CONSIDERACIONES POLÍTICAS
Las prácticas políticas, a las cuales todavía siguen
aferrados muchos dirigentes de nuestro país, me hacen pensar que todavía no
tomaron nota del descrédito que gran
parte de la sociedad profesa hacia ellos, sus métodos, anclados en el pasado
histórico de la democracia de nuestro país, contrastan significativamente con
las nuevas formas de hacer política y construcción de poder que a partir de
ello utilizan algunos países que ya aprendieron la lección; en esos países
democráticos ciertas prácticas, no solo ya son caducas, sino que además hasta
han implementado sistemas de voto electrónico que disminuye los porcentajes de
fraude en cualquier tipo de votación que se lleve adelante. De la mano de la
tecnología, accedieron a métodos mucho más sofisticados que abarcan desde la
incorporación de los reclamos de las asociaciones civiles como así también las
redes sociales en donde confluye la opinión de cientos de miles de personas con
fácil acceso al intercambio comunicacional.
El error que persiste una y otra vez por parte de los cuadros
medios de los agrupamientos de nuestro país, es que todavía creen que pueden
influir sobre el voto de la sociedad, sin comprender que la política
tradicional montada únicamente sobre las viejas estructuras de punteros
barriales llegó al final de sus días para no recuperarse nunca más. La
metodología que se imponía como práctica a partir de las primeras elecciones
realizadas en nuestro país, daban cuenta de un esquema organizativo vertical e
interpersonal, es decir, las formaciones partidarias elegían a sus candidatos
mediante roscas, tranzas o lecciones controladas y luego estos por intermedio
de punteros barriales llegaban a la gente con sus propuestas y promesas que en
la mayoría de los casos no se cumplían, solo se trataba de obtener el voto para
luego desaparecer de los barrios a la hora de cumplir con la palabra empeñada.
Este esquema dejó de funcionar en cuanto los principales candidatos nacionales
tuvieron acceso a otras formas para comunicar sus propuestas con llegada a un número
mayor de personas a través de los medios masivos de comunicación, de esta
manera llegaron a miles de personas en tiempo real con consignas bien
elaboradas realizando operaciones rápidas y más eficientes tendientes a captar
la atención de la gente en general; lo que antes le costaba a la militancia
partidaria tiempo y esfuerzo personalizado, hoy con recursos económicos se
puede comprar casi todo hecho, hasta canales de televisión como hemos visto en
los últimos tiempos.
El punto de inflexión entre lo viejo y lo nuevo se basa en
dos creencias erróneas: por un lado quienes creen que solamente los punteros
barriales tienen llegada a los vecinos de cualquier localidad y quienes por el
contrario creen que solo con el candidato sin estructura territorial puede
llegar a tener el voto cautivo de la gente como fue hasta hace algunos años
atrás en donde se podían ganar elecciones indefinidamente. Lo cierto es que la
realidad está mostrando otra cosa y en el mejor de los casos de esta forma solo
se organizan unos pocos militantes que apenas les alcanza para pelear por un
lugar en las listas sábanas de cualquier elección; como consecuencia de este
accionar, muchos armados políticos también fracasan ya que el viejo vínculo
entre la política y la gente está desgastado y sin representación partidaria
que lo movilice; así, el poder de los votos lo conserva la propia gente y lo
utiliza en cada ocasión como mejor le parece acabando definitivamente con el
voto cautivo (o clientelar) que tanto mal le hizo a la democracia argentina.
En este contexto donde las representaciones partidarias
fueron perdiendo credibilidad frente a las demandas sociales, estos espacios
fueron ocupados por otros actores de la sociedad, tal es el caso de los medios
de comunicación que pasaron a ocupar un rol destacado en la problemática
social, política y económica del país; más allá de la finalidad de informar
(tal es su misión) han logrado con el tiempo mediar entre lo que sucede en el
mundo real y la gente, ellos fueron confiados por la gente para visibilizar lo
que antes estaba oculto y los políticos no quisieron develar, (quizás porque los involucraba) como
consecuencia de esta anomalía, todos aquellos temas que no ocupaban un lugar en
la agenda de discusión de la vida política del país (la corrupción, el
narcotráfico y otras yerbas) fueron develados por los medios y los llamados
periodistas de investigación, que sumados a todos los problemas sociales,
políticos y económicos que acontecen a diario en nuestro país comenzaron a
ocupar un lugar central y preponderante
donde a diario nos sorprenden con más y más corruptos que mantienen
ocultos en el freezer de las redacciones. Esta vacante que fue dejada por la
política sin capacidad de respuesta a esas demandas la ocuparon algunos
periodistas estrellas de nuestro país, pero es justo destacar en este párrafo
que existe una ventaja comparativa entre los medios de comunicación y la
política y es que nadie les va a pedir a estos que le resuelva sus problemas,
solo que los difunda y con ello, ejerza
presión sobre la clase política existente para que lo “resuelva”.
Mucho se ha hablado de
la grieta que dejó el Kirchnerismo a lo largo de tres mandatos consecutivos en
el ejercicio del poder. La confrontación sistemática como práctica de
construcción política y el argumento ideológico que señalaba a aquel que
pensara distinto como el enemigo que había que combatir, fueron sus
argumentos favoritos. Mirándonos en el
espejo de Colombia que le costó ciento de miles de muertos en lo que va de los
últimos cincuenta años y la zozobra permanente como modo de vida de su
población, observamos con agrado que como ellos, la humanidad toda comienza a
darse cuenta que el ideologismo extremo esconde en su exacerbado discurso,
intereses que van más allá de una utopía libertaria. Todo sujeto que combate a
un enemigo cruel y despiadado, al argumentar su discurso y exagerar sus
prácticas en el combate, corre el riesgo de convertirse en el transcurso de esa
acción, en lo mismo que combate de su enemigo: esto es, la bestialidad que
representa.
Si bien es cierto que la política es una lucha por el poder
no es menos cierto que esa confrontación (si vence) le otorgue derecho alguno
de producir la desunión ciudadana en el transcurso de hegemonizar su proyecto
político; de modo que todo dirigente o comunicador social o periodista (por más
estrella que sea) desde una posición de poder provoque o estimule una grieta en
el seno mismo de la identidad nacional, está atentando contra los intereses de
todos los argentinos piensen como piensen porque no hace otra cosa con su
exceso verbal que deslegitimar todo aquello que se pudo haber hecho de bueno, tal
es el reciente caso del periodista estrella Jorge Lanata con sus dichos a la
expresidenta argentina.
Si los mismos políticos que prometían y luego no cumplían se
fueron alejando cada vez más de la gente sin hacerse cargo siquiera de asumir
el compromiso de buscar alguna forma de respuesta institucional que refleje una
actitud diferente frente a la grave situación social existente, lo mismo le
cabe a aquellos medios de comunicación y sus periodistas estrellas que creen
que pueden bastardear la confianza “otorgada” por la gente en su construcción
de una sociedad mejor para todos.
Para terminar con estas verdades de Perogrullo, digamos que en
las últimas elecciones realizadas en nuestro país se viene consolidando una
tendencia que indica que la gente ha dejado de ser rehén de grupo, facción o
partido político para asumir por sí sola la responsabilidad de elegir a los
mejores hombres y mujeres (provengan del
sector político que estos sean) que han demostrado asumir los riesgos que
implica trabajar para mejorar la condición de vida y el bien común de sus
compatriotas; si esto es así, que nadie
entonces se atribuya la representación de las mayorías porque se puede
llevar una sorpresa y sino fíjense lo que sostenía Voltaire:
“El tiempo, que es el
único que fragua la reputación de los hombres, hace finalmente respetables los
defectos”
VICENTE SCORDAMAGLIA
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