Más allá del bien o
del mal la política tiene un proceso inevitable de soslayar, y es que la
voluntad de la población tarde o temprano va determinando la agenda de los
políticos y no al revés. Las necesidades del conjunto establecen las
prioridades a seguir y en el mejor de los casos, los pueblos suelen dar el
tiempo suficiente a sus gobernantes en tanto perciban que su demanda esté atada
a una necesidad superior que justifique la espera para resolver sus
necesidades, es decir: la construcción de un proyecto que los incluya.
El proceso político argentino es singular en sí mismo, ya que
a partir de la debacle institucional que sufrió en el
2001 quedaron desacreditadas todas las representaciones políticas y
partidarias. Los gobernantes que se sucedieron a ese episodio desgraciado para
el país, realizaron, sin lograrlo, grandes esfuerzos para restituir el valor de
la política y en particular de la máxima autoridad, esto es: ¡La figura Presidencial! En este
contexto y luego del período de transición en que gobernó un presidente surgido
de una asamblea constituyente (Eduardo Duhalde), la democracia argentina
comenzó a transitar periodos más o menos estables que confirman al proceso
democrático argentino a partir de allí, como aquel que mejor refleja las
grandes contradicciones de la época y de
sus democracias. A la debilidad institucional y la falta de ejercicio del poder
del gobierno de De La Rúa
y luego del interregno de Duhalde, le siguió un gobierno “fuerte” con grandes rasgos autoritarios como lo fueron primero el
de Néstor Kirchner y después el de Cristina Fernández.
Este largo período de alternancia matrimonial de los Kirchner
y luego del hartazgo de gran parte de los argentinos, sobreviene un gobierno de
matices moderados, como es el del Ing. Macri que propone grandes cambios; estos
cambios poco explicitados hasta ahora, tienen el voluntarismo de los grandes
proyectos que se anuncian con palabras y gestos grandilocuentes pero que en la
realidad por el momento, no llegan a concretarse; si esto es así, y el nuevo
gobierno no consiguiera sacar a La Nación del estancamiento en el que se encuentra,
no podrá trascender mas allá de hacer una buena gestión y dejar una
administración un poco más ordenada que la que dejó el Kirchnerismo, en ese
caso será un gobierno de transición parecido al de la presidencia de Sebastián
Piñera en Chile (por tomar un caso de transición en la región)
Mientras tanto, los partidos políticos en Argentina siguen
mostrando su ineficacia para abordar la problemática nacional, que a juzgar por
la conducta de sus integrantes diseminados en todos los frentes existentes del
país, tendrán poca incidencia en el futuro electoral inmediato, por tanto, la
disputa, seguirá siendo entre las últimas tres coaliciones que disputaron la
presidencia integradas por dirigentes provenientes de todos los sectores
políticos del mapa electoral congregados en esos tres espacios.
Esta situación anómala, muestra con claridad la pérdida de
identidad partidaria más trascendente que se ha visto en toda la historia
democrática de Argentina, como consecuencia de ello, los tres emergentes de
este peculiar escenario seguirán disputando el poder político de Argentina,
esto es: Mauricio Macri con el frente CAMBIEMOS, Cristina Fernández con el
FRENTE PARA LA VICTORIA
y el FRENTE RENOVADOR liderado por Sergio Massa, destacándose en este escenario
versiones políticas bastante similares con la peculiaridad que tienen estos
para remplazar a los dos partidos
tradicionales y uno emergente (tal es el sistema democrático de occidente)
dejando atrás al bipartidismo como lo fue en los últimos sesenta años con el Radicalismo
y el Peronismo y un tercero emergente según la ocasión.
En este escenario complejo que se
avecina, ya se observan distintas estrategias pergeñadas por los distintos
actores de cara a las próximas elecciones intermedias del 2017. En el caso del Cristinismo, intenta tensionar la
situación política al límite de su tolerancia para negociar desde una posición
de poder; apaciguar a los jueces que se lanzaron con mucho esmero activando
todas las causas de corrupción que envuelven a ese espacio político y poner
nuevamente en el centro de la política a Cristina Fernández confiando que
todavía tiene una buena capacidad de adhesión (y movilización) de su fuerza y
propiciar desde allí, un nuevo armado político que la proyecte para las
elecciones del 2017.
El Frente Renovador sigue siendo en este esquema el tercero
en discordia ya que si bien es quien mejor capitaliza los yerros de la nueva
gestión es el Frente para la
Victoria quien mejor polariza con el gobierno, siendo
funcional uno con el otro según la estrategia
de sus operadores necesitándose ambos, en el futuro escenario eleccionario del
2017.
En el caso del gobierno pareciera ser que el objetivo central
es no solo ganar con claridad y amplio margen, sino que atrás de esta contienda
el oficialismo intentará relanzar su gestión si quiere llegar con chances a un
segundo mandato luego del desgaste que le produjeron los brutales ajustes
realizados en “detrimento” de los Argentinos, en particular, las clases medias
bajas y los trabajadores, soporte obligado del ajuste.
En el caso de la oposición será el de encontrar acuerdos
electorales con otras fuerzas para agrandar sus frentes electorales y así
posicionarse de cara al futuro y ser alternativa del actual gobierno nacional.
En este sentido, los estrategas de Cambiemos comenzaron a
desplegar una sutil operación en contra de Cristina para desgastarla lo
suficiente como para que no pueda remontar su imagen, pero a su vez quieren
mantenerla todavía activa con el propósito de antagonizar con esa fuerza que suponen
desgastada y no con el Frente Renovador de Sergio Massa en permanente
consideración de la gente.
Mientras la política se sigue extinguiendo y da pocas señales
de recuperación como instrumento de la democracia, nuestras preocupaciones
morales pasaron a ser el centro de atención de los ciudadanos. La lluvia de
denuncias exhibida por los medios de comunicación (si son escandalosas mejor)
parece ser el eje central de la política nacional estimulada por los medios de
comunicación que siguen haciendo su negocio a costilla de ello, escondiendo
detrás de esa realidad que nos avergüenza por cierto, los problemas de un país
y un gobierno que no encuentra el rumbo del crecimiento hacia la prosperidad de
sus habitantes mientras la dirigencia oficialista nos sigue colmando de asombro
cuando vemos a un gobierno que confunde a un timbrado de militancia juvenil con
una política de estado.
Todos los caminos conducen al mismo escenario y todos los
frentes políticos tienen el mismo objetivo: llegar a las próximas elecciones
con las mejores chances electorales dado que es vital esta elección intermedia
para llegar con mayores posibilidades a
las presidenciales de 2019.
VICENTE SCORDAMAGLIA
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