martes, 11 de diciembre de 2018

MOVIMIENTOS SOCIALES

Artículo de opinión
MOVIMIENTOS SOCIALES
Por: Vicente Scordamaglia

A lo largo de toda la historia de la humanidad, los movimientos sociales han sido la palanca de cambio en las naciones que buscan mejorar su calidad de vida mediante la transformación de su sistema político. La construcción de un código de convivencia que es el que  permite a los pueblos llevar adelante sus expectativas de vida, hoy, parece desgastado y fuera de época. En todo el mundo globalizado, las tensiones están remplazando a las buenas intenciones producto de profundos y permanentes cambios que obligan a interpretarlo todo de nuevo. La sociedad mundial, atravesada por relaciones de poder y antagonismos, se ve sacudida por el creciente protagonismo de la gente que pone en el centro de la discusión a todo el sistema institucional y democrático. 
Los movimientos sociales surgen de crisis políticas en donde el sistema de representaciones no da respuestas a sus múltiples demandas y como consecuencia de ello, colapsa; son organizaciones libres del pueblo que emergen con una profunda desconfianza de fondo en las instituciones partidarias, sobre todo, en su clase dirigencial que ya no los representa. Esto hace que la crisis de legitimidad motive a la gente a tomar los conflictos en sus propias manos, participando en acciones colectivas para defender primero sus derechos y en última instancia, cambiar a sus gobernantes si así fuera necesario.
No solo emergen como consecuencia de una profunda crisis y la falta de respuestas a sus reclamos, sino y por sobre todas las cosas, porque la gente ha perdido la confianza en ellos y ya no los considera sus referentes.
Los grandes proyectos políticos que transformaron la realidad de la gente (nueva categoría sociológica que reemplaza a la de pueblo) se produjeron por la combinación de varios factores que indistintamente fueron el disparador de una transformación que dio vida a nuevas formas de organización política y social, es en ese contexto donde surgen los nuevos líderes (conductores) que se ponen al frente de la crisis y se ven impulsados a la búsqueda del poder para dar respuesta a las demandas populares e institucionalizar los nuevos mecanismos de las múltiples demandas que la gente reclama.     
En nuestro país, tomando el último período político de 1983 a 2018, el sistema democrático que intentaba hacer pie después de la larga noche de las dictaduras militares que se sucedieron así mismas, se vio agitado por  episodios de extrema conflictividad social, política y económica que erosionaron la legitimidad de la columna vertebral de la incipiente democracia: los partidos políticos. La hiperinflación de Alfonsín, la convertibilidad que afectó la credibilidad de dos gobiernos, esto fue el final del período Menem Cavalo y el estrepitoso fracaso de la alianza de De La Rua y Cavalo que desembocó en las trágicas jornadas del 2001, demolieron la credibilidad de la gente. De allí en adelante la Argentina toda, no pudo resolver su conflictividad que no solo llega hasta nuestros días sino que por la disgregación de sus fuerzas políticas, los conflictos sectoriales van en aumento.   
Los “movimientos sociales” no son solo una curiosidad local, son un fenómeno mundial que en muchos otros países han logrado instalar en la agenda nacional las demandas sociales que en el pasado habían sido silenciadas por gobernantes inescrupulosos en connivencia con una élite financiera que atiende solo los intereses de su sector en detrimento de las mayorías populares de trabajadores que ven como se ensancha, día tras día, la brecha entre ricos y pobres. Por poner algunos ejemplos, observamos como los movimientos sociales dieron vida a lo que se denominó “la primavera árabe” que  logró desmontar años de injusticias en la región produciendo cambios significativos en el controvertido mundo Árabe.  Los okupas en España son otro caso que dio origen a cientos de miles de personas agrupadas en otro movimiento de indignados el llamado M15 obligando a sus gobernantes a instalar en la agenda nacional la problemática de los sin techo y la creciente masa de parados (desocupados) como ellos los llaman. Hoy tenemos un caso muy fresco como el de los chalecos amarillos que frente a un detonador como el desmesurado aumento de los combustibles reaccionaron con marchas virulentas que obligaron al presidente Macrón a rever las medidas tomadas que provocaron una suerte de insurrección civil. Así como estos episodios, hay cientos de ellos que recorren el escenario mundial, pero así como destacamos la singularidad de sus prácticas y su modus operandi a través de las redes sociales, del mismo modo observamos su incapacidad (salvo algunas excepciones) para construir poder político y consensos que articulen programas de gobierno y estructuras partidarias que les permita llegar al poder.
La expansión del capital financiero y su desmesurada especulación en los mercados mundiales a expensas del capital productivo, explican el derrumbe de todo el sistema de convivencia alcanzado por el contrato social que elevó y mejoró la condición de vida de grandes sectores de la sociedad mundial. 
En nuestro país se da la particularidad de que aquel proceso iniciado en el 2001 por una serie de movimientos sociales desplegados a lo largo y ancho del sistema político nacional con el lema “que se vallan todos”  todavía no pudo producir relevos significativos en su clase dirigencial y crear formas innovadoras para construir poder.      
Por ahora al igual que en otras partes del mundo, en la mayoría de los casos los reúne y los moviliza una serie de demandas comunes, solo en algunos casos como lo fue el movimiento Podemos en España que logró colocar un buen número de legisladores en los parlamentos regionales cumpliendo un rol destacado votando leyes que la población reclamaba. Así mismo en otros países apenas alcanzaron a instalar en la agenda política temas controversiales para la sociedad pero no pasaron de ser masa sin cantero.
Lo cierto es que los movimientos sociales están siendo el verdadero sujeto del cambio en el mundo globalizado que se expande sin declinar su intensidad, habiéndose transformado (como los chalecos amarillos que están jaqueando al gobierno de Macron en Francia) en el único instrumento de contrapoder que tiene a mano la gente para frenar las políticas económicas de ajuste que se están instalando en gran parte de los países del mundo globalizado ante la declinación manifiesta de los partidos  políticos de las democracias del mundo.
Las clases medias empobrecidas están en rebelión y no se resignan a bajar su estatus social: en Europa, porque se caen del estado de bienestar y en los países subdesarrollados como el nuestro, porque se caen de años de pobreza estructural. El resultado de estos verdaderos levantamientos sociales es que han comenzado a adquirir su propia lógica, esto es, por fuera de la dirigencia política y por fuera del sistema de partidos de la democracia sugiriendo quizás con su constante movilización, que estemos asistiendo al nacimiento de nuevas formas de organización políticas que cambiarán para siempre los procesos democráticos en todo el mundo “civilizado”.


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