LA AUSENCIA DE LAS IDEOLOGÍAS
Las últimas elecciones
de Perú donde sus votantes definieron la elección en segunda vuelta con escaso
margen de votos, muestra la división y paridad que existe en los países de la
región entre dos modelos de gestión (que dicen ser antagónicos) en los cuales
la diferencia la hace el candidato (su carisma) y lo que la gente valore de él.
La falta de confianza en la clase política por parte de los ciudadanos de a
pie, son una constante creciente que se generaliza en la medida en que las
soluciones no se manifiesten rápidas y con absoluta claridad. Las elecciones de
medio término ofrecen a los ciudadanos la oportunidad de corregir el rumbo de
los programas que no ofrezcan soluciones en el corto plazo, tomando todos los
recaudos disponibles a la hora de decidir su voto. Este mismo fenómeno, que
también se manifestó de la misma manera en las recientes elecciones
presidenciales de nuestro país, se viene dando con modalidades propias, no solo
en países de nuestro continente sino también en el conjunto de los países
democráticos.
En estos complejos
escenarios de la democracia de los pueblos, los datos de la realidad comienzan
a mostrar la punta del iceberg de lo que está aconteciendo en nuestro país y en
gran parte del mundo con diferentes matices y contextos históricos propios de
sus regiones. Es un fenómeno poco representado todavía y merece por su
trascendencia, analizar su ascendente desarrollo.
Si tomamos en cuenta
que la población mundial ya no discute cuestiones filosóficas de los programas
de gobierno ni la ideología de sus candidatos o los frentes políticos que la
conforman, la pregunta que debemos hacernos es: ¿Dónde están las mayorías? Y
eventualmente: ¿qué programa de gobierno representa los intereses de esas
mayorías?
Por ahora y sin
respuesta al interrogante planteado, digamos que poco se duda en el mundo
actual de la política, la existencia de dos programas que rivalizan acerca de
cuál es el que sacará a las naciones de la actual crisis moral y económica en
la que se ven sumergidas; estos dos programas que se parecen entre sí más de lo
que uno supone, se diferencian por
algunos matices relacionados en las prácticas políticas, que son en las formas
y no en los contenidos; ambos programas (no me animaría a llamarlos modelo)
tienen la particularidad de dejar de lado los valores ideológicos que
respaldaron a los partidos tradicionales hoy envejecidos y vaciados de
contenido para integrarse a grandes frentes electorales, conteniendo así a un
segmento mayor de adherentes a sus coaliciones de gobierno adhiriendo a
consignas ideológicas solo por intereses y no por convicciones filosóficas.
Veámoslo de esta
manera: El “Populismo” llamado así despectivamente (para mi gusto sería mejor
gobiernos populares) con su impronta nacionalista, creencias religiosas y
anclado territorialmente con base en las clases medias bajas y sectores del
trabajo, son habitualmente su base social. Su discurso fundante es la justicia
social y su consigna principal, la distribución de la riqueza, su utopía
cardinal.
En el otro extremo, el
liberalismo financiero disperso por el mundo amante del libre mercado y la
competencia voraz por el dinero, representa a sectores medios altos y
acomodados de la sociedad y en muchos casos representa a la élite local bastante
remisa a enrolarse en categorías políticas, por ello bastante desarraigados de
la sociedad. Este fenómeno tan peculiar que también se está dando en las
naciones más ricas económicamente hablando, se ven arrastradas por las mismas
problemáticas que sus pares más pobres dejando al descubierto la brecha creada
por la concentración de la riqueza que dejó como saldo la multiplicación de la
pobreza y la desigualdad en todos los
países de la tierra.
En otro orden de
cosas, la crisis moral está llegando a todos los rincones del planeta sin dejar
resquicio alguno (entre ricos o pobres) desde donde reconstruir los modelos
sociales, políticos o económicos que nos trajeron hasta el presente, exponiendo
claros síntomas de agotamiento acerca de las certezas que requiere la
problemática global, generando confusión y desconcierto con altos niveles de
inequidad social que creíamos haber dejado en el pasado.
Es posible sin
embargo, que la sensatez de unos pocos líderes mundiales, comience a producir
niveles de conciencia cada vez más elevados
multiplicando y alumbrando así, la conciencia de un nuevo tiempo por
venir.
Es indudable que el mundo se ha transformado en un lugar peligroso
y complicado a la vez; los precios del petróleo suben y bajan sin motivo o
previsión alguna, la inflación y la recesión se extiende por todo el planeta, los
gobiernos están desamparados y acuñan más dinero lo cual genera más inflación o
regulan la situación y acaban sumiéndose en más recesión, la economía mundial
amenaza con estallar como se está viendo con la salida de Gran Bretaña de la Unión
Europea llevándose puesto al mercado común (con insospechadas consecuencias) o ante
los múltiples cimbronazos que suceden en cualquier rincón del planeta hoy
interconectado; los narco estados son moneda corriente mientras la miseria
humana se expresa por televisión en el living de nuestras casas, así como
vamos, la “estabilidad” parece una
utopía del pasado amenazando transformarse en una quimera difícil de
alcanzar.
VICENTE SCORDAMAGLIA
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