Los mecanismos de defensa por la
supervivencia política dentro del Justicialismo, han comenzado a desplegarse en
lo que fuera hasta hace muy poco un sólido bloque dentro del Frente para la Victoria.
La fractura producida por un número significativo de diputados, a escasos días
de la apertura de las sesiones en ambas Cámaras del Congreso, preanuncian un
sinfin de conflictos y forcejeos por medidas que el nuevo gobierno necesita
aprobar si es que no quiere seguir gobernando solo con decretos de necesidad y
urgencia (DNU). Como contraposición, el poder político de Cristina comienza a
resquebrajarse en la medida en que las necesidades políticas remplacen a
posiciones particularmente (ideológicas) extremas. La más importante tiene que
ver con las realidades de las provincias en las cuales sus diputados son su
genuina representación, por consiguiente, este teje y maneje con el gobierno de
turno tiene que leerse como una señal de apoyo político a la nueva administración
pensando en futuros acuerdos con las provincias tan manoseadas en el período
anterior.
Este nuevo escenario se tenía que
dar tarde o temprano y fue a partir del enojo de los gobernadores una vez que
el gobierno nacional procedió a la transferencia de fondos a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
por encima de las asignaciones al resto de las provincias del país. Ese
episodio aceleró las negociaciones que culminaron con un gesto grandilocuente
de sus diputados que desencadenó la fractura y terminó con la hegemonía del
Frente para la Victoria en la Cámara de Diputados. De aquí en mas, la relación
de fuerzas entre oficialismo y oposición comienza a nivelarse y en la medida
que el gobierno afiance su poder, al Cristinismo, le será cada vez más difícil
cumplir con la operatoria de desgaste al gobierno de Macri que se había trazado
como estrategia para volver al poder.
Esta situación de ruptura no solo
comienza a marcar una independencia del Cristinismo de sectores que hasta ayer
conformaron el bloque parlamentario más numeroso, sino que además los sectores
críticos del Peronismo emprenden una acelerada renovación de sus fuerzas
políticas que los posiciona más cerca del poder frente a la nueva realidad
política del país. En este sentido, es absolutamente imprescindible para el
futuro del gobierno y el país, que el Justicialismo se renueve rápidamente con
un claro liderazgo que permita apuntalar no solo al nuevo gobierno aportando a
la gobernabilidad sino también que promueva una clara expectativa pensando en
el futuro político como una alternativa
válida posible.
La situación económica del país
no es menos conflictiva que la política; la negociación con los fondos buitres
puede transformarse, en la medida en que no se logre un acuerdo en el corto plazo,
en una traba fundamental para el ingreso de fondos desde el exterior, ya que si
el gobierno no logra desactivar la pata más importante del cepo que es la que
impide girar dólares al exterior no será posible que ningún inversor quiera
venir a Argentina mientras no pueda retirar sus ganancias. Esta situación solo
se destraba con una ley sancionada por el Congreso que reemplace a la que
impide el libre retiro de divisas hacia el exterior. No es menor el forcejeo
que se espera en el Congreso ya que el
Cristinismo contaba con las mayorías parlamentarias para que el nuevo gobierno
no logre afianzar su proyecto político basado en el ingreso de capitales
externos para su desarrollo. La pelea recién comienza y los Cristinistas
heridos en su orgullo prometen dar otra batalla épica que caracterizó su
historia política. Por ahora Massa y la fuerza que representa, garantizan la
gobernabilidad, a ellos se les suman los recién amotinados; es de esperar que
juntos puedan aportarle al nuevo gobierno la mesura y la madurez necesaria para
bien de todos los argentinos.
VICENTE SCORDAMAGLIA