¿TODO
VALE POR UN VOTO?
Ya no hay más secretos ni
experimentos que valga la pena seguir “La fuerza de nuestra nación, radica en
mantener en continuo desarrollo a su masa laboral y productivo”
“Lo que no ordenó la
política lo ordenó la gente”. Esta no es una frase mía; esta frase, que es una
de las pocas definiciones políticas que dejo la campaña electoral, la expresó
Sergio Massa en una entrevista realizada por Marcelo Longobardi un día después
de haber sido “derrotado” en la carrera presidencial, esto lo dijo, sin que
pudiera advertir que esta definición también le cabía a él mismo. Esta verdad
de Perogrullo a veces ignorada por la dirigencia política, muestra el enorme
poder que va asumiendo la gente a la hora de las grandes definiciones políticas
en nuestro país. En esta misma línea, deberíamos destacar la postura que asumió
la tercera fuerza UNA que el mismo Massa lidera y que lo coloca en una
inmejorable situación política que ni sus propios protagonistas hubieran
imaginado después de la derrota electoral del 25 de octubre. La actitud
republicana asumida por esa fuerza política en función de darle el mayor
sentido posible a los 5.200.000 votos que apoyaron su propuesta política,
apuntan a tres frentes estratégicos de cara al futuro de la nación.
En primer lugar, la postura
asumida por ese frente electoral lo pone como el garante de la gobernabilidad,
acompañando democráticamente al futuro Presidente de los argentinos ante las
posibles embestidas de aquellos sectores que seguramente tratarán de impedir la
consolidación del próximo gobierno. En segundo término el espacio que lidera
Sergio Massa lo coloca en la línea de los futuros presidenciables de cara al
futuro, como así también el mejor destino (“refugio”) del peronismo disidente
que quizás, en caso de que pierda Scioli, también lo será de aquellos
peronistas que comiencen un viraje estratégico dejando atrás al Kirchnerismo
(que sin la caja no es nada) para alinearse en otro espacio que ofrece mejores
perspectivas y menos contradicciones teniendo en cuenta sus realidades
territoriales. Y en tercer lugar si bien garantiza el apoyo institucional al
próximo gobierno, también le pone toda la presión a quien tiene la responsabilidad
de gobernar y dar respuestas a las
demandas de la gente, condiciones estas consideradas estratégicas para este
espacio que viéndolo en perspectiva puede convertirse en el verdadero jefe de
la oposición de cara al futuro.
Dicho
esto, consideremos lo inmediato que son las próximas elecciones del 22 de
noviembre.
Ya
venía advirtiendo en artículos anteriores que la escalada de violencia venía in
crescendo en la medida que se acercaba la definición presidencial. La
radicalización de la campaña por parte del oficialismo (en donde todo vale por
un voto) y su respuesta equivalente de la oposición, dejará heridas muy graves
en la sociedad argentina si el triunfo de un candidato sobre el otro no es lo
suficientemente contundente como para que no quede duda alguna de quien tiene la
representación popular en este nuevo período que se inicia el 10 diciembre
próximo.
El peso de la legitimación que tiene que tener el próximo gobierno,
debe ser equivalente al peligro que desea rechazar ya que es poco probable que
una sociedad partida al medio (o en dos mitades como usted prefiera) pueda
gobernar y prosperar en sus propuestas fundamentales de gobierno; pensemos
entonces, ¿qué sucedería en una Argentina con la campaña lanzada desde las
usinas del poder en cuanto a que solo puede existir uno u otro modelo con los
consabidos argumentos (patria o entrega) y las cifras entre uno y otro no
resulten significativamente amplias para que dejen al nuevo gobierno
desarrollarse en su fase inicial de consolidación?.
Ninguna
democracia puede ser social, republicana o participativa (y se precie de serlo)
si no permite que todas las expresiones organicen sus legítimas
representaciones (y que falta que hace) construidas a partir de distintas
creencias con formas de participación política y social y que no estén
contaminadas por las calumnias permanentes, algunas de ellas falaces
argumentos.
Si
para algunas expresiones políticas de nuestro país que solo ven lo que quieren
ver y solo escuchan lo que quieren escuchar el modelo representa su versión más
acabada de lo que puede ser una revolución en tiempos modernos, no sé porque,
expresiones opuestas no pueden ver otras realidades y escuchar otras voces que
indican lo contrario.
Democracia
o Democracia Republicana (diferencias que se dieron entre La Grecia antigua y
el imperio Romano) como así también se suele hablar de Democracia Social o Democracia
Participativa (conceptos más modernos) lo cierto es que si pudiéramos conjugar
los términos que suelen estar en conflicto (y a veces los utilizamos todos
juntos omitiendo sus discrepancias) nos debería dar como resultado que: Democracia
y República expresan la diferencia entre el poder del pueblo y la norma que lo
instituye como tal, por consiguiente en sociedades como la nuestra (desiguales
por cierto) los grupos dominantes se valieron de la “Institucionalidad Republicana”
para inmovilizar las luchas democráticas de los sectores sometidos y el sentido
de justicia en este conflicto, se da entonces, por cómo se relaciona República
con Democracia, a través de la acción política que debe ser participativa para
transformarse así en Democracia Social que no es otra cosa que el
fortalecimiento de la lucha social que los sectores populares llevan adelante
contra la dominación de cualquier signo.
VICENTE
SCORDAMAGLIA
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