CONVERGENCIA Y DIVERGENCIA DE LOS
ARGENTINOS
La sociedad movilizada por sus
demandas
La práctica que
tenemos los argentinos con respecto a la convergencia y la divergencia
democrática en nuestro país, es lo suficientemente peculiar como para
comprender como funciona el sistema de relaciones entre las distintas
formaciones políticas que operan en nuestro país. Son líneas que provienen de
distintas realidades que confluyen hasta un punto de inflexión y a partir de
allí si su visión de la realidad no cambia un ápice, su recorrido volverá a
transformarse en líneas divergentes.
No todas las demandas
de los trabajadores son iguales, cada sector tiene demandas con características
particulares del sector que representa, en ese sentido, cada grupo diseña su
estrategia; sin embargo, todas tienen un denominador común que las iguala y es
cuando luchan juntos por la reivindicación salarial.
Las paritarias en Argentina
se han transformado en el punto de inflexión entre el gobierno y los sectores laborales
que confluyen en la demanda salarial dejando al gobierno en una posición
distorsiva de su rol como mediador; así, el oficialismo, aparece confundiendo
su rol, asumiendo decididamente los intereses del empresariado (patronal); esto
no es solo porque tiene potestad sobre los empleados públicos sino que además
en ese forcejeo se mimetiza con los intereses de las empresas privadas y
también allí se da la situación de líneas que convergen, para una vez pasado el
obstáculo común que hizo que confluyeran se transformen en líneas
divergentes.
Ahora bien, ¿cómo
sacar al gobierno de esta disyuntiva y devolverle el rol de moderador de ambas
partes? es decir, que no quede en la contradicción de ser héroe y villano al
mismo tiempo. La lucha por los salarios tiene un condimento adicional y es que los
grupos en pugna juegan cuestiones políticas de sector y de las de sus propios
gremios lo que hace sumamente complejo acuerdos sectoriales. En suma la
respuesta a este interrogante es cada vez más compleja, es más, en el actual
contexto institucional que vive nuestro país, no tiene respuesta. El gobierno,
cualquiera que sea, está involucrado necesariamente y es parte del conflicto ya
que tiene que negociar con gremios que tienen un gran número de empleados
públicos con su legítimo derecho (como cualquier otro sector) de resolver su
situación salarial, es allí donde todo esfuerzo por llegar a un acuerdo de
partes se traba definitivamente y subyace el conflicto salarial mas allá de las
coyunturas políticas que la originaron.
Como vemos, aquí
también se dan líneas convergentes y divergentes y es cuando el gobierno en su
doble rol de juez y parte pone en juego su ideología para laudar entre uno u
otro sector en conflicto, ya que la tensión que se genera en esta instancia lo
obliga a decidir en qué sector están puestos sus intereses para fortalecer su
plan de gobierno.
Sostienen algunos pensadores que cuando no es posible
desentrañar el contenido estratégico de una acción de gobierno, cuando ella no
se nos aparece como un medio que sirve a un fin social determinado sino solo
como la expresión de una creencia, es preciso entonces preguntarse por la
ideología de quien gobierna; es por ello que un grupo con objetivos, creencias
y enemigos comunes (conjunto de valores) a pesar de su diversidad de
pensamiento, pueden construir una visión del mundo que en definitiva será lo
que definirá su estrategia y su movimiento; así se estructuró la coalición que
nos gobierna. Habría que preguntarse entonces: ¿qué sucederá con la suerte de
este movimiento una vez que desaparezca el enemigo que los agrupó?
Las distintas marchas que hemos visto en los últimos quince
días, tienen como objetivo hacer visibles los reclamos y ofrecer una dimensión
del poderío de movilización para ejercer presión sobre las actuales autoridades
nacionales. La respuesta no se hizo esperar y no fue precisamente ordenada por
el gobierno nacional que dudó con todos sus aliados (del frente cambiemos) de
su efectividad, ya que si esta no hubiera tenido éxito, el gobierno, allí, en
ese mismo instante hubiera caído rendido a los pies de quien eligió como
contrincante, adelantando su próxima derrota electoral y quizás la de su proyección
más allá del 2019; pero fue la gente que respondió masivamente percibiendo la
parálisis del gobierno que día tras día se
aproximaba inexorablemente hacia el abismo.
¿Hasta a dónde nos arrastrará tanta turbulencia?
La historia nos enseña que cuando los conflictos se agudizan
y no hay quien los conduzca (capitalizar) comienzan a seguir sus propias leyes
construyendo también, sus propias lógicas.
¿Acabará la confrontación estéril y sin sentido en este
aquelarre de demandas marchas y contramarchas? ¿Vendrá el tiempo de la política
que implique los grandes consensos nacionales?; ¿o seguiremos estancados en la
incomprensión humana incapaz de dar respuestas a la compleja realidad de
nuestro tiempo que aflige a todos los argentinos?
VICENTE SCORDAMAGLIA
No hay comentarios:
Publicar un comentario