Las recientes elecciones realizadas en nuestro país,
arrojaron un resultado ciertamente complejo de descifrar para el común de los
mortales de esta parte del fin del mundo (como le gusta decir al Papa
Francisco). Las Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias vienen
resultando ser desde su inicio, un filtro para muchos partidos y sus dirigentes
que, desde la debacle de los partidos políticos sufrida en el 2001, dejaron de
tener una representación genuina que desató escenarios impensados para el
presente y futuro de la democracia en Argentina. Sin partidos, proliferan en el
contexto actual, dirigentes sin pertenencia partidaria ni ideológica sujetos a
su popularidad personal, e imbuidos solamente de su impronta personal. En este sentido, en donde la política pasa
por una escenificación virtual de la realidad a través de los medios de
comunicación, se va degradando sistemáticamente el valor de los grandes temas
nacionales que se visibilizan o se ocultan de acuerdo a los intereses
económicos de quienes nunca pierden en este tipo de disputa, las corporaciones
financieras que verdaderamente son quienes digitan el rumbo de los
acontecimientos nacionales e internacionales.
En este devenir de la
política, se desarrollaron las primarias abiertas en nuestro país; los
resultados ciertamente, fueron los esperados para muchos que como yo,
vaticinamos que no habría polarización entre los dos candidatos más votados,
esto es Scioli y Macri. Massa, el tercero en discordia, sacó los suficientes
votos como para seguir con la expectativa de ser él quien dispute junto a
Scioli la casi segura segunda vuelta de las próximas elecciones nacionales en
nuestro país.
A partir de que se
conocieron los resultados definitivos, comenzó una avalancha de operaciones
para influir sobre Massa, como lo fue para Loustou en la elección que disputó
con Larreta, para que tenga un gesto de grandeza y se baje de la candidatura
presidencial de manera que facilite el camino al candidato opositor más votado
(Macri). Si esto fuera incuestionable, todos los opositores implorarían que
Massa se baje, pero los datos que surgen de la realidad indican otra cosa.
Adentrémonos un poco
más en el dilema; si Massa se baja, le es funcional a los intereses de Scioli y
el gobierno saltaría de contento ya que, de seguir linealmente la proyección de
los votos de las PASO ganarían en primera vuelta sacándole los suficientes
votos al segundo más votado; al sacar mas de 10 puntos de ventaja resolvería definitivamente
el pleito, esto es así, porque ya no existen (por suerte) los votos cautivos,
es decir, los votos se van a dirigir a quien garantice la gobernabilidad del
próximo gobierno y consolide el sistema democrático, que en paralelo deberá
emerger con el liderazgo suficiente para avanzar sobre los temas pendientes que
los argentinos esperan se realicen con la próxima gestión del gobierno
nacional.
Si esto es así, Massa con
su participación, estaría garantizando una vez más (como lo hizo cuando evitó
con su decisión una hipotética reforma electoral) que el oficialismo no se
salga con la suya, ya que sus votantes eliminan la posibilidad de que ninguno
gane en primera vuelta y entonces la elección se dirima en el segundo turno o
ballotage. En este sentido, los acuerdos
posibles no implican que alguno de los dos opositores más votados se baje antes
de que se vote en la primera vuelta (hecho que se dará fatalmente para uno de
los tres) sino más bien, los dos opositores más votados deberían competir entre
sí y polarizar la elección entre ellos haciendo participar de este modo a todo
el arco opositor, prescindiendo de lo que realice el propio Scioli para
dilucidar quién va a ser el que compita en la segunda vuelta electoral.
Pero si se quiere
tener éxito en esta propuesta, existe todavía una última posibilidad de acuerdo
entre los dos opositores al gobierno, este acuerdo deberá ser explícito antes
de competir en primera vuelta, esto es: realizar un gran acuerdo nacional de
manera que, quien llegue a la segunda vuelta entre Massa o Macri y obtenga eventualmente
el triunfo, este realizará una convocatoria al tercer competidor que quede
afuera para que se sume con todos sus equipos y realizar un gobierno de unidad
nacional que potencie definitivamente el éxito del gobierno por venir. ¡A!, no
deben olvidarse de Margarita y De La Sota.
Por supuesto que todos nos preguntamos si es posible que la
dirigencia asuma una actitud y un compromiso semejante por el bien de La Nación
y la de todos sus habitantes, la respuesta la tendremos al momento en que se acerque
la definición de la compulsa, los especialistas ajusten las encuestas y los
argentinos vayamos votar.
Mientras tanto exhorto
a nuestros dirigentes que mediten sobre el significado que tiene la palabra
grandeza, yo elegí uno:
Lucios Quinctius Cincinnatus,
patricio Romano (siglo V a. C.) transformado en agricultor por decisión propia
luego de haberse retirado disgustado a su finca negándose a intervenir en la
política (debido a que su hijo Caeso había sido exiliado por usar un lenguaje
violento contra los tribunos) fue nombrado dictador Romano para defender la
ciudad contra los ataques que sufría en ese entonces; tras derrotar a los
enemigos, voluntariamente dejo el poder y regreso a la vida campesina. Catón el
Viejo y otros republicanos Romanos hicieron de él un arquetipo de rectitud,
honradez, integridad y otras virtudes Romanas, como frugalidad rústica y falta
de ambición personal, virtudes que supo combinar con una capacidad estratégica
militar y legislativa notables. Cincinnatus, se ha convertido en un símbolo
tanto del uso del poder político al servicio del interés público como del valor
de limitar e incluso renunciar al poder individual por el bien de todos los
ciudadanos.
VICENTE SCORDAMAGLIA
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