Artículo de opinión
DOS MODELOS UNA SOLA SALIDA
Por: Vicente Scordamaglia
¿Acaso existen en el mundo actual más
que dos modelos de gestión como lo son el liberalismo financiero y el populismo
distributivo? Me animaría a decir rotundamente que no, salvo excepciones de
algunas naciones que realizan un experimento de ambos utilizando como práctica,
según el caso, un pragmatismo extremo ausente de cualquier ideología. Si esto
es así lo más lógico sería la búsqueda de lo mejor que sostienen ambos modelos
y aplicarlo a la economía de nuestro país para salir del laberinto en el que se
encuentra nuestra economía; este experimento sería posible si no fuera que
intereses locales y extranjeros no tuvieran otros planes para el futuro de nuestra economía.
La situación
limite en la que se encuentra la Argentina que heredó Alberto Fernández exige
la búsqueda de un constante equilibrio entre quienes encarnan los intereses de
estos dos modelos, esto es: consensuar la toma de decisiones para bucear juntos
y ver en el fondo de este océano de incertidumbres como funcionan esos países
que aplican para casos similares un pragmatismo extremo y en consecuencia,
medir por los resultados.
En nuestro
país acaba de asumir un nuevo gobierno y con él surge una nueva esperanza que
en la medida de las posibilidades reales y a pesar de la situación en la que se
encuentra la economía argentina, el gobierno intenta provocar un shock de
confianza en la población que espera con gran expectativa que se produzcan
cambios drásticos en la política nacional y que impulse a la economía de
nuestro país a soluciones más o menos rápidas; sin embargo y a pesar de lo
imperioso de proponer cualquier
“paliativo” para la emergencia, el nuevo gobierno sabe que corre contra reloj y
cada minuto en que transcurra el acontecer económico de Argentina se acerca a
un callejón con dos salidas: una es atar su suerte al FMI como lo hizo el
gobierno de Macri y el otro es socializar los esfuerzos para evitar que nos
alcance la espada de Damocles del FMI que persigue inflexiblemente al gobierno
argentino para que cumpla con los pagos tal cual fueron pautados con el
gobierno anterior.
El
presidente Fernández y todo su equipo económico saben de las dificultades que
todavía deben enfrentar más allá de haber tejido rápidamente una red de contención y de acuerdos con cada
uno de los sectores que conforman la estructura de poder en Argentina:
empresarios, sindicalistas, movimientos sociales, partidos políticos y aun con
los organismos internacionales de crédito que estarían de acuerdo en avanzar
sobre dos ejes fundamentales para destrabar la compleja trama de dificultades
en la que habría dejado al país el gobierno anterior: por un lado atender a la
emergencia social con toda la complejidad que esto implica, es ni más ni menos
que obtener respuestas urgentes para frenar la extrema pobreza, atender la emergencia
alimentaria y sanitaria e incentivar las escasas ofertas laborales que permitan
que la inmensa masa de desocupados encuentren una salida laboral y comiencen a
mover la rueda “virtuosa” de la economía. En segundo lugar, la estrategia del
gobierno es ganar tiempo dando señales claras de que no desea entrar en
default, en todo caso lo que la Argentina quiere es reconfigurar las fechas de
pagos, sobre todo en lo que hace a los vencimientos inminentes que de retrasar
el calendario de pagos le permitiría alejarse de la zona de peligro apremiante
antes que se caiga el acuerdo político social que hoy contiene el conflicto
social en Argentina.
Lo cierto es
que ni el liberalismo económico ni el populismo distributivo han podido dar
respuestas duraderas a las demandas de los pueblos; el liberalismo expresado en
el modelo Chileno (por tomar un caso emblemático) colapsó luego de haber dejado
un tendal de pobres en el camino con el agravante de que en ese país los
servicios básicos esenciales para la población (educación, salud y trabajo) son
privados e inalcanzable para los trabajadores y sus familias. En el mismo orden
y con el mismo rigor, hay que decir que los modelos populistas representados
por gobiernos como el de Bolivia (por tomar un caso) no alcanzan a completar un
círculo virtuoso de desarrollo por la falta de inversiones que le impiden pasar
a una fase superior de capitalismo productivo.
La situación
en el mundo es por demás preocupante. Los únicos que han podido perforar esta
ecuación perversa de las democracias imperfectas son precisamente aquellas
naciones que utilizan la democracia como mecanismo de legitimación de sus actos
de gobierno hacia adentro de sus naciones (EEUU. RUSIA Y CHINA) pero hacia
afuera ejercen presión constante con un desarrollo militar cada vez más
acentuado y riesgoso para la paz mundial.