jueves, 27 de abril de 2017

EL HOMBRE Y LA BESTIA

EL HOMBRE Y LA BESTIA

Es peligroso mostrar al hombre cuan semejante es a las bestias, sin mostrarle a la vez su propia grandeza. Más peligroso es mostrarle su grandeza sin su bajeza. Y aún más peligroso es dejarlo en la ignorancia de la una y de la otra.
Blaise Pascal

Analizarse y posteriormente escribir sobre uno mismo (se me ocurre) es uno de los ejercicios más difíciles que pueda realizar el hombre a lo largo de su intrincado camino hacia la construcción de su compleja personalidad. Como dicen algunos autores, es la misma mente estudiándose a sí misma; sin embargo, por más intrincado que parezca, todo lo realizado por el hombre desde su misterioso comienzo, ha sido realizado por esta mente brillante que en el transcurso de su búsqueda por encontrar respuestas a su génesis y su estadía temporal en este mundo, va resolviendo en una evolución continua y en una relación recíproca y equivalente con su desarrollo cognitivo, los complejos interrogantes que se le presentan ante sí.

Dotado con una anatomía adaptable, versátil y creativa que llevó al homo sapiens a ser el amo y señor del cielo y de la tierra (del mundo) como hoy lo conocemos, este verdadero hombre mono, se fue abriendo camino a través de una jungla de interrogantes que con el correr del tiempo y por su determinación de prevalecer sobre los otros seres vivos, se le fueron develando ante sí los misterios de la vida.
La religión, la filosofía, la ciencia y la tecnología fueron los cuatro pilares sobre los  cuales se edificó todo el  conocimiento del hombre y como consecuencia de ello, construyó su mundo.  

Este devenir de los hombres en su largo trayecto por todos los tiempos y a pesar de desplegar todo este bagaje de aptitudes, suele toparse con el origen mismo de su ser-humano, determinado desde sus inicios por la relación sujeto-presa que atravesó gran parte de su conformación psíquica que es lo que explica, al menos en parte, acerca de la voracidad que tienen algunos sujetos sobre la libertad de los otros. La evolución de la sociedad con todo su ornamento tecnológico, poco ha podido hacer para camuflar su bestialidad ancestral que se manifiesta cotidianamente en la falta de empatía de algunos sujetos sobre los pesares de otros, en especial, aquellos que menos oportunidades tienen en su causal existencia.

Jean Philippe De Tonnac sostenía que el ser humano es una criatura verdaderamente extraordinaria: ha descubierto el fuego, edificado ciudades, escrito magníficas poesías, ha dado interpretaciones del mundo ha inventado mitologías; pero al mismo tiempo no ha dejado de hacer la guerra a sus semejantes, no ha dejado de engañarse a sí mismo, o de destruir el ambiente que lo rodea, creando con ello la esclavitud de sus semejantes privando así a otros de su libertad.

“La única libertad que merece dicho nombre es la de buscar nuestro propio bien a nuestra manera y con los instrumentos que tengamos a mano, siempre y cuando no privemos a otros de buscar el suyo o impedir sus esfuerzos para buscar su propia libertad”
Una suma entre vigor intelectual e idiotez daría un resultado casi nulo. Por lo tanto si decidimos hablar de imbecilidad, en cierto sentido hacemos un homenaje a esa criatura que es a medias genial y a medias imbécil ya que todavía no encontró la forma de evitar en su fatal destino que tiene la humanidad de conducir sus esfuerzos hacia su destrucción total, en vez de reencauzar sus esfuerzos hacia los logros más trascendentes negándose a sí mismo de encontrar la clave a sus interrogantes actuales.

El nivel de violencia alcanzado por la sociedad mundial no deja muchas esperanzas para que el ser “humano” pueda dirimir y resolver las diferencias actuales por vías pacíficas; más bien lo que observamos cotidianamente en los conflictos es una brutal vuelta a nuestra bestialidad ancestral que nos remite a nuestro pasado cavernícola; los hechos internacionales así lo demuestran. En el trabajo, las escuelas, en las calles, en las familias, en la política con los gobiernos del signo ideológico que sea y con los sistemas económicos que existan y en cuanto lugar se les ocurra, se presenta “La bestia” en toda su dimensión. La brutalidad y el mal trato entre las personas, potenciado por su intolerancia, son la antesala de peligrosos eventos que podrían llevar a que el hombre justifique y lleve adelante grandes matanzas de todos aquellos seres vivos que no logren integrarse a los sistemas globales de producción que imponen hoy los poderes existentes.

Qué paradoja la del ser humano que no advierta que en esta escueta secuencia de su trayectoria al que llamamos vida (nacimiento, desarrollo y muerte) está encerrada la respuesta a todos nuestros interrogantes existenciales.
Para disentir un poco con Yuval Noah Harari en su hermoso libro “De Animales a Dioses” mejor diría: ¡No somos dioses, tan solo somos criaturas mortales!


VICENTE SCORDAMAGLIA

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