común que nos contenga a
todos por igual.