Artículo de opinión
NO TODAS LAS ELECCIONES SON IGUALES
Por: Vicente Scordamaglia
Cada
elección que se vota en democracia es diferente a la otra. Aunque esta sea una
verdad de perogrullo conviene recordar algunos aspectos de la que viene: el
oficialismo, responsable de las acciones de gobierno, se ve sujeto a ser
plebiscitado en cada elección nacional por su gestión de gobierno de acuerdo al plan que se encuentra trazado
en el núcleo duro del proyecto político que lo llevo a ocupar la máxima
responsabilidad del gobierno, este ejercicio, es lo que se llama control de
gestión por parte de la ciudadanía, algo así como un contra poder ejercido
desde la sociedad para mantener a raya con su voto al gobierno de turno del
color partidario que sea; ejercicio este que los argentinos no estamos
habituados a ejercer. La oposición en
cambio, será evaluada por sus nuevos aportes para mejorar el sistema
democrático y sus instituciones dentro de un proyecto político superador tal es
el rol asignado a la oposición que garantiza
la alternancia en el poder; el resto, tiene que ver con políticas
coyunturales y sectoriales que involucran a todos los actores políticos,
sociales y empresariales de la sociedad para encontrar y consensuar las mejores
propuestas, para que, en ese regateo ideológico que conlleva el ejercicio del poder
(poder hacer) se pueda viabilizar quienes son los dirigentes y que partido
político representa mejor las necesidades, las expectativas y los sueños de los
argentinos.
Claro que
este diseño de una democracia ideal representativa estaría incompleto, si no
tuviéramos en cuenta el contexto en el cual se desarrolla cada una de estas
compulsas; esto es, en que marco histórico social, político y económico del
mundo los pueblos emiten su voto y deciden con él, el rumbo de la evolución de
su organización social en el camino de construir una república participativa.
Si esto es así, convengamos entonces que cada elección tiene aspectos centrales
que la hacen diferente a todas las demás, por ejemplo: en las actuales
elecciones nacionales de nuestro país, todavía el pueblo argentino tiene
pendiente tres aspectos que son trascendentes para el avance de su democracia:
en primer lugar, consolidar la gobernabilidad (gobierne quien gobierne)
elemento central para dejar atrás definitivamente años de frustración y
decadencia política con heridas que todavía hoy supuran por su gravedad, en
segundo término acabar con la creciente corrupción instalada en nuestra incipiente democracia penetrada por
verdaderas bandas que han hecho del estado argentino un coto de caza y en ese
sentido una lucha sin cuartel por el poder entre facciones y grupos de presión
que luchan por el manejo de la deteriorada economía nacional y por último
pacificar los espíritus belicosos para alejar definitivamente la violencia como
método para resolver nuestra querellas.
Ahora bien,
es sabido ya que el mundo no es un lecho de rosas por donde se encaminan los
pueblos del mundo hacia una mejor calidad de vida. El trabajo de cartografiar
el mundo y sus componentes en una crisis planetaria sin precedente, está
demandando instrumentos de análisis equivalentes a la dimensión misma del
conflicto para encuadrar la complejidad de la época y en consecuencia, hacerle
frente; no se trata entonces de evaluar solamente los cambios coyunturales, o
la realización de una buena gestión de gobierno, se trata de comprender sobre
todas las cosas el rumbo de la evolución de los acontecimientos mundiales y
realizar las reformas estructurales que nos ubique en el centro de las soluciones
y nos aleje de los peligros en los que
se ven sometidos los pueblos que no han sabido llegar a tiempo para lograr la
síntesis necesaria que requiere la comprensión de un nuevo orden internacional
que nos puede llevar al bienestar común o a un fracaso estrepitoso de nuestras
expectativas de vida. Descifrar
correctamente el nuevo orden global, que construye aceleradamente una “nueva”
civilización a partir de la revolución tecnológica basada en torno a las tecnologías
de la información, es la gran tarea. Esta, tiene que ser la prioridad para
aquellos que nos gobiernan para no quedarnos en un nuevo intento fallido cada
vez que nos proponemos decodificar su contenido.
En el
devenir en que se construye el mundo están las respuestas a los interrogantes
que desvela a los pueblos que luchan por su existencia. Los profundos cambios
que provienen de los centros de poder mundial nos atraviesan a todos por igual.
La forma en que nos relacionamos entre los seres humanos, ha cambiado
dramáticamente y se vive la precariedad de lo inestable. Mientras los sistemas
políticos sigan inmersos en una crisis de representatividad y su clase política
deslegitimada por escándalos de corrupción, la política seguirá dependiendo de
los medios de comunicación y de su respaldo, dependerá la defensa de los
intereses de grupos de poder y no los de la gente que cada vez reclaman con mayor
urgencia conocer la verdad tal cual es y construir
en base a ella una civilización que el
tiempo en su transcurso ratifique y fortalezca.
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