lunes, 11 de noviembre de 2013

EN DEMOCRACIA ES EL PUEBLO QUIEN GOBIERNA

EN DEMOCRACIA ES EL PUEBLO QUIEN GOBIERNA
PERO TAMBIEN ES QUIEN VIGILA

Dicen algunos intelectuales de la política (y no se equivocan) que el acontecimiento más importante del siglo XX, ha sido el enfrentamiento entre regímenes democráticos y regímenes autoritarios; este conflicto, junto a cuestiones de economía internacional y estrategia militar quizás hayan sido  los responsables de la segunda guerra mundial, que dejó como saldo más de sesenta millones de muertos e infinitos sufrimientos a la especie humana, dejando sin resolver con criminal decisión los motivos que la ocasionaron, agregando nuevos y complejos problemas que aun hoy, siguen oprimiendo al conjunto de la humanidad; pese a esta insensata conflagración internacional, finalmente, dejó como saldo doloroso la “victoria” de la democracia, aportando nuevos derechos para los ciudadanos del mundo que a partir de allí fueron un poco más libres “reconstruyendo el mundo” que va desde  1945 con la derrota del Nazismo hasta  1989 con la caída del muro de Berlín, el fin del comunismo y el mundo bipolar.

Desde el final de la segunda guerra mundial y con ese nuevo orden mundial, las naciones comenzaron un lento pero seguro rumbo hacia las democracias como modelo político y social en casi todos los países del mundo que quedaron bajo la hegemonía de los EEUU,  consolidando un estado de bienestar que proporcionó “paz y prosperidad” a gran parte de los países de Europa (con excepción de unos pocos que todavía se hallan bajo regímenes autoritarios: China. Corea del Norte, Cuba y algunos otros países blindados de África y Medio Oriente del cual poco se conoce acerca de su sistema político).
Este fenómeno que hace al nuevo orden internacional, tiene en el vértice como único “liderazgo” a los EE.UU devaluado en la actualidad por su creciente deterioro económico y el avance de otros países que comienzan a disputar su hegemonía internacional (por lo menos en la economía) como son Brasil, Rusia, India y China (BRIC) con la pretensión de construir en el futuro, un mundo multipolar.

Contra todos los pronósticos, se avanzó en la posguerra, hacia un orden mundial con dos caras de una misma moneda, estado de bienestar para algunos, y sistemas injustos para otros; esta desigualdad obligó a estos pueblos a transitar un largo camino de luchas libertarias y reivindicativas en todos los casos, en situaciones adversas y condiciones desiguales, lo que hizo que con el correr de los acontecimientos se llegara a sistemas democráticos poco creíbles y sin representaciones políticas, sociales y espirituales, configurando un mundo que poco a poco concluyó expresándose por fuera de los sistemas políticos tradicionales que exhibieron su desgaste a la hora de contener a la población y sus reclamos; y pese a algunos significativos avances, los ciudadanos del mundo se vieron afectados por este creciente descreimiento de su clase dirigente y sus instituciones (los partidos políticos), generando un vaciamiento de contenido de sus valores indispensables que se habían desarrollado con el estado de bienestar para el delicado funcionamiento  de la democracia en el mundo; pese a que hoy asistimos a democracias “vigiladas” según aparecen las denuncias de escuchas telefónicas de los principales líderes del mundo por parte de los servicios de inteligencia de EEUU, las sociedades del mundo seguirán persistiendo en mejorar la calidad institucional y consolidar la democracia en todo el planeta como único sistema valido para resolver los grandes interrogantes que persisten en el mundo. 

Si es cierto como se declama desde la política habitualmente que: en democracia es el pueblo quien gobierna y decide, no es menos cierto que también es quién vigila; la crisis de confianza que viene afectando a todo el sistema de representación política se manifiesta, como contracara en los distintos movimientos sociales, con multitudinarias marchas que se dan cita a través  de las redes sociales. Estos movimientos sociales articulados por internet, no fueron concebidos para tomar el poder sino para influenciarlo a través de hacer visibles los reclamos y expectativas de los ciudadanos, logrado su objetivo, carecen de representatividad para armonizar los diversos intereses que subyacen en el trasfondo de nuestra sociedad. 

Es importante tener en claro esta idea, porque de lo contrario estaríamos pensando en que sería posible remplazar a los partidos políticos y su dirigencia dentro del sistema democrático por mensajes de texto que circulan por Internet; Internet reproduce en este caso una fuerza común en la cual cada uno participa desde el anonimato sin que nadie pueda adueñarse de ella amplificando las problemáticas sociales para que la política la incorpore a la agenda de gobierno.

Pero este análisis quedaría incompleto si no nos preguntamos al menos este  interrogante: ¿cómo mejoramos la calidad de la democracia sin tener que recurrir a la violencia como es habitual en casi la totalidad del planeta? ¿Es necesario tener poder para cambiar las condiciones de vida de los pueblos?
En este sentido podríamos afirmar que el poder sólo puede percibirse para quien lo tiene cuando es reconocido y temido por los pueblos, “pero cuando hay ausencia de terror en quienes no tienen poder es exasperante para los que lo tienen”; porque precisamente en ese momento se dan cuenta que lo perdieron (como es el caso de nuestro gobierno)

“Poder” es una expresión condensada para manifestar la capacidad de hacer cosas, esto es, “poder hacer”; “política”, por otra parte, representa la capacidad de decidir qué es preciso hacer, es decir con qué fines debería usarse el poder disponible.  
El mundo actual (según Zygmunt Bauman) se caracteriza por haber globalizado tanto la economía como el poder, en cambio la política se mantiene anclada (y no podría ser de otra manera) en las problemáticas territoriales. Este hecho significativo, presupone  que los líderes políticos no cuenten con los instrumentos necesarios para gestionar eficientemente sobre  las distintas demandas de sus gobernados. Esta problemática actual es la que afecta cada vez más a las democracias del mundo y por consiguiente sobre el desarrollo de los pueblos que aspiran a seguir fortaleciendo su sistema institucional y su calidad de vida en el mundo.  
Si extrapolamos esta situación literalmente a lo que sucede en nuestro país, veremos cómo se reproduce el mismo proceso una y otra vez causando sucesivos fracasos de todos los modelos políticos hasta la fecha; estos se agotan por lo menos cada diez años; la política pierde el control de la economía y como consecuencia de ello los políticos dejan de tener poder.
El estado de bienestar como se lo conoció en los países europeos, fueron procesos más duraderos que en el resto del mundo, como por ejemplo en Sudamérica que apenas duran como en nuestro caso, una década, pero si observamos con un poco de atención veremos que la crisis económica que atraviesa Europa ha hecho tambalear los cimientos de su unidad monetaria: el euro. Ya son  muchos los analistas que dudan de la viabilidad de la divisa; pero la tormenta económica no sólo ha sembrado las dudas sobre la moneda, sino que ha acelerado el debate sobre la viabilidad de uno de los pilares sociales del Viejo Continente: su Estado de bienestar, es decir, el modelo de organización económico-social, que pretende un reparto más equitativo de los beneficios y de la riqueza entre toda la población, mediante la amplificación de servicios o garantías sociales a todos los ciudadanos, que también en el viejo mundo ha entrado en crisis. Y esto es así, porque el capital financiero despegó definitivamente (llevándose consigo el poder) de los estados nación para convertirlos en estado global.
Comparemos una vez más con lo que sucedió en nuestro país. El modelo Kirchnerista gozó de buena salud, luego de que el capital disponible en Argentina se “reconstruyó” después de la debacle del 2001 que arrasó con todo el sistema vigente hasta la fecha, partidos, instituciones, sistema financiero y factores de poder fueron incapaces de gobernar en medio de esta crisis; el presidente Néstor Kirchner, consigue articular en un “nuevo orden”, la política como eje central y la economía al servicio de un “modelo” que le permitió contener a los distintos factores de poder con un fuerte liderazgo político por un lado, y un relato sesgado de la realidad por otro, que se sintetizó en una perversa práctica política de amigo/enemigo.  Mientras los empresarios reconstruían sus bienes financieros aportaron con sus aplausos y sus inversiones, obviando cualquier escándalo o desacierto del gobierno, al tiempo que el país crecía y se reactivaba la economía de Argentina.  Pero la caja del estado comenzó a sentir la fatiga de un reparto desordenado y clientelar, lo que hizo que el gobierno comenzara a disponer discrecionalmente de otras cajas para que ese modelo no sucumba: ANSES, AFJP, altas retenciones al campo, Banco Central y restricciones de la libre economía como forma de controlar divisas extranjeras (aquí el empresariado sintió la asfixia del corset de los controles de precios y la libertad de disponer de sus divisas) al tiempo que intentó controlar desde el Estado el resto de los poderes institucionales con el único fin de permanecer en el poder de forma indefinida.
Si esto es así, la conclusión de este escueto análisis es que estos “modelos” solo funcionan en tanto haya caja que permita la tan ansiada distribución, en tanto queda en la nebulosa cómo se comporta el “modelo” para generar riqueza genuina y posterior reparto.   
Finalmente cuando nuestra sociedad se dispone a construir un modelo diferente del actual para los próximos veinte años, deberíamos reflexionar sobre los conceptos de Daniel Zovatto Director Regional de IDEA Internacional en América Latina en un diálogo para el diario La Nación:
Coexisten dos conceptos de democracia que está unido al concepto de república, es decir, una democracia estructurada en la división de poderes, el respeto de la independencia de esos poderes, de la libertad de expresión, que va más allá del concepto electoral. La otra noción considera la democracia como construcción de mayorías, un sistema en el cual el acceso al poder está definido por unas elecciones “democráticas, más o menos competitivas, pero después de las cuales, si se obtiene el respaldo de las mayoría, se puede lograr hasta la reelección indefinida y el gobierno inicia así un proceso de acumulación de poder, de “ir por todo” y de intentar controlar a todos los poderes. No solo el acceso al poder debe ser democrático, sino también debe serlo su ejercicio.
El oficialismo ha comenzado a perder el poder y como consecuencia de ello, la oposición  en este caso es la encargada de asumir el protagonismo en la construcción de una mejor alternativa de cara a las próximas elecciones.
En este sentido el oficialismo debería fijarse no tanto en la cantidad de legisladores que posee para afrontar la transición de estos dos años faltantes sino en la cantidad de ciudadanos que no los votó ya que este fenómeno es una tendencia imparable de cara a las elecciones presidenciales de 2015.
Vicente Scordamaglia

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