LA EZQUIZOFRENIA DE LA POLITICA
De la película “Una mente maravillosa”
“La pesadilla de la esquizofrenia es no saber lo que es verdad.”
La esquizofrenia de la política está por llegar a su máxima
expresión. En la medida en que ya nadie sabe quién es quién dentro de nuestras
frágiles democracias, las distintas formaciones políticas dicen ser una cosa
pero en realidad son otra, así nos pasamos el tiempo tratando de identificar y
catalogar entre liberales, progresistas, populistas, peronistas, radicales o
sencillamente nos hacemos llamar del campo popular para evitar alguna sospecha
dentro mismo de las propias formaciones que nos identifican.
Las distintas categorías
que la Sociología y las Ciencias Políticas le dieron a las formaciones
políticas después de que las dos grandes revoluciones (Rusa y Francesa) cambiaran el mundo; hoy, vaciadas de
contenido por el uso y abuso de sus términos ya no simbolizan lo que dicen ser
y como consecuencia de ello no representan la realidad presente de millones de
seres humanos que intentan descifrar que categorías de todo el catálogo
ideológico disponible puede acercarse a las ideas que representen al común de
los mortales y sus problemáticas actuales.
La realidad que vive el hombre “moderno” es un poco más
compleja que la que vivía el hombre medio del siglo XIX, su realidad estaba
circunscripta a su órbita familiar y su medio laboral, su parcela de tierra y
alguna que otra ciudad convertida en mercado público donde el común
intercambiaba sus productos y en la cual transcurría la mayor parte de su vida.
Las necesidades, las expectativas y sus sueños no excedían este espacio
geográfico que lo circunscribía; hoy, es todo más complejo, la vida del hombre
medio implica representar y asumir una cantidad de roles al mismo tiempo que
hace que el sujeto se vea sometido a severas presiones de su medio social
produciendo severos trastornos en su personalidad que aun todavía no se sabe a
ciencia cierta el daño que pueda ocasionar en su estructura mental y social; en
consecuencia, la política, su máxima expresión institucional del acontecer
social no logra contener las múltiples demandas provenientes de una sociedad
cada vez más demandante estimulada por el constante bombardeo de los medios
masivos de comunicación, donde dicen que un sujeto solo puede ser feliz si
tiene una serie de productos superfluos que apenas brindan un poco de
satisfacción y su durabilidad no excede el
tiempo que tarda hasta la salida de otro producto que reemplaza al
anterior ofreciendo la satisfacción total.
Así en esta “esquizofrenia” generalizada transcurre la vida
de la sociedad mundial en una carrera imparable de consumo y descarte en donde
las ideologías políticas perdieron la batalla principal de darle sentido a la
lucha del hombre por transcender más allá del límite de sus necesidades vitales
para subsistir. El sentido de la política pasó de ser un principio filosófico
ordenador de la vida social de los pueblos, a una simple gerencia
administrativa de bienes y servicios en la que la distribución desproporcionada
está creando desigualdades profundas de consecuencias planetarias en donde
obcecadamente se construyen sociedades divididas entre ricos y pobres.
Cambiar el rumbo de este trastorno mental que padece la
política globalizada, implica también cambiar el sentido de esta y su forma de
concebir la vida misma ya que ambas son complementarias en la lucha por
construir una sociedad más justa y solidaria por el bien de todos.
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