EL
HOMBRE Y LA BESTIA
Es peligroso mostrar al hombre cuan semejante es a las
bestias, sin mostrarle a la vez su propia grandeza. Más peligroso es mostrarle
su grandeza sin su bajeza. Y aún más peligroso es dejarlo en la ignorancia de
la una y de la otra.
Blaise Pascal
Analizarse y posteriormente escribir
sobre uno mismo (se me ocurre) es uno de los ejercicios más difíciles que pueda
realizar el hombre a lo largo de su intrincado camino hacia la construcción de
su compleja personalidad. Como dicen algunos autores, es la misma mente
estudiándose a sí misma; sin embargo, por más intrincado que parezca, todo lo
realizado por el hombre desde su misterioso comienzo, ha sido realizado por
esta mente brillante que en el transcurso de su búsqueda por encontrar respuestas
a su génesis y su estadía temporal en este mundo, va resolviendo en una
evolución continua y en una relación recíproca y equivalente con su desarrollo
cognitivo, los complejos interrogantes que se le presentan ante sí.
Dotado con una anatomía adaptable,
versátil y creativa que llevó al homo sapiens a ser el amo y señor del cielo y
de la tierra (del mundo) como hoy lo conocemos, este verdadero hombre mono, se
fue abriendo camino a través de una jungla de interrogantes que con el correr
del tiempo y por su determinación de prevalecer sobre los otros seres vivos, se
le fueron develando ante sí los misterios de la vida.
La religión, la filosofía, la
ciencia y la tecnología fueron los cuatro pilares sobre los cuales se edificó todo el conocimiento del hombre y como consecuencia
de ello, construyó su mundo.
Este devenir de los hombres en su
largo trayecto por todos los tiempos y a pesar de desplegar todo este bagaje de
aptitudes, suele toparse con el origen mismo de su ser-humano, determinado
desde sus inicios por la relación sujeto-presa que atravesó gran parte de su
conformación psíquica que es lo que explica, al menos en parte, acerca de la
voracidad que tienen algunos sujetos sobre la libertad de los otros. La
evolución de la sociedad con todo su ornamento tecnológico, poco ha podido
hacer para camuflar su bestialidad ancestral que se manifiesta cotidianamente
en la falta de empatía de algunos sujetos sobre los pesares de otros, en
especial, aquellos que menos oportunidades tienen en su causal existencia.
Jean
Philippe De Tonnac sostenía que el ser humano es una criatura
verdaderamente extraordinaria: ha descubierto el fuego, edificado ciudades,
escrito magníficas poesías, ha dado interpretaciones del mundo ha inventado
mitologías; pero al mismo tiempo no ha dejado de hacer la guerra a sus
semejantes, no ha dejado de engañarse a sí mismo, o de destruir el ambiente que
lo rodea, creando con ello la esclavitud de sus semejantes privando así a otros
de su libertad.
“La única libertad que merece dicho
nombre es la de buscar nuestro propio bien a nuestra manera y con los
instrumentos que tengamos a mano, siempre y cuando no privemos a otros de
buscar el suyo o impedir sus esfuerzos para buscar su propia libertad”
Una suma entre vigor intelectual e
idiotez daría un resultado casi nulo. Por lo tanto si decidimos hablar de
imbecilidad, en cierto sentido hacemos un homenaje a esa criatura que es a medias
genial y a medias imbécil ya que todavía no encontró la forma de evitar en su
fatal destino que tiene la humanidad de conducir sus esfuerzos hacia su
destrucción total, en vez de reencauzar sus esfuerzos hacia los logros más
trascendentes negándose a sí mismo de encontrar la clave a sus interrogantes
actuales.
El nivel de violencia alcanzado por
la sociedad mundial no deja muchas esperanzas para que el ser “humano” pueda
dirimir y resolver las diferencias actuales por vías pacíficas; más bien lo que
observamos cotidianamente en los conflictos es una brutal vuelta a nuestra
bestialidad ancestral que nos remite a nuestro pasado cavernícola; los hechos internacionales
así lo demuestran. En el trabajo, las escuelas, en las calles, en las familias,
en la política con los gobiernos del signo ideológico que sea y con los
sistemas económicos que existan y en cuanto lugar se les ocurra, se presenta “La bestia” en toda su dimensión. La
brutalidad y el mal trato entre las personas, potenciado por su intolerancia,
son la antesala de peligrosos eventos que podrían llevar a que el hombre
justifique y lleve adelante grandes matanzas de todos aquellos seres vivos que
no logren integrarse a los sistemas globales de producción que imponen hoy los
poderes existentes.
Qué paradoja la del ser humano que
no advierta que en esta escueta secuencia de su trayectoria al que llamamos
vida (nacimiento, desarrollo y muerte) está encerrada la respuesta a todos nuestros
interrogantes existenciales.
Para
disentir un poco con Yuval Noah Harari en su hermoso libro “De Animales a
Dioses” mejor diría: ¡No somos dioses, tan solo somos criaturas mortales!
VICENTE
SCORDAMAGLIA
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