lunes, 18 de febrero de 2013

“LA SOCIEDAD DE LAS REPRESENTACIONES MUERTAS”

“LA SOCIEDAD DE LAS REPRESENTACIONES MUERTAS”

Primero el título; la duda que surgió cuando comencé a desmenuzar este interrogante terminó por causarme una cierta inquietud. Definir y tener claridad acerca de la denominación que se le quiere dar a un escrito antes de su abordaje, puede producir en algunos casos un poco de zozobra, ya que como sabemos, las palabras tienen un significado, que luego forman conceptos y los conceptos son en definitiva los que alimentan al intelecto e impulsan las acciones de las personas, finalmente son ellos (los hombres) quienes construirán socialmente lo que el concepto (Representación abstracta de una cosa real o irreal que se forma en la mente de una persona. Idea) represente en su conciencia.

Sociedad, representación y muerte son palabras que por sí solas contienen un significado substancial para el lenguaje cotidiano de una sociedad (tema que no analizaremos individualmente para este ensayo) pero cuando las asociamos y las convertimos en un solo concepto (como afirmamos en el título) tiene connotaciones más que trascendentes para los individuos y la vida de las naciones.

Serge Moscovici señalaba que: “Si bien es fácil captar la realidad de las representaciones sociales, no es nada fácil captar el concepto.” Representar proviene del latín re-praesentare, que quiere decir que algo se haga presente así exista en la realidad o en la imaginación. Los hombres se manejan con diversas modalidades de representación: artística (estatua); diplomática (embajador); simbólica (bandera); psicológica (percepciones, imágenes o ideas que sirven como punto de partida a la actividad voluntaria); histórica (narración de hechos pasados); jurídica (un apoderado) y finalmente lo que nos interesa para este estudio, la representación política, sobre la que intentaremos analizar en esta nota.

Es sabido que los hombres en su largo e intrincado camino por la construcción social de la humanidad, se fueron dando a través de las distintas épocas una serie de representaciones (desde lo real hasta lo simbólico) del medio y los objetos que lo rodean con el propósito medular de “humanizar” la naturaleza (de la cual dependemos) y ponerla al servicio de sus necesidades.

Así, el sistema de representación de una sociedad paso a ser un facilitador para interpretar la percepción que tienen los hombres con relación a las cosas y sus necesidades; finalmente adjudicó representatividad a terceros (personas o instituciones) para confiar sus intereses

En el ámbito político por su carácter personal y colectivo, las democracias y su instrumento las organizaciones políticas (partidos), representan con un grado mayor de significación todo aquello que existe en la realidad o en la imaginación de los pueblos en cuanto a sus necesidades colectivas y su armonioso desarrollo social, económico político y cultural. Este sistema de representación lo ocuparon los partidos políticos que encarnados por una dirigencia, pasó a sustituir a las viejas monarquías.

Sin embargo esto no es más que una visión ideal de la realidad, cuanto que los episodios que rodean al mundo y en particular entre las representaciones políticas y la gente, pareciera haberse producido una ruptura de credibilidad; este aspecto es fundamentalmente decisivo, ya que la credibilidad es el principal aliado de las representaciones en general. Sin credibilidad no hay representación posible y si no hay representatividad, el sistema político y económico de una nación queda a la intemperie y sin horizonte. Prueba de ello son la crisis financiera de la economía más grande del mundo producida en agosto del 2007 llamada la crisis inmobiliaria o “subprime” (préstamos de alto riesgo que incluyen a deudores sin capacidad probada de pago o con dudoso historial crediticio) o la crisis Europea como consecuencia de la inestabilidad de los bancos residuo de las mismas causas de la crisis económica de EE.UU, o la compleja crisis política en el Oriente Medio llamada primavera Árabe y para no ir más lejos, nuestra cercana crisis del 2001 expresión contundente de ausencia de representatividad política, económica y dirigencial (que se vayan todos) del cual todavía nuestro sistema de representación política no ha podido recuperarse, prueba de ello son las movilizaciones de 2012 autoconvocadas.

En cada uno de estos episodios en los cuales la gente se movilizó masivamente para forzar soluciones o manifestar su protesta, no lo hizo en forma tradicional a través de los partidos o formación política alguna ya que la falta de confianza hizo que se autoconvocaran usando para ello las redes sociales como instrumento metodológico, dejando fuera a lo más tradicional de la política, la movilización a través de sus “representantes” (partidos y dirigentes); estos datos de la realidad son una muestra palmaria del conflicto de representación que subyace en las sociedades modernas, poniendo en duda aún más una pronta resolución de esta crisis hecho este, que deja al sistema político y económico de representación herido de muerte frente a un mundo que no deja de demandar soluciones estratégicas a los problemas actuales.

En lo político el centro de control del poder se ha eclipsado, ya no lo ocupa ni un líder ni una ideología clara; tampoco hay modelos económicos alternativos en los cuales se pueda confiar, sólo queda “el capitalismo”, por tanto la disyuntiva de las naciones es optar por un capitalismo de estado (esto es China) o un capitalismo de mercado (EEUU y algunos países de Europa) el resto son sólo inventos de estos dos para ver que sale de la mezcla; cuando todas estas alternativas carecen de sustento y reina el desconcierto, entonces los hombres comienzan a asumir su propia representación.

Decía Hannah Arendt: “cuando una vieja verdad ha dejado de tener vigencia, nada se gana con darle la vuelta”.
¿Estaremos asistiendo al final de un ciclo con relación a las formas de participación política y la representación de las formaciones políticas (partidos) ante la gente?
No tengo la respuesta, por ahora sólo tengo la duda.

Finalmente quiero compartir con ustedes un texto de un pensador argentino y gran amigo de mi padre (ambos fallecidos) que expresa con claridad lo que viene sucediendo:
Don Escanio Perrusi decía:
Vivimos una etapa de la historia donde todas las contradicciones humanas y sociales, tienden a alcanzar su máxima agudización. Ello anuncia la inevitabilidad de trascendentes cambios, que transformarán radicalmente la realidad del hombre y de la humanidad.
Esos cambios no se producirán sin una madurez. Madurez que se dará inevitablemente, en razón de la rigurosa necesidad de acabar con la confusión y el desconcierto que produce la tremenda inestabilidad de nuestra época.
Necesariamente el hombre se pregunta: ¿Qué ocurre?
Las bases tradicionales se han roto y se vive la precariedad de lo inestable.
El ¿qué ocurre? Se convierte en pregunta permanente y de todos, condicionando poco a poco las primeras respuestas. Estas obligan a verlo y a interpretarlo todo de nuevo.
Cualquier herencia del pasado se halla impregnada de principios que no se ajustan a la dinámica realidad cambiante de nuestro tiempo.
Esos principios que fueron ágiles y plásticos para una época, se han endurecido y no sirven para interpretar y transformar nuestra realidad presente.
Por primera vez y en forma imperiosa, millones y millones de seres en el mundo quieren conocer la verdad tal cual es, y construir sobre la base de ella una civilización que el tiempo en su transcurso ratifique y fortalezca.

Este texto que guardo como patrimonio personal legado de mi querido viejo, es hacerles saber que Perrusi era un pensador Marxista; mi reflexión entonces es que deberemos comenzar por comprender que las ideologías en los sistemas políticos venideros, cualesquiera sean las formas de participación, pasarán a ser un patrimonio individual de quien lo ejerza y no una fortaleza colectiva; son un bagaje más de la formación curricular y como tal, un valor agregado al patrimonio cultural, social y político; no debería en este contexto al menos ser un impedimento para interactuar con otros a la hora de articular políticas vinculadas o destinadas al pueblo u otros, sólo se trataría de usar el sentido común para superar impedimentos subjetivos, culturales o ideológicos.

El desafío ya está en marcha, así lo demuestran los episodios que ocurren en nuestro país y el mundo entero; ¿Seremos capaces de abordar semejante desafío? ¿O seguiremos chocando contra nosotros mismos en el parque de diversiones de la vida?

Vicente Scordamaglia