Zygmunt Bauman
He llegado a creer que las preguntas nunca están equivocadas, sino las
respuestas.
También creo sin embargo, que no preguntar es la peor respuesta de
todas.
En la construcción de nuestras sociedades los conflictos
políticos han sido constantes e inevitables desde los inicios mismos de los
tiempos; por ello, poco importa el nivel del conflicto sino más bien observar los
intereses que ponen en marcha esa confrontación. Es indudable que nuestras sociedades vienen
sobrellevando un notable desgaste de los instrumentos democráticos utilizados
para dar respuestas eficaces a los innumerables problemas que debió enfrentar
el mundo en los últimos setenta años de hegemonía liberal, pero lo cierto es
que hoy pareciera que los tiempos en que esa hegemonía neoliberal reinaba,
parecen haber llegado a su fin.
Las recientes elecciones en EEUU y el triunfo de Donald Trump
que el mundo entero esperó con expectativa e incertidumbre, dan cuenta de la
importancia que tiene esa elección no solo para los ciudadanos de ese país,
sino así también para el mundo entero. Mucha tinta corrió antes y después de
esta elección, ya sea para influir en sus resultados antes, y más tarde para
dimensionar sus consecuencias con el resultado ya conocido. El giro de ciento
ochenta grados que acaba de dar el imperio que hegemonizó los destinos del
mundo entero desde la segunda guerra mundial en adelante deja perplejo a los
especialistas que sostenían que semejante cambio no se podía producir en la
cúspide del poder político y económico de ese orden mundial, sin embargo,
estamos viendo como el propio poder mundial comienza a producir su propia
metamorfosis.
La gran crisis de representación de la política, expresada en
los últimos años y anticipada por episodios que se fueron desplegando por todo
el mundo en distintas elecciones o plebiscitos, en donde la mitad de los
votantes mostraban a una sociedad hastiada de la política tradicional,
finalmente tuvo su correlato en la cúspide misma del poder mundial; casi en su
totalidad en los procesos plebiscitarios realizado en distintos lugares del
mundo globalizado como se viene observando, no hubo claros ganadores sino más
bien se ven sociedades divididas (prácticamente) en dos mitades: unas
sosteniendo el viejo orden liberal (desgastado y sin respuestas) y la otra
proponiendo un cambio (confuso y poco explicitado todavía) en contra del viejo
establishment político y financiero.
Es que los beneficios anunciados por los mentores de la
globalización, mostraron su falla de origen concentrando en muy pocos la
totalidad de la riqueza dejando a las grandes mayorías del mundo afuera de la
distribución, a la intemperie, sin presente y sin futuro, hecho este que
provocó la actual crisis internacional entre las elites financieras y las grandes masas de trabajadores en todo el
mundo globalizado. La gravedad de la situación internacional es de tal magnitud
que muy pocos líderes (o analistas) alcanzan a dimensionar su alcance creyendo que la cosa
se simplifica con poner rótulos como
populistas, fascistas o xenófobos que comienzan a acceder al poder; la
situación es mucho más compleja ya que lo que se ve es a la vocación política
en retirada dejando la conducción de la globalización a merced de los mercados
financieros ineptos para resolver las innumerables cuestiones sociales que el
mundo actual viene demandando.
El nuevo presidente de los EEUU Donald Trump, emergente de una realidad
tangible de su país y el mundo, puede ser un líder que trascienda a su imagen
colérica que mostró en la campaña produciendo cambios que mejoren las
condiciones de vida de su pueblo (en la salud, en la educación y el trabajo)
proyectando hacia el resto del mundo su legado, o en su defecto será como el
“Gardiner” (película desde el jardín) manejado por la élite estadounidense solo
para fingir que todo cambia y evitar así el verdadero cambio que el mundo esta
esperando. La pregunta ya está formulada; ¿Cuál será la respuesta?
VICENTE SCORDAMAGLIA