miércoles, 7 de diciembre de 2011

UN RELATO HISTÓRICO COMÚN

UN RELATO HISTÓRICO COMÚN

NIETZCHE
“Solamente aquel que construye el futuro tiene derecho a juzgar el pasado”

Las posteriores secuelas que suelen dejar las contiendas políticas en nuestro país luego de cada elección presidencial, me sugiere que sería mejor dejar que las ideas discutieran entre sí para evitar que lo hagan los hombres, ya que éstos no saben hacerlo sin entrar en estado de “beligerancia” (por la lógica amigo  enemigo) transformando a La Nación en un campo de batalla desvastado por el intercambio belicoso de la artillería pesada exhibida por los bandos en conflicto.

Los ganadores de la contienda pelean por los espacios de decisión que ofrece la política,  alimentando así cada vez más la voracidad del poder que necesita tener todo bajo  control en su objetivo principal, la permanencia; para ello, es necesario el manejo discrecional de los fondos públicos; el poder, sólo se conserva con más poder y la “caja”  garantiza ese objetivo.

En cambio los perdedores, se fagocitan en sus debilitadas estructuras partidarias desprovistas de toda razón y justicia en la búsqueda irremediable de culpables y traidores que justifique sus desaciertos que los sumergió en el irremediable fracaso de la derrota electoral.

Mientras todo el sistema democrático tiende a buscar algún equilibrio posible entre oficialismo y oposición, y el pueblo comienza a desplegar sus nuevas demandas, conviene reflexionar (sobre todo cuando se intenta rever la historia) sobre algunos temas en particular que son, en definitiva, los pilares de nuestra nacionalidad; por eso a veces es conveniente recordar que todos los habitantes de este país, venimos de un pasado semejante, sin desconocer que intereses económicos, ideológicos o de facción, fragmentaron el recorrido hacia nuestro destino común que hoy, sin resignar ninguno de ellos, seguimos debatiendo con intenso fervor sobre cual es el mejor camino hacia la definitiva grandeza de nuestra patria.

Suele decirse que cualquier período de la historia política es el resultado fatal e inexorable de todos los periodos que le precedieron, así, la respuesta que se le da a la realidad actual, configura la síntesis de una concepción estratégica de la vida, la política, la economía y la filosofía de una nación que tuvo su origen en las luchas fundacionales.

En ese período de la historia, el mundo existente hasta entonces, había entrado en crisis a causa de La Revolución Francesa, que con La Toma De La Bastilla como emblema principal (el 14 de julio de 1789)  destronaba al antiguo régimen monárquico, fundando así la participación popular como elemento decisorio y transformándolo en símbolo fundante de las repúblicas en el mundo contemporáneo.

Si bien debemos aclarar aquí que la organización política de ese movimiento en Francia no pudo consolidar su propósito ya que La Primera República cayó tras el golpe de estado de Napoleón Bonaparte, lo cierto es que la revolución marcó el final del absolutismo y dio a luz a un nuevo actor político, la burguesía y las masas populares que se convirtieron a partir de allí, en la fuerza política dominante.

Ya desde muy temprano inicio, los organizadores de la independencia nacional, debatían la idea de nación conveniente para nuestro incipiente pueblo. Esto fue en medio de las luchas que España libraba a causa de la expansión Napoleónica por controlar gran parte de Europa en particular Portugal y España, (y por consiguiente las colonias que éstas se habían adjudicado en el siglo precedente) en ese vacío que se produce entre el imperio español y sus colonias, es donde nuestros patriotas comienzan a instrumentar la separación definitiva del Reino de España y fundar desde nuestra independencia una nueva nación.

Lo que allí se discutía fundamentalmente era nuestra emancipación del reinado de España y los argumentos se dividían en tres posiciones antagónicas que fragmentaban la precaria unidad nacional, esta situación se presentaba así: los que querían incorporarse a los centros de poder emergentes en el mundo (Inglaterra o Francia) como nuevas colonias, los que querían regresar al reinado restituido (España) y los que buscaban la emancipación total, construyendo una nación libre y soberana.

La inspiración provenía de dos modelos que se difundían por esos tiempos sobre  movimientos similares en las colonias españolas de América. La declaración de La Independencia de los Estados Unidos en 1776, proclamaba que todos los hombres eran iguales ante la ley, defendía los derechos de propiedad y libertad estableciendo un sistema de gobierno republicano; y por otro lado, la propagación de los ideales de La Revolución Francesa de 1789, en la cual se destacaba los derechos del hombre y del ciudadano, cuyos principios de "libertad, igualdad y fraternidad" habían despertado un gran interés entre los jóvenes de la burguesía criolla.

Si bien nuestros fundadores lograron consensuar la conveniencia de instituir la independencia de nuestro territorio nacional, no por ello consiguieron ponerse de acuerdo en el proyecto nacional que debía contemplar y articular todas las expectativas del conjunto de nuestro pueblo.

Así, una y otra vez, período tras período de nuestra historia, las distintas generaciones de argentinos venimos discutiendo recurrentemente como una fatalidad histórica, un profundo principio básico y central que dividió a los fundadores de nuestra nación y se proyectó hasta nuestros días; esto es, de qué forma nos integramos al mundo; si lo hacemos como colonia dominada por la política económica y comercial de los centros de poder mundial o como país libre e independiente haciéndole saber a los poderes hegemónicos  el derecho de nuestras  acciones y decisiones.

Es muy difícil de evaluar que tipo de nación hubiéramos construido si nuestros fundadores  hubiesen conservado la unidad de criterios con relación a los grandes temas estratégicos de nuestra nación y combatir con las armas a quienes no pensaban igual; lo cierto es que todavía sigue siendo una asignatura pendiente de quienes tienen la responsabilidad de mantener unidos a todos los argentinos y avanzar juntos hacia un destino común.

El gobierno nacional tiene hoy la oportunidad de poder (el 54% de los votos así lo establece) convocar a todos los argentinos a construir un relato histórico común de nuestra historia que nos permita apropiarnos de ella y a realizar el sueño de nuestros fundadores con el propósito de construir una patria unida y solidaria dejando atrás doscientos años de fragmentación y desencuentros que significó el retraso inexplicable de la dignificación de nuestros  anhelos más grandes.

Vicente Scordamaglia