viernes, 4 de abril de 2014

MATAR O MORIR ¿ESA ES LA CUESTIÓN?

MATAR O MORIR ¿ESA ES LA CUESTIÓN?
KANT
“los débiles se irritan, los fuertes reflexionan”

Las distintas posturas que se vienen esgrimiendo con relación a los llamados “linchamientos”, muestran a las claras la complejidad del problema que se intenta abordar. El hartazgo de los ciudadanos muestra el límite de la tolerancia posible sobre un riesgo que lo tiene como víctima directa o potencial acerca de las distintas variantes en las que se ha diversificado y opera la delincuencia en nuestro país; y ante la inacción del Estado, el ciudadano asume como propia la responsabilidad  por su seguridad y la de su familia. 
Responsables somos todos, y en todo caso culpables son aquellos que toman decisiones equivocadas (o ninguna, lo que es peor) acerca de las soluciones que se deben implementar para frenar primero, y erradicar después, el flagelo de la inseguridad y el nivel de violencia con que se ha instalado en nuestro país.

Si la política, la justicia, los legisladores y las fuerzas de seguridad no pueden asumir el rol para el cual fueron elegidos, y no pueden contener a las fuerzas marginales que poco a poco se van apoderando de nuestros valores y nuestro sistema de convivencia, nuestro país se verá inmerso en una espiral de violencia con consecuencias irreparables como ha sucedido otras tantas veces en nuestra historia.

El “linchamiento” es la forma más extrema de la conducta humana que se ha visto a lo largo de toda la historia del hombre. En ese acto de barbarie colectiva se expresan, con métodos equivalentes a los de los delincuentes, aquellos sujetos violentos que son contenidos en el seno de una sociedad más o menos organizada cuando el monopolio de la fuerza la tiene el Estado a través de adjudicar el rol correspondiente a las distintas fuerzas del orden social.
Hannah Arendt señalaba que: “poder y autoridad no es lo mismo que poder y violencia” esto no lo ha comprendido la clase política argentina, que sufre de pánico post golpismo, y temen ser acusados de represores o de gatillo fácil, si asumen alguna postura dura con respecto a la delincuencia; es como si nuestra sociedad no pudiera separar el pasado de terror que vivió nuestra Nación, con la aplicación de las normas y leyes que deben regir a una sociedad democrática duradera. En este sentido ni la política, ni la justicia, ni las fuerzas del orden por lo que se ve, están dispuestas a  asumir el riesgo, y como consecuencia de ello, la responsabilidad de ser catalogadas por los grupos más radicalizados de nuestra política nacional, como herederos de aquella violencia de Estado que se cobró tantas vidas jóvenes en nuestro país. 

Sin embargo los ciudadanos se las arreglan como pueden a la hora de hacer sentir el escarmiento cuando se trata de valores tan preciados como la defensa de su seguridad y la integridad familiar, sobre todo cuando está en constante peligro. A pesar de que hace ya algunos años los argentinos venimos sufriendo las inclemencias de la inseguridad y los funcionarios del actual gobierno lo vienen negando sistemáticamente, la problemática cobró relevancia en los medios a través de algunos incidentes en donde se hizo justicia por mano propia, dividiendo a la sociedad entre la aprobación y la desaprobación de estos episodios.
Me pregunto ¿Qué debemos hacer en estos casos cuando el Estado no nos protege? ¿Qué debemos pensar cuando el Estado cruza nuestros datos y nos persigue sin respiro cuando no pagamos algún impuesto o compramos divisas para  atesorar? ¿Qué debemos  hacer cuando quienes nos tienen que cuidar están en connivencia con los narcos que se apoderan de nuestro presente sin piedad? ¿Cómo hacen los trabajadores que todos los días se levantan para llevar el sustento diario, que poco le alcanza para vivir dignamente, mientras la delincuencia le roba lo poco que tiene en sus domicilios? ¿Qué mensaje les doy a mis hijos si les sucede algún episodio delictivo? ¿Matar o morir esa es la opción?

Muchas preguntas y pocas respuestas; la sociedad siente a esta altura de los acontecimientos que perdió todos los derechos y garantías como sujeto social y que ese patrimonio fue transferido sin beneficio de inventario a los delincuentes de toda calaña, por ello creo que entre las distintas posturas la aplicación de la ley vigente imperfecta por cierto es la mejor opción que tenemos los ciudadanos que aspiramos a vivir en un sistema de derecho antes que iniciar una nueva “guerra” fratricida en donde el  vale todo es la norma y el más poderoso es la ley.  

VICENTE SCORDAMAGLIA

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