Artículo de Opinión
LA ANTESALA DEL INFIERNO
Por: Vicente Scordamaglia
El ambiente que se fue
generando los días previos al tratamiento de la ley previsional que el gobierno
intentó sancionar, tuvo su correlato final con un desmesurado aparato represivo
el día del tratamiento en la Cámara de Diputados. Fuerzas de la Policía
Federal, Policía de la Ciudad, Gendarmería, Prefectura y fuerzas civiles de
infiltración, perfectamente equipadas para cualquier contingencia que sucediera
en las inmediaciones del Congreso Nacional configuraron a la hora de intimidar,
su efecto contrario; a medida que los militantes de los distintos agrupamientos,
los medios de comunicación y la gente en general advirtieron semejante
operativo nunca visto en tiempos democráticos, creció la indignación. Si el
tratamiento de una ley emblemática para los sectores más pobres de la cadena
social, (los jubilados, las asignaciones familiares por hijo y pensiones para discapacitados)
depende de un gigantesco operativo militarizado por las distintas fuerzas de la
Nación para sesionar, es porque sus mentores saben que están cometiendo un acto
de injusticia en la cara misma de los damnificados.
Es evidente que dos componentes estimularon al gobierno que venía
envalentonado por el aval de las últimas elecciones y el consentimiento de los
gobernadores (beneficiarios de nefasta medida) que creyeron que solo se trataba
de una simple transferencia de recursos de un sector a otro; estos inútiles
insensibles no fueron capaces de medir las consecuencias que provocaría la baja
(literal) de sus magros haberes en un diciembre que trae groseros aumentos en
todos los servicios públicos (nafta, luz, agua, gas, salud y otros) generando
un episodio que de haber habido muertos en la brutal represión ejercida por el
gobierno nacional nos hubiera puesto al borde del precipicio y en la antesala
del infierno como en el 2001.
¿Qué le pasa al
gobierno? ¿Por qué quiere arrebatar cuánto dinero encuentre en las arcas
públicas?
La economía argentina
está enferma, depende exclusivamente de que entren capitales extranjeros para
reactivar su economía y este hecho en sí mismo se ha transformado en una
quimera para el gobierno que no disimula su fracaso y que no ha encontrado
mejor fórmula que desembolsar recursos de cuanta caja
tenga a mano en el estado argentino con el fin de que le cierren las cuentas
antes de fin año.
La brutal represión
pensada y ejecutada por la tristemente célebre Ministra de Seguridad Patricia
Bullrich así lo demuestra, descargando toda su violencia sobre los sectores dignificados
que van a reclamar por sus derechos, dejando al descubierto la mentira
oficialista que necesita de la represión para imponer sus leyes.
El gobierno argentino
comienza a balancearse peligrosamente de un lado al otro de la realidad
nacional como un trapecista temerario en busca del impulso necesario para
saltar por encima de las presiones que ejercen los sectores financieros en
busca del oxígeno suficiente para sobrellevar una crisis que, de colapsar nos
puede retrotraer a los episodios de 2001.
Cuando a los gobiernos
los asiste la verdad y la justicia no necesitan de la violencia para tratar y
legislar sus leyes ya que se considera
que: (como dijo el General) “la fuerza es el derecho de las bestias”; por el contrario, cuando los gobiernos utilizan
el derecho de la fuerza que le otorga la Constitución Nacional, y esa fuerza se
convierte en violencia ejercida contra su pueblo ese gobierno ha perdido toda
legitimidad para convertirse en una
dictadura.
Es necesario alertar a
todos los sectores de nuestra sociedad que la violencia política desatada en
nuestro país nos lleva por el camino equivocado y sus consecuencias van a ser
letales, porque si esta asume su propia lógica ya nadie podrá detenerla hasta
terminar por convertir a nuestro país en un nuevo caos de características
desconocidas.
Responsables somos
todos culpable es uno solo, el gobierno, que se pavoneó los últimos meses pensando
que los trabajadores argentinos entregarian mansamente las conquistas adquiridas
con luchas, sufrimiento y solidaridad con los que menos tienen.
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