martes, 1 de octubre de 2019

EL DESBORDE DE LAS MASAS

Artículo de opinión
EL DESBORDE DE LAS MASAS
Por: Vicente Scordamaglia

El desborde de las masas en el mundo está dando cuenta del agotamiento del sistema político y económico que gobierna hoy la mayoría de las democracias del mundo. El contrato social que forjó y contuvo a las grandes capas medias de las democracias occidentales se encuentra en crisis y sin reflejos frente a los múltiples reclamos de millones de trabajadores que ven caer sus salarios y como consecuencia de ello su expectativa de vida de cara al futuro inmediato. La movilidad ascendente con la que se beneficiaron millones de trabajadores en los países del mundo libre, hoy ven con pesar como ese contrato social comienza a recorrer el camino inverso.
Es el turno de las reformas laborales que se quiere imponer desde el liberalismo financiero para recortar de una sola vez, todas las conquistas laborales (mejores salarios, vacaciones, aguinaldo, jubilación y sistemas de salud) que con tanto sacrificio costó obtener en la que cientos de miles de luchadores sufrieran cárcel, torturas y entregaron su propia vida por el bien común de la clase trabajadora.  
En nuestro país como en otros, (llamados países emergentes) gobernados por modelos neoliberales, se pretende llevar adelante una reforma laboral que retrotraiga las conquistas de los trabajadores a simples contratos temporarios con atributos patronales de comienzo del siglo pasado en donde los trabajadores solo percibían un magro salario exento de beneficios sociales elementales para alcanzar una vida más justa y digna junto a su grupo familiar. Si bien es cierto que la ciencia, la tecnología y la robótica  construyen una sociedad del conocimiento que está impactando sobre el trabajo manual tal como lo conocemos, no es menos cierto que este hecho significativo, se desarrolla a expensas  de la oferta laboral a nivel global, que en su devenir hace que el trabajo sea un bien escaso a repartir.  
La guerra comercial por los mercados que se libra en la superficie entre los gigantes (China, EEUU y Rusia) que operan a nivel global, revela conflictos todavía aun más profundos como lo es la lucha por los recursos (finitos) básicos para la subsistencia humana que, en su acontecer, preanuncian conflictos aun mayores.
La dimensión de la problemática a la que debe enfrentarse la humanidad, es equivalente al despliegue que vienen desarrollando las naciones que tienen su economía globalizada, esto es, aquellos en los cuales su desarrollo  depende de la capacidad que tengan para obtener las materias primas indispensables para su desarrollo general y el bienestar de su población.      

El futuro ya está aquí y para construir sobre él, no depende solamente tomar las prevenciones necesarias para alcanzar niveles de vida dignos sino que además, se necesita crear condiciones favorables para un desarrollo científico tecnológico que sitúe al país en los niveles más altos de conocimiento para hacerle frente a los grandes desafíos que hoy enfrenta toda la humanidad.            

Crear comunidades de naciones como lo hacen las redes, con el fin de establecer relaciones de confianza entre países que tienen el mismo perfil y persiguen un mismo fin será necesario para alcanzar juntos los mecanismos para un desarrollo sostenido. Esta sencilla propuesta nos cobijará para estar al amparo de las embestidas de los más poderosos de la tierra que en su incesante avance, no están dispuestos a conceder ninguna concesión para obtener y satisfacer sus desmesuradas necesidades.

Un enemigo común contra un mundo injusto es el mejor catalizador para unir a un conjunto de naciones, que no encuentran soluciones adecuadas a los grandes desafíos de la época, en especial, aquellos países como el nuestro que todavía no logran salir del flagelo que provocan las crisis económicas recurrentes con peligrosos índices de pobreza y marginalidad. La peor cara que está mostrando el capitalismo financiero como rasgo que lo distingue en la actual etapa globalizadora, es la profunda desigualdad que genera una elevada concentración de la riqueza en pocas manos y un alarmante crecimiento de la pobreza del 40% y en ascenso, esto hace que las masas populares a las que se van sumando amplios sectores de la clase media empobrecida desconfíen  aun más de su clase dirigencial y provoquen (en su lucha contra la desocupación, la injusticia y la falta de oportunidades) escenarios de profunda inestabilidad social, política y económica. La historia política nos dice que la desigualdad es el combustible que pone en marcha peligrosos conflictos que impactan y debilitan a los procesos democráticos; cada vez que la humanidad transitó por los niveles de inequidad tan escandalosos (40% de pobreza) como sucede en la actualidad, sobrevino una larga noche que arrastró con todo el orden preestablecido. Ya nadie se llama a engaños, la desigualdad es la peor cara del capitalismo; no esperamos nuevos y mejores tiempos por venir, más bien deberíamos estar ocupados en ver como detenemos a tiempo un mal todavía mayor.