CRISIS GLOBAL
El trabajo, ¡un bien escaso a repartir!
Cada vez que hablamos
de crisis global tenemos la tendencia a abordar el análisis como si solamente fuera una crisis financiera,
algo que solamente está vinculado con los complejos sistemas económicos y los
mercados financieros en los cuales se viene desarrollando el capitalismo
globalizado, como consecuencia de su expansión, aquella que produjo la primera
fase de la revolución industrial. No advertimos (o dejamos de lado ex profeso) que
los procesos económicos financieros tienen su base de sustentación en la
sociedad misma que al abandonar los intereses generales del colectivo social y
remplazarlos por transacciones individuales, las masas laborales se hicieron más
débiles y permisivas creando condiciones favorables para que se desarrollen todas
las políticas activas del capitalismo y sus asociados sin control de los
derechos laborales, ambientales y territoriales.
En tiempos del
advenimiento de la revolución industrial, tanto los capitalistas como los
trabajadores tenían una suerte de dependencia mutua en la cual los trabajadores
se organizaban en función de sus demandas y el capitalismo desarrollaba sus
intereses en función de la acumulación de su riqueza. Este “equilibrio” que
costó muchas vidas hasta alcanzar su apogeo y que dio origen al estado de
bienestar, comienza a romperse a partir de la introducción de la tecnología en
los sistemas de producción, que al prescindir de mano de obra para su
producción, comienza a desplazar a millones de trabajadores en todo el mundo
con consecuencias devastadoras no solo para todos los trabajadores y sus
familias sino también para las economías regionales de los países dependientes
de ese “equilibrio” entre capital, trabajo, producción y consumo.
La crisis que vive el
mundo actual, no es una crisis meramente financiera o económica, es básicamente
una crisis de época que se produjo por la pérdida progresiva de valores, y como
consecuencia de su expansión se ha ido desarrollando globalmente con características
propias en cada país, estimulada por una
revolución científico-tecnológica que viene cerrando los últimos vestigios del ciclo
expansivo que tuvo la revolución industrial.
La característica más
notable que introduce este fenómeno es la de haber dado un salto cualitativo en
áreas claves de la economía mundial tales como los sistemas de producción, las
comunicaciones y las finanzas.
Estas reformas a
nivel mundial que se operan en las empresas multinacionales, se debe analizar
en profundidad porque nos plantea un salto cualitativo en términos potenciales
pero al mismo tiempo abre una serie de interrogantes que atraviesan y desafían
a todo el pensamiento filosófico, político y económico que conocimos hasta la
fecha y que la sociología ha dado en llamar: “el carácter civilizatorio de la
evolución social”
Una de las características
centrales de este fenómeno de fuerte impacto en las clases trabajadoras y
medias de la población mundial es que se requiere en la actualidad un 75% menos
de tiempo de trabajo humano para realizar los mismos objetivos; pero si este análisis
no lo abordásemos como tiempo de trabajo humano y lo hiciéramos desde la
pérdida de puestos de trabajo, nos encontraríamos con la eliminación del 75 %
de los trabajadores del mercado laboral con las consecuencias que hoy están a
la vista de todos.
Veamos entonces a
partir de algunos ejemplos a qué fenómeno complejo nos tenemos que enfrentar y
qué posibilidades tenemos a mano para darle alguna solución para resolver la
crisis de la “modernidad”: en Argentina la Ford hasta la crisis de 2001 producía con 2500
trabajadores más cantidad de autos que los que producía en 1970 con 12.000
trabajadores. Esto se puede resolver eliminando 10.000 trabajadores o se puede
resolver bajando la jornada laboral significativamente. Si en esos años el
producto de esa empresa necesitaba 80 horas hombre y ahora lleva 40, quedan
solo dos opciones: una es dejar a 5 trabajando 8 horas, y dejar fuera a 5 que
no tienen posibilidades de reinsertarse en el mercado laboral y la otra es
quedarse con 10 trabajando 4 horas, que en el caso de incrementarse la
productividad y las ganancias, trabajando 4 horas duplicarían (o más) sus
ingresos. Esta última opción ofrecería una solución intermedia en los países salvando
un descalabro inminente en el mundo capitalista con alto contenido de
conflictividad social, política y económica de consecuencias globales.
Esta opción no parece
delirante teniendo en cuenta que la solución antagónica tiene como destinatario
la de dejar en la calle a millones de trabajadores en el mundo.
En los años comprendidos
entre el fin de la segunda guerra mundial y la crisis de los setenta, coincidieron
con los más altos niveles de crecimiento económico con una disminución de la
jornada laboral que pasó de 72 horas de principio del siglo 20 a las 40 horas que alguna vez
conocimos; es decir, una reducción de un 45% de la jornada laboral. Esto
permitió una incorporación a niveles de bienestar a amplios sectores de la
población especialmente a aquellos que habían quedado afuera del estado de
bienestar, pero en los últimos 20-25 años, que es cuando se despliega más
aceleradamente la globalización de los sistemas de producción, la lógica fue la
de expulsar trabajadores. Esto produjo una notable polarización entre ricos y
pobres con una concentración de la riqueza sin igual por lo que hoy tenemos un
20% de la población mundial que concentra el 87% de los ingresos en el mundo; y
si esta misma ecuación la llevásemos al 30% de la población mundial, el
desfasaje sería de enormes proporciones ya que estaríamos en valores del 95%
del ingreso mundial que significaría que un 70% de la población mundial se
reparte apenas el 5% de la riqueza. Como observamos aquí, nos encontramos con
un mercado de un 20-30% que es excesivamente chico para dar el salto
cualitativo necesario en la productividad con tecnologías de avanzada ya que estamos
ante una crisis de sobreproducción por la sencilla razón de la carencia de demanda
derivada de la polarización y la concentración de la riqueza.
Para terminar con
este escueto análisis el problema de magnitud global no tiene solución si no se
hace una redistribución a gran escala de la riqueza social. Así lo está
realizando China, única potencia que está buscando una solución alternativa a
través de una profunda reforma agraria que ha planteado ante la eventualidad de
que bajen las exportaciones.
En este sentido el
capitalismo global avanza hacia un cuello de botella en donde las perspectivas
que tiene por delante son aterradoras; no existen en el corto plazo muchas
opciones, o incluye nuevos compradores a su cartera de potenciales clientes, o
produce como ya se está viendo una exclusión de la población mundial como no se
ha visto nunca en la historia de la humanidad, alimentando aun mas a los cinco
males de la historia: la miseria, la ignorancia, la necesidad, la desocupación
y la enfermedad de la sociedad que la “modernidad” con toda su parafernalia
tecnológica no ha podido erradicar. Steve Fraser (guru de Walestrik)
inmortalizó esta frase: Cuando el yo es el único sitio viable de
mejora, cuando no hay ningún beneficio posible que obtener con la acción
colectiva, la conciencia colectiva se antoja “ridícula, ingenua y confusa,
cuando no pecaminosa y sediciosa”. De allí, estamos a solo un paso del “sálvese
quien pueda”.
VICENTE
SCORDAMAGLIA
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