Artículo de opinión
EL DESBORDE DE LAS MASAS
Por: Vicente Scordamaglia
El desborde de las masas
en el mundo está dando cuenta del agotamiento del sistema político y económico
que gobierna hoy la mayoría de las democracias del mundo. El contrato social
que forjó y contuvo a las grandes capas medias de las democracias occidentales se
encuentra en crisis y sin reflejos frente a los múltiples reclamos de millones
de trabajadores que ven caer sus salarios y como consecuencia de ello su expectativa
de vida de cara al futuro inmediato. La movilidad ascendente con la que se
beneficiaron millones de trabajadores en los países del mundo libre, hoy ven
con pesar como ese contrato social comienza a recorrer el camino inverso.
Es
el turno de las reformas laborales que se quiere imponer desde el liberalismo
financiero para recortar de una sola vez, todas las conquistas laborales
(mejores salarios, vacaciones, aguinaldo, jubilación y sistemas de salud) que
con tanto sacrificio costó obtener en la que cientos de miles de luchadores
sufrieran cárcel, torturas y entregaron su propia vida por el bien común de la
clase trabajadora.
En
nuestro país como en otros, (llamados países emergentes) gobernados por modelos
neoliberales, se pretende llevar adelante una reforma laboral que retrotraiga
las conquistas de los trabajadores a simples contratos temporarios con
atributos patronales de comienzo del siglo pasado en donde los trabajadores
solo percibían un magro salario exento de beneficios sociales elementales para
alcanzar una vida más justa y digna junto a su grupo familiar. Si bien es
cierto que la ciencia, la tecnología y la robótica construyen una sociedad del conocimiento que
está impactando sobre el trabajo manual tal como lo conocemos, no es menos
cierto que este hecho significativo, se desarrolla a expensas de la oferta laboral a nivel global, que en
su devenir hace que el trabajo sea un bien escaso a repartir.
La guerra comercial por
los mercados que se libra en la superficie entre los gigantes (China, EEUU y
Rusia) que operan a nivel global, revela conflictos todavía aun más profundos como
lo es la lucha por los recursos (finitos) básicos para la subsistencia humana
que, en su acontecer, preanuncian conflictos aun mayores.
La dimensión de la
problemática a la que debe enfrentarse la humanidad, es equivalente al
despliegue que vienen desarrollando las naciones que tienen su economía
globalizada, esto es, aquellos en los cuales su desarrollo depende de la capacidad que tengan para
obtener las materias primas indispensables para su desarrollo general y el
bienestar de su población.
El futuro ya está aquí y
para construir sobre él, no depende solamente tomar las prevenciones necesarias
para alcanzar niveles de vida dignos sino que además, se necesita crear
condiciones favorables para un desarrollo científico tecnológico que sitúe al país
en los niveles más altos de conocimiento para hacerle frente a los grandes
desafíos que hoy enfrenta toda la humanidad.
Crear
comunidades de naciones como lo hacen las redes, con el fin de establecer
relaciones de confianza entre países que tienen el mismo perfil y persiguen un
mismo fin será necesario para alcanzar juntos los mecanismos para un desarrollo
sostenido. Esta sencilla propuesta nos cobijará para estar al amparo de las
embestidas de los más poderosos de la tierra que en su incesante avance, no
están dispuestos a conceder ninguna concesión para obtener y satisfacer sus
desmesuradas necesidades.
Un
enemigo común contra un mundo injusto es el mejor catalizador para unir a un
conjunto de naciones, que no encuentran soluciones adecuadas a los grandes
desafíos de la época, en especial, aquellos países como el nuestro que todavía
no logran salir del flagelo que provocan las crisis económicas recurrentes con
peligrosos índices de pobreza y marginalidad. La peor cara que está mostrando el
capitalismo financiero como rasgo que lo distingue en la actual etapa
globalizadora, es la profunda desigualdad que genera una elevada concentración
de la riqueza en pocas manos y un alarmante crecimiento de la pobreza del 40% y
en ascenso, esto hace que las masas populares a las que se van sumando amplios
sectores de la clase media empobrecida desconfíen aun más de su clase dirigencial y provoquen
(en su lucha contra la desocupación, la injusticia y la falta de oportunidades)
escenarios de profunda inestabilidad social, política y económica. La historia
política nos dice que la desigualdad es el combustible que pone en marcha
peligrosos conflictos que impactan y debilitan a los procesos democráticos;
cada vez que la humanidad transitó por los niveles de inequidad tan
escandalosos (40% de pobreza) como sucede en la actualidad, sobrevino una larga
noche que arrastró con todo el orden preestablecido. Ya nadie se llama a
engaños, la desigualdad es la peor cara del capitalismo; no esperamos nuevos y
mejores tiempos por venir, más bien deberíamos estar ocupados en ver como
detenemos a tiempo un mal todavía mayor.