lunes, 27 de febrero de 2017

LAS DEMOCRACIAS DEL MUNDO AMENAZADAS POR LA CORRUPCIÓN

LAS DEMOCRACIAS DEL MUNDO AMENAZADAS POR LA CORRUPCIÓN

Un fenómeno análogo recorre las democracias del mundo haciendo estériles los esfuerzos de los pueblos por construir sociedades cada vez más justas y solidarias. La forma de hacer política basada en los prontuarios de los dirigentes y no en el currículum  (frase célebre de Carlos Grosso) de los actores de la política, comienza a fatigar la voluntad de los pueblos a la hora de depositar la confianza en una dirigencia que se ve envuelta en múltiples escándalos, ventilados  exhaustivamente por los medios masivos de comunicación, transformando a las democracias y sus representantes en un teatro de operaciones alimentado por información poco fiable proveniente de oscuros personajes que hurgan en las cloacas de las naciones.

Ningún episodio de conflicto que trascienda en la política es producto (solamente) de la calumnia ocasional, de la mala fe intencionada o de la evidencia de los hechos, esto no se podrá dirimir hasta que la justicia demuestre lo contrario; como consecuencia en principio, solo se trata de una media verdad, es decir que está construida sobre algún suceso que traspasó los límites de lo ilegal, constituyéndose así en la base necesaria para la construcción de una buena historia para el periodismo de investigación habido de situaciones que rocen si es posible el campo del escándalo y la corrupción. Así se han visto afectados en los últimos tiempos, sistemas políticos, dirigentes y formaciones partidarios tradicionales por enriquecimiento de sus funcionarios o por el acaparamiento de cajas del estado destinadas al financiamiento de la política, o el regreso al poder en el caso en que se diera esa variante y fuera necesario.

Los medios de comunicación no se transformaron en un poder político de decisión, es decir el cuarto poder, pero si son medios de difusión y presión política que por su llegada masiva a la gente mediatizan la información instalando en la opinión pública (agenda nacional) los temas de su interés que a veces son coincidentes con los de la gente y otras con  los de grandes grupos de poder financiero. En este sentido, tienen una ventaja comparativa con el resto de los actores de la democracia ya que son los que ponen la cancha, las reglas y los árbitros donde se juega el partido y en donde todos los políticos, economistas o funcionarios de turno acuden allí aceptando implícitamente las reglas del juego que las corporaciones mediáticas imponen.

Una democracia no puede concebirse sin una prensa libre, tampoco puede subsistir sin partidos políticos y con una dirigencia dedicada a los intereses del pueblo; estos tres actores finalmente no deberían ser antagónicos en la construcción de una sociedad, en el mejor de los casos deben hacer causa común para combatir a un cuarto actor que convive entre ellos y carcome al estado convirtiendo en polvo los cimientos de la democracia. La corrupción en todas sus facetas es un enemigo común y principal al que se debe combatir si se quiere construir democracias duraderas que den respuesta a los enormes desafíos que nos presenta el mundo globalizado.

El uso y abuso del poder en beneficio propio o de algún grupo de poder o facción, es uno de los tantos delitos que aparecen a flor de piel de las castigadas democracias que luchan por generar anticuerpos en el camino de consolidar sus valores de libertad, igualdad, solidaridad y justicia; sin embargo, muchos de estos valores que se agitan en grandes campañas proselitistas pasan a olvidarse, luego que una vez la dirigencia se halla instalada en el poder.

Todos estos riesgos que recorre al conjunto de la sociedad (sin distinguir credos religiosos, raza, sector socioeconómico o ideología de derecha o izquierda) los pueblos ya los conocen de sobra y muchas veces lo viven como el mal menor que deben digerir sin advertir que esta “concesión” que se otorga a diario, terminará justificando los grandes males de la época. Las falsedades que la sociedad mantiene  entre sí, son las que justifican las grandes mentiras de la época constituyendo un verdadero latrocinio en la historia de los pueblos.  

La democracia participativa como sistema político para dirimir las contradicciones humanas, sigue siendo la que mejor representa los intereses del conjunto por sobre los intereses particulares, poniendo el equilibrio necesario que necesitan los pueblos ya que en ese devenir se constituye como sociedad. Para ello, es absolutamente necesario reconstruir los vínculos de representación política (dañados por la corrupción en todos los niveles) de la sociedad que como consecuencia de ello, se afianzará impregnando de  valor, contenido y legitimación a la democracia y sus pueblos. 


VICENTE SCORDAMAGLIA