martes, 4 de julio de 2017

CRISIS GLOBAL El trabajo, ¡un bien escaso a repartir!

 CRISIS GLOBAL
El trabajo, ¡un bien escaso a repartir!

Cada vez que hablamos de crisis global tenemos la tendencia a abordar el análisis  como si solamente fuera una crisis financiera, algo que solamente está vinculado con los complejos sistemas económicos y los mercados financieros en los cuales se viene desarrollando el capitalismo globalizado, como consecuencia de su expansión, aquella que produjo la primera fase de la revolución industrial. No advertimos (o dejamos de lado ex profeso) que los procesos económicos financieros tienen su base de sustentación en la sociedad misma que al abandonar los intereses generales del colectivo social y remplazarlos por transacciones individuales, las masas laborales se hicieron más débiles y permisivas creando condiciones favorables para que se desarrollen todas las políticas activas del capitalismo y sus asociados sin control de los derechos laborales, ambientales y territoriales.

En tiempos del advenimiento de la revolución industrial, tanto los capitalistas como los trabajadores tenían una suerte de dependencia mutua en la cual los trabajadores se organizaban en función de sus demandas y el capitalismo desarrollaba sus intereses en función de la acumulación de su riqueza. Este “equilibrio” que costó muchas vidas hasta alcanzar su apogeo y que dio origen al estado de bienestar, comienza a romperse a partir de la introducción de la tecnología en los sistemas de producción, que al prescindir de mano de obra para su producción, comienza a desplazar a millones de trabajadores en todo el mundo con consecuencias devastadoras no solo para todos los trabajadores y sus familias sino también para las economías regionales de los países dependientes de ese “equilibrio” entre capital, trabajo, producción y consumo.
La crisis que vive el mundo actual, no es una crisis meramente financiera o económica, es básicamente una crisis de época que se produjo por la pérdida progresiva de valores, y como consecuencia de su expansión se ha ido desarrollando globalmente con características propias en cada país, estimulada por una revolución científico-tecnológica que viene cerrando los últimos vestigios del ciclo expansivo que tuvo la revolución industrial.
La característica más notable que introduce este fenómeno es la de haber dado un salto cualitativo en áreas claves de la economía mundial tales como los sistemas de producción, las comunicaciones y las finanzas.
Estas reformas a nivel mundial que se operan en las empresas multinacionales, se debe analizar en profundidad porque nos plantea un salto cualitativo en términos potenciales pero al mismo tiempo abre una serie de interrogantes que atraviesan y desafían a todo el pensamiento filosófico, político y económico que conocimos hasta la fecha y que la sociología ha dado en llamar: “el carácter civilizatorio de la evolución social”

Una de las características centrales de este fenómeno de fuerte impacto en las clases trabajadoras y medias de la población mundial es que se requiere en la actualidad un 75% menos de tiempo de trabajo humano para realizar los mismos objetivos; pero si este análisis no lo abordásemos como tiempo de trabajo humano y lo hiciéramos desde la pérdida de puestos de trabajo, nos encontraríamos con la eliminación del 75 % de los trabajadores del mercado laboral con las consecuencias que hoy están a la vista de todos.

Veamos entonces a partir de algunos ejemplos a qué fenómeno complejo nos tenemos que enfrentar y qué posibilidades tenemos a mano para darle alguna solución para resolver la crisis de la “modernidad”: en Argentina la Ford hasta la crisis de 2001 producía con 2500 trabajadores más cantidad de autos que los que producía en 1970 con 12.000 trabajadores. Esto se puede resolver eliminando 10.000 trabajadores o se puede resolver bajando la jornada laboral significativamente. Si en esos años el producto de esa empresa necesitaba 80 horas hombre y ahora lleva 40, quedan solo dos opciones: una es dejar a 5 trabajando 8 horas, y dejar fuera a 5 que no tienen posibilidades de reinsertarse en el mercado laboral y la otra es quedarse con 10 trabajando 4 horas, que en el caso de incrementarse la productividad y las ganancias, trabajando 4 horas duplicarían (o más) sus ingresos. Esta última opción ofrecería una solución intermedia en los países salvando un descalabro inminente en el mundo capitalista con alto contenido de conflictividad social, política y económica de consecuencias globales.

Esta opción no parece delirante teniendo en cuenta que la solución antagónica tiene como destinatario la de dejar en la calle a millones de trabajadores en el mundo.
En los años comprendidos entre el fin de la segunda guerra mundial y la crisis de los setenta, coincidieron con los más altos niveles de crecimiento económico con una disminución de la jornada laboral que pasó de 72 horas de principio del siglo 20 a las 40 horas que alguna vez conocimos; es decir, una reducción de un 45% de la jornada laboral. Esto permitió una incorporación a niveles de bienestar a amplios sectores de la población especialmente a aquellos que habían quedado afuera del estado de bienestar, pero en los últimos 20-25 años, que es cuando se despliega más aceleradamente la globalización de los sistemas de producción, la lógica fue la de expulsar trabajadores. Esto produjo una notable polarización entre ricos y pobres con una concentración de la riqueza sin igual por lo que hoy tenemos un 20% de la población mundial que concentra el 87% de los ingresos en el mundo; y si esta misma ecuación la llevásemos al 30% de la población mundial, el desfasaje sería de enormes proporciones ya que estaríamos en valores del 95% del ingreso mundial que significaría que un 70% de la población mundial se reparte apenas el 5% de la riqueza. Como observamos aquí, nos encontramos con un mercado de un 20-30% que es excesivamente chico para dar el salto cualitativo necesario en la productividad con tecnologías de avanzada ya que estamos ante una crisis de sobreproducción por la sencilla razón de la carencia de demanda derivada de la polarización y la concentración de la riqueza.

Para terminar con este escueto análisis el problema de magnitud global no tiene solución si no se hace una redistribución a gran escala de la riqueza social. Así lo está realizando China, única potencia que está buscando una solución alternativa a través de una profunda reforma agraria que ha planteado ante la eventualidad de que bajen las exportaciones.

En este sentido el capitalismo global avanza hacia un cuello de botella en donde las perspectivas que tiene por delante son aterradoras; no existen en el corto plazo muchas opciones, o incluye nuevos compradores a su cartera de potenciales clientes, o produce como ya se está viendo una exclusión de la población mundial como no se ha visto nunca en la historia de la humanidad, alimentando aun mas a los cinco males de la historia: la miseria, la ignorancia, la necesidad, la desocupación y la enfermedad de la sociedad que la “modernidad” con toda su parafernalia tecnológica no ha podido erradicar. Steve Fraser (guru de Walestrik) inmortalizó esta frase: Cuando el yo es el único sitio viable de mejora, cuando no hay ningún beneficio posible que obtener con la acción colectiva, la conciencia colectiva se antoja “ridícula, ingenua y confusa, cuando no pecaminosa y sediciosa”. De allí, estamos a solo un paso del “sálvese quien pueda”.

 VICENTE SCORDAMAGLIA











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